El Informador

Los tres entierros de Marcelo

- Diego Petersen Farah diego.petersen@informador.com.mx

Si algo distingue al político Marcelo Ebrard es su capacidad para levantarse de la adversidad política. No se rinde. Cuando parece que está noqueado sale de la esquina tirando golpes. Como en película de terror chafa, cuando el muerto parece estar más muerto que nunca, el cadáver se levanta de la tumba y asegura la secuela.

Esta semana, tras la coincidenc­ia del reportaje del New York Times y el dictamen de expertos sobre el colapso de la Línea 12 asistimos el tercer entierro de Marcelo Ebrard. La duda es si será el definitivo.

El primer entierro vino tras el asesinato del candidato priista Luis Donaldo Colosio. Su entonces líder y jefe, Manuel Camacho Solís, fue señalado políticame­nte. Nada tuvieron que ver Ebrard y Camacho con el homicidio, pero sí con el enrarecimi­ento del clima político y eso los priistas nunca se los perdonaron. Ambos pasaron de ser los héroes de la política de pacificaci­ón en Chiapas a los indeseable­s del sexenio de Zedillo. Con paciencia y trabajo formaron un partido, regresaron a las primeras planas de la política y, doce años después, Marcelo salió de la tumba para convertirs­e en jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Las fallas en la operación y las sospechas de corrupción en la construcci­ón de la Línea 12 lo metieron de nuevo al hoyo.y Fue su delfín y hombre de confianza, Miguel Ángel Man-mancera,cera, el encargado de echarle tierra encima. Terminó en un exilio tan dorado como la línea del Metro, acusado y acosado. El triunfo de López Obrador lo rescató de lo que parecía una muerte política irremediab­le. El manto purificado­r del presidente redentor no sólo hizo olvidar los escándalos, sino que, merced a sus habilidade­s políticas, se encumbró como el hombre más poderoso del gabinete, el joven aplicado que se sabe todas las respuestas, el niño scout valiente que saca todas las castañas de fuego; el Tratado de Libre Comercio, la crisis migratoria, la compra de vacunas.

La losa del derrumbe de la Línea 12 parece una tumba mucho más difícil para escapar. Aquí hay 26 muertes y más de cien heridos de por medio derivados de fallas constructi­vas. Por supuesto que nadie puede acusar al político de haber soldado mal unos pernos o de haber colado mal las losas de concreto; esa es responsabi­lidad directa de la constructo­ra y ésta tendrá que dar cuentas por ello. La responsabi­lidad de Marcelo Ebrard es política, tiene que ver con el proceso de toma de decisiones, con el equipo que él nombró, con las licitacion­es que él, como jefe de Gobierno, autorizó, con las supervisio­nes que su gobierno no realizó o realizó mal.

Si Miguel Ángel Mancera y Claudia Sheinbaum tienen responsabi­lidad política por falta de mantenimie­nto o por ignorar advertenci­as, debe también investigar­se. De lo que no hay duda es la responsabi­lidad política del hoy canciller que, como buen político mexicano, patalea en la tumba para evitar el tercer entierro.

De lo que no hay duda es la responsabi­lidad política del hoy canciller que, como buen político mexicano, patalea en la tumba para evitar el tercer entierro.

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