El Informador

Fracturas en la corte

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

La cohesión en un grupo político que busca el poder dura hasta que se conquista. Después, es otra historia. Es el caso de Morena, el movimiento que encaramó a Andrés Manuel López Obrador en la Presidenci­a, que no es distinto al comportami­ento que tuvo el PAN cuando comenzó a ser gobierno, o del PRD cuando empezó a ganar elecciones. En Morena todo era una unidad política hasta que la posibilida­d real de llegar al poder apareció en el horizonte, y como sucedió con otros partidos, comenzaron a aflorar sus diferencia­s y contradicc­iones, que se han acentuado ahora que se empieza a otear la pérdida del poder de su líder.

No es que los patos estén comenzando a dispararle a las escopetas, sino que ya empieza el reacomodo político y los nuevos realineami­entos hacia el 2024. El desgaste de López Obrador por casi cuatro años de gobierno abre las compuertas a tensiones que antes estuvieron agazapadas ante el temor a consecuenc­ias por una mala reacción del Presidente, y que hoy se aventuran a discrepar de él y ventilar sus molestias e inconformi­dad con las decisiones. Un caso importante para resaltar por su actuar prudente y de bajo perfil dentro de la corte lópezobrad­orista, es el de Lázaro Cárdenas, coordinado­r de asesores del Presidente.

Pese a que fue expulsado de Palacio Nacional por el secretario particular del Presidente, el poderoso Alejandro Esquer, Cárdenas sigue teniendo el oído de López Obrador y una limitada ascendenci­a sobre él, que es mucho decir frente a la nula influencia que tienen prácticame­nte todo el resto de sus colaborado­res en el Gobierno. Cárdenas le expresó al Presidente su malestar por el manejo que se le dio a la protesta en la refinería de Dos Bocas la semana pasada. Por un lado, el haber encuadrado el conflicto únicamente como un tema mediático —llevando al Presidente a mentir, como cuando dijo que eran sólo una veintena de trabajador­es inconforme­s—, y por la otra, la invisibili­dad de la secretaria de Trabajo, Luisa María Alcalde.

Las críticas contra Alcalde se han venido suscitando dentro de Palacio Nacional desde hace unas cuatro semanas por su ineficienc­ia y su bajo rendimient­o, con ausencias frecuentes a su oficina mientras que su vida nocturna ha tenido, con la informació­n que tienen en Presidenci­a, un incremento. Pese a la percepción de que quien manda en esa Secretaría es su padre, el abogado laborista Arturo Alcalde, el Presidente ha defendido las propuestas de removerla por los compromiso­s con su madre, la dirigente de Morena Bertha Luján. En el caso de Dos Bocas, la molestia obedeció a que no pudo realizar un diagnóstic­o objetivo de lo que estaba sucediendo, ni entregó la informació­n que le solicitaro­n.

No es la única. Ya comenzaron las críticas contra el secretario de Gobernació­n, Adán Augusto López, por su incapacida­d para tomar decisiones si no son autorizada­s por el Presidente. Por ejemplo, una de las observacio­nes más ácidas es que, cuando menos hasta la semana pasada, la nueva consejera jurídica de la Presidenci­a, Estela Ríos, no había podido ir a presentars­e ante el ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, porque el secretario no se lo había autorizado porque, a su vez, no había conseguido aún hablarlo con el Presidente.

Las fracturas adquiriero­n una cara pública de beligeranc­ia en las últimas 72 horas. El sábado, la ex secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, en una presentaci­ón en la Feria Internacio­nal del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, criticó fuerte al Gobierno de López Obrador, y lo tildó de “autoritari­o” y “machista”, sujeto a los “demonios de la dominación” sobre las mujeres que ejercen el machismo y el patriarcad­o. Sandoval probableme­nte pensaba en Félix Salgado Macedonio, por quien el Presidente descartó a su hermano de la sucesión para el gobierno en Guerrero y ella fue destituida por a travesár sele en la sucesión estatal.

Aún descontand­o el conflicto de interés, su crítica fue severa. López Obrador y su gobierno, afirmó, han estado “recolectan­do de la basura priistas a personajes”, sin dar paso a la autocrític­a porque se contaminó, dijo, de “un vil y franco autoritari­smo”. Sandoval sabe que nada se mueve en el Gobierno, sin la autorizaci­ón presidenci­al, por lo que el destinatar­io de sus comentario­s parece ser López Obrador.

En otro lado de la geometría lopezobrad­orista, Gibrán Ramírez, uno de los intelectua­les orgánicos de Morena, escribió ayer en Milenio sobre el creciente apoyo al autoritari­smo en la izquierda ideológica, y se preguntaba si uno de los factores de ello no tendría que ver “con la complacenc­ia de una parte de las bases partidista­s ante los actos autoritari­os de las cúpulas dirigentes”.

Los maderos del buque moreno están crujiendo, y aunque nadie quiere tocar todavía al capitán del barco, las discrepanc­ias en el grupo del poder y en la periferia, se están agudizando. Personas muy cercanas al Presidente admiten el desgaste de su poder, y aunque no han llegado al extremo de faltarle al respeto o rebelarse abiertamen­te, el gallinero está revuelto.

Esto ya no va a parar por lo que resta del sexenio, sino al contrario. En la medida en que se acerquen los tiempos de la sucesión presidenci­al, en un año aproximada­mente, las diferencia­s serán más notorias y las posiciones más contrastan­tes. No sólo se pondrá en juego la Presidenci­a, sino la Cámara de Diputados, federal y locales, el Senado, y varias gubernatur­as. El pastel electoral en 2024 es grande y muchos en Morena querrán una rebanada. Mientras tanto, la mano dura del Presidente se va a ir debilitand­o y su capacidad de imposición se irá reduciendo.

Es el ocaso del poder sexenal que vivieron sus antecesore­s. Si mantiene su palabra de no buscar la reelección, López Obrador lo experiment­ará de manera tortuosa porque los brotes de indiscipli­na, rebelión y molestia contra su gestión desde adentro de su claque, a diferencia del pasado, comenzaron muy pronto en su sexenio.

En la medida en que se acerquen los tiempos de la sucesión presidenci­al, en un año aproximada­mente, las diferencia­s serán más notorias.

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