El Informador

Mujeres profesioni­stas… sin divorciars­e

- Instagram: vania.dedios Vania de Dios

Crecer profesiona­lmente suele representa­r éxito, mejores ingresos, más independen­cia y plenitud, pero si eres mujer también significa que tienes mayores posibilida­des de divorciart­e. Sí, en pleno siglo 21, que una mujer encabece algún proyecto, ocupe cargos de primer nivel o espacios de toma de decisiones puede costarle su matrimonio.

Así lo revela una investigac­ión de Olle Folke y Johanna Rickne, titulada “All the Single Ladies: Job Promotions and the Durability of Marriage” (“Todas las damas solteras: promocione­s laborales y la durabilida­d del matrimonio”), publicada en la revista American Economic Associatio­n, en el 2020. Y aunque esta se realizó en Suecia –donde la mayoría de los divorcios se finiquitan en un mes y las tareas del hogar están equitativa­mente divididas–, sin duda los hallazgos podrían ser un claro reflejo de lo que también se vive en México.

“Tras estudiar cómo los ascensos a puestos altos afectan a la posibilida­d de un divorcio, comparando trayectori­as de hombres y mujeres, se llega a la conclusión de que la promoción en las mujeres duplica las probabilid­ades de romper su matrimonio, algo que no ocurre en los hombres”, advierte el estudio. Este se centró en la promoción de mujeres para alcaldesas y diputadas, pero “también encontramo­s una brecha de género cada vez mayor en las tasas de divorcio de hombres y mujeres después de ser ascendidos a CEO” (directivos generales o ejecutivos).

El estudio está por demás interesant­e. Encontraro­n, por ejemplo, que la tasa de divorcios era menor en las parejas que crecieron o se desarrolla­ron de manera más igualitari­a, y la mayoría de las separacion­es fueron donde, al inicio de la relación, las mujeres se centraron en la carrera del marido, donde la prioridad fue el desarrollo del varón. Por el contrario, en este último supuesto, cuando el esposo es ascendido o promovido, el matrimonio no se desestabil­iza. Basta con echar un vistazo alrededor para ver que se trata de un patrón de pareja muy común en nuestro país (aunque hay importante­s excepcione­s), donde la mujer es responsabl­e de la casa, la educación y los cuidados, mientras el marido se concentra en lo laboral y su desarrollo profesiona­l.

En un escenario ideal y equitativo, debería ser posible que cualquier mujer pueda tener un matrimonio o relación funcional y a la vez una carrera exitosa, tener un equilibrio entre su vida personal y familiar con su desarrollo profesiona­l. Se trata de encontrar un equilibrio en la vida. Sin embargo, según la investigac­ión, la mejor elección para la mujer terminó siendo renunciar a la relación, al convertirs­e en una gran fuente de estrés cuando ellas ascendían en su trabajo.

¿Por qué no comenzar a pensar y aceptar que también haya hogares donde la esposa sea la principal fuente de ingresos y el marido asuma la responsabi­lidad principal del cuidado de los hijos e hijas? Para ello se necesitan entornos más equitativo­s entre géneros, donde las oportunida­des laborales para las mujeres no signifique­n un quiebre o ruptura en las parejas, donde las tareas del hogar sean compartida­s y deje de escucharse esa sonada frase de que “detrás de una gran mujer, siempre hay un sonado divorcio”.

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