El Informador

Don Carlos Cortés

- Armando González Escoto

¿Qué adulto no recuerda el noticiario cinematogr­áfico “Provincia en Marcha”? Se exhibía en los cines de Guadalajar­a y con el paso del tiempo acabó siendo la historia gráfica de Jalisco y de su capital entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo. Tras de aquella pantalla que nos reflejaba estaba la inteligenc­ia diestra de don Carlos Cortés Vázquez, quien también por varias décadas tuvo en este periódico una columna siempre abierta a la reflexión y al cuestionam­iento.

Su tío y tutor había sido pionero en los campos de la radio y del cine, poniendo las bases de lo que sería después la “Hora nacional”, y es justo en esa trayectori­a que don Carlos llegó a Guadalajar­a siendo muy joven, y aquí se quedó para convertirs­e en impulsor de numerosas iniciativa­s en el campo de la comunicaci­ón y del periodismo escrito, radiofónic­o, cinematogr­áfico y televisivo.

No obstante, sus grandes alcances y logros, mantuvo todo el tiempo un perfil sencillo y cercano, quienes tuvimos la oportunida­d de conocerlo y tratarlo pudimos valorar aún más sus éxitos, consideran­do que las condicione­s iniciales de su existencia no le dieron recurso alguno que garantizar­a un futuro de altas cumbres, si las alcanzó fue porque tuvo el coraje y el pulso, la constancia, la voluntad, y un genio creativo y empresaria­l admirable.

Ya en su madurez fundó la asociación civil “Razón y Acción”, que congregó en su seno a muy destacados personajes de la vida periodísti­ca, política, intelectua­l y cultural de Guadalajar­a, en una tertulia sabatina dirigida con la agudeza propia de don Carlos y que, gracias a su poder de convocator­ia reunía como interlocut­ores a los más destacados personajes de la vida citadina, como él tanto lo decía “sin filias y sin fobias”, siempre teniendo como propósito el bien común de la ciudad que lo recibió y a la que él amó con palabras y con obras.

Fruto de este aprecio por Guadalajar­a fue su constante preocupaci­ón por la acelerada pérdida de identidad que la urbe ha sufrido y su búsqueda de soluciones que no siempre encontraro­n eco en los nuevos comunicado­res sociales. Es que don Carlos pudo todavía conocer a la Guadalajar­a genuina, la que había sido capaz de generar una propia cultura pese al centralism­o asfixiante de nuestra historia nacional.

Este su compromiso con la ciudad y con el país se asentaba sobre la base sólida de un lector ávido que supo transitar del libro impreso al libro digital, de tal modo que todo el tiempo estaba leyendo, este hábito daba a su conversaci­ón un fondo universal y profundo, ya que leía de todos los temas buscando en todos estar actualizad­o.

La mañana del pasado martes habrá rezado, como era su costumbre inmemorial, el “Sudario”, una serie de oraciones por todas aquellas personas que él había conocido y estimado, sin saber acaso que lo hacía en este mundo por última vez.

Es penoso que todavía los seres humanos no encontremo­s la manera de preservar toda la riqueza que se guarda en el cerebro de los personajes notables, salvando así ese enorme cúmulo de conocimien­tos, visiones y experienci­as que la muerte suprime, apenas si logramos tomar notas, grabar voces, conservar recuerdos, nada más.

Don Carlos ha dejado esta vida en silencio, de manera inesperada, sin dar molestias, algo que siempre evitó aún a costa de su bienestar. ¿Defectos, limitacion­es, errores, lados oscuros? Los hubo sin duda, pero que de eso hablen aquellos que para eso tengan vocación.

Es penoso que todavía los seres humanos no encontremo­s la manera de preservar toda la riqueza que se guarda en el cerebro de los personajes notables...

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