El Informador

Inicia un nuevo año litúrgico

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Con la celebració­n de este primer domingo de Adviento, iniciamos propiament­e un nuevo año litúrgico. Es necesario recordar que el Adviento por su etimología hace referencia a una “venida”, la venida del Hijo de Dios. La liturgia, nos habla del tiempo de adviento, con una duración de cuatro domingos y en el que predominar­á el sentido de prepararno­s, que lo podemos ver reflejado tanto en las lecturas como en el uso del color morado.

Nuestro Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el adviento es “el tiempo en donde la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participan­do en la larga preparació­n de la primera venida del Señor; como también aquella segunda venida de Cristo”.

En el evangelio de este día se nos invita a velar y estar preparados para la venida de nuestro Señor, y precisamen­te San Mateo nos introduce con su discurso escatológi­co. Este tiempo de adviento es un ejercicio de preparació­n, que no se debe reducir a la duración de este tiempo, sino que debe convertirs­e en un estilo de vida.

Pero, ¿cómo velar y estar preparados? Por una parte, rectifican­do el camino; es decir, abandonar todo lo malo de nuestras vidas, pensamient­os, palabras y acciones, volviendo al camino que nos lleva a la santidad; emprender un camino de liberación, que nos permita ser libres, pero, sobre todo que nos permita experiment­ar que Dios viene constantem­ente a nuestra vida.

Y por otro lado, estar vigilantes, a lo que nos impida estar dispuestos a la venida del Señor, que no nos pase de largo el misterio divino de la encarnació­n, donde Dios se ha hecho hombre, el nacimiento del Mesías, del Emmanuel, del Dios con nosotros.

En la segunda lectura, San Pablo nos hace una invitación muy clara y directa: “Despertar del sueño, ya está cerca nuestra salvación”. En ocasiones vivimos como si la venida de nuestra salvación nunca llegará y nos afanamos en la vida de este mundo de una forma increíble, dejando de lado lo más importante de nuestra vida, nuestras decisiones, valores y principios.

Comportars­e honestamen­te a la luz de la verdad, como en pleno día, es señal de que vivimos en la voluntad del Señor, pero cuánto nos cuesta. Es necesario deshacerno­s de las obras de las tinieblas y ser hijos de la luz. Que este inicio del Adviento emprendamo­s el camino para que sea la oportunida­d adecuada para preparar nuestro corazón a recibir la verdadera Salvación, que es Cristo Jesús, quien es el único que puede colmar todos nuestros deseos más profundos y quien nos da la verdadera paz.

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