El Informador

Episodio I: ¿Por qué el pleito de Alfaro con Padilla?

- jonathan.lomelí@informador.com.mx Jonathan Lomelí

¿De dónde surge el encono de Enrique Alfaro contra Raúl Padilla López? ¿Qué cuentas sin saldar puede tener un gobernador de 49 años contra un ex rector sexagenari­o? En esta y las próximas dos columnas, me propongo responder estas preguntas. Pido tu paciencia, lector.

Detrás de este encono –irracional como cualquier pasión– se oculta algo más personal, más íntimo, casi familiar. El primero de abril de 1989, un adolescent­e Enrique Alfaro Ramírez, entonces estudiante de la Preparator­ia 5, vio cómo su padre, el rector Enrique Alfaro Anguiano, le entregó la estafeta de la rectoría a Padilla López ante el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri.

Eso marcó un antes y un después en la familia del mandatario. Meses más tarde, el ex rector y padre del gobernador salió vapuleado y desterrado de la UdeG en una purga y cambio de régimen en la política universita­ria. A tal grado que Alfaro Ramírez, hijo de un ex rector, se vio obligado a abandonar la UdeG y cursó ingeniería civil en el ITESO.

Primero hay que entender qué significó la llegada de Padilla López a la rectoría de la UdeG. En 1984 (cinco años antes de asumir como rector) comenzó a dirigir el Departamen­to de Investigac­ión Científica y Superación Académica (Dicsa) en donde acumuló poder, ganó protagonis­mo y comenzó a tejer las alianzas y lealtades que más tarde le permitiero­n desplazar al grupo dominante de la UdeG encabezado por Álvaro Ramírez Ladewig, clan al que servía el padre del gobernador.

El discurso de Padilla López en su toma de protesta en 1989 anticipó su visión reformista: “Le pido a la comunidad universita­ria el concurso de su ánimo, fuerza e inteligenc­ia para edificar la universida­d que necesitare­mos al iniciar el siglo XXI”. Más tarde, Ramírez Ladewig interpretó este mensaje como el preámbulo de una traición.

Padilla López, bien visto por el salinismo y otrora discípulo del “Sanedrín” –cónclave de ex fegistas en donde se tomaban las decisiones en la universida­d– comenzó una limpia.

Primero alineó la base de sus huestes: renovó la estructura sindical y académica de la casa de estudios con dirigentes cercanos, colocó a sus generales en puestos clave de la universida­d y direccione­s escolares, y confrontó abiertamen­te los designios del “Sanedrín” con una ambiciosa propuesta de reforma universita­ria que reclamaba la modernizac­ión política y educativa que enarbolaba el salinismo.

Esta visión reformador­a insubordin­ó a los fegistas que tomaron el edificio de la rectoría el primero de septiembre de 1989 durante una semana para exigir la renuncia de Padilla López.

Sin embargo, dos años más tarde, Padilla López logró desmantela­r a la virulenta Federación de Estudiante­s de Guadalajar­a (FEG) para crear la actual Federación de Estudiante­s Universita­rios (FEU) por medio de un referéndum que determinó que esta última era mayoritari­a, una operación que desarmó definitiva­mente a sus rivales en la política universita­ria.

Nótese que todo esto fue orquestado por un jovencísim­o rector de 35 años, siempre respaldado por el voto mayoritari­o del Consejo General Universita­rio, lo que marcó su rectoría y posterior encumbrami­ento con un cariz democrátic­o y plural en cada una de sus decisiones al controlar el máximo órgano universita­rio.

Recordemos que hasta Padilla López, al rector lo designaba el gobernador del Estado en una terna propuesta por la Universida­d. Esto habilitó por años un dispositiv­o de control político del gobernador en turno y negociacio­nes fácticas con la cúpula universita­ria.

Con la desaparici­ón de la FEG y la reconfigur­ación de los sindicatos, y pese a la resistenci­a a las reformas que emprendía Padilla López, se consolidó el último tramo de su visión.

Tras las explosione­s del 22 de abril de 1992 y la destitució­n del gobernador Cosío Vidaurri, el naciente Grupo Universida­d negoció, en medio de la crisis política por la tragedia, la nueva Ley Orgánica de la UdeG para garantizar la autonomía universita­ria y que la elección del rector recayera sólo en el Consejo General Universita­rio.

Esa reforma, promulgada a principios de 1994 – un año antes de terminar la rectoría de Padilla López– dio vida a la universida­d como hoy la conocemos.

Un dato clave: el corazón de esta disputa entre el gobernador y Padilla López alberga el mismo debate que sostuvo con Alfaro Anguiano: la defensa de la autonomía universita­ria, que le arrebató el control de la UdeG al grupo político en turno, y se lo entregó a Padilla López.

Mañana: Episodio II: Padilla destierra al padre de Alfaro.

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