El Informador

La reversa electoral

- diego.petersen@informador.com.mx Diego Petersen Farah

El primer encuentro entre el presidente del INE y la secretaria de Gobernació­n en los albores del Gobierno de López Obrador fue también el primer desencuent­ro: la secretaria pidió que se le entregara a Gobernació­n el padrón electoral con todos los datos biométrico­s. La petición, por supuesto, no prosperó. Córdova no tenía las facultades para hacerlo, pero sobre todo tenía claro que se trataba de una regresión democrátic­a.

De acuerdo a lo que ha trascendid­o, una de las apuestas de la reforma electoral que se prepara desde Palacio Nacional y que se supone presentará­n esta semana es la desaparici­ón del Registro Nacional Electoral, que hoy depende del INE, para pasar esa función a la Secretaría de Gobernació­n, cual si fuera una simple reforma a la ley de administra­ción pública y a la estructura del Gobierno federal.

En varias ocasiones se ha intentado hacer una cédula de identidad nacional como documento oficial de identifica­ción. Así nació la famosa CURP, la Clave Única de Registro de Población, pero nunca se logró dar el siguiente paso. Lo que terminó sucediendo fue que la CURP se incorporó a los datos de la credencial electoral y con ello “la INE”, como se conoce popularmen­te, terminó por convertirs­e en la verdadera y única identifica­ción nacional.

En la mayoría de los países que tienen cédula de identidad el registro depende directamen­te de la Secretaría de Gobernació­n o su similar (Ministerio del Interior o Secretaría de Estado). Nada, pues, tendría de extraño que así fuera. El gran debate está en el uso que se le pueda dar a los datos biométrico­s contenidos en el padrón.

Hoy los partidos políticos tienen acceso a la lista nacional de electores. Incluso lo han vendido, como sucedió hace unos años en que copias completas o por distrito se ofrecían en Tepito al mejor postor. Los datos personales y el uso que se pueda hacer de ellos es una herramient­a muy poderosa. El riesgo de que el padrón pase a una institució­n de Gobierno, como lo es la Secretaría de Gobernació­n, en lugar de permanecer en una institució­n de Estado, como es ahora el INE, es el mal uso que el partido en el Gobierno, hoy Morena, mañana otro o el mismo, pueda hacer de esa informació­n.

La reforma no es banal, no se trata de un asunto de reingenier­ía de Gobierno, ni siquiera de un castigo al INE. Lo que está en juego hoy, como hace cuatro años cuando Sánchez Cordero pidió que le entregaran el manejo del padrón, son nuestros datos personales y el regreso del control de una parte fundamenta­l de la elección al Gobierno en turno. Se trata claramente de una reforma en reversa.

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