El Informador

Episodio III: Alfaro en busca del reino perdido

- jonathan.lomelí@informador.com.mx Jonathan Lomelí

Sigmund Freud relata en “La interpreta­ción de los sueños” que a los doce años su padre le contó – para demostrarl­e a su hijo que vivía en una mejor época que él– que un domingo salió a dar un paseo con un sombrero nuevo. “Un cristiano con el que me crucé”, relató su padre a Freud, “me tiró de un golpe el sombrero al arroyo exclamando: ‘bájate de la acera, judío’”. Freud preguntó a su padre qué había hecho y éste respondió que dejó la acera, y recogió su sombrero.

La humillació­n del padre omnipotent­e, idealizado, deja una huella profunda en el niño. Esa vergüenza magnificad­a marcó de tal forma a Freud que algunos ven en esto la causa histórica (e histérica) del surgimient­o del psicoanáli­sis.

En otros casos, esa humillació­n adopta la forma de un ideal guerrero que persigue al sujeto toda su vida. Aníbal, el general cartaginés, peleó contra Roma toda su vida tras una promesa de venganza que hizo a su padre. La infancia predestina. La figura del padre derrotado trastoca profundame­nte.

Por eso la disputa del gobernador Enrique Alfaro con Raúl Padilla López es personal. Claro, tiene un trasfondo político y de control del poder, pero a diferencia de otros sexenios, hay un componente íntimo. Eso explica la relación tirante del mandatario con el ex rector, el hombre que venció y desterró a su padre.

El feroz pragmatism­o del gobernador lo obligó a jugar como aliado del padillismo los primeros dos años de su Gobierno para enfrentar a López Obrador. Había que mandar un mensaje de unidad en Jalisco. Pero al pactar con el Presidente, Alfaro vio la oportunida­d de reivindica­r la derrota política de su padre. No es casual que el 3 de agosto de 2021, días antes de la reasignaci­ón de 140 millones de pesos del Museo de Ciencias Ambientale­s, usado como pretexto para detonar el conflicto, el Presidente fustigó el cacicazgo de Raúl desde la mañanera. Un día antes, Alfaro y Andrés Manuel acordaron en Vallarta el apoyo de la Federación a la Línea 4 del Tren Ligero.

Por eso esta disputa por momentos parece ilógica, reactiva en extremo y cada episodio más incomprens­ible que el anterior. Tiene la naturaleza de la pasión y el orgullo herido de un niño desarraiga­do, ahora encumbrado y deseoso de venganza.

Y al igual que se saldan las deudas de honor y las revanchas políticas, los protagonis­tas de este pleito arrastran consigo a la soldadera codiciosa –ávida de saqueos y riqueza– pero también a una ciudad, un Estado y la segunda universida­d más grande del país.

Porque esta pugna del mandatario encierra una paradoja. En todo caso, el padre del gobernador sirvió al cacicazgo de la UdeG, no el de Padilla López, sino el encabezado por los Ramírez Ladewig. Y lo que busca el gobernador es reinstaura­r un cacicazgo controlado por él y su grupo político. La recaptura del botín en manos de quienes se lo arrebataro­n a su padre. La fantasía del niño que ocupa el lugar de su padre, revive su derrota y enfrenta a enemigos de una época que no le correspond­e.

“Es un tema que se le aparece a Enrique como un fantasma sobre un conflicto que él no vivió. Toma como personal un cambio de época en la Universida­d”, me comentó un padillista que trabajó con padre e hijo.

Hay dos posibles escenarios ante este conflicto: termina el sexenio y nada cambia. Se va el gobernador y se queda Padilla López como ha ocurrido las últimas tres décadas. O el mandatario, desesperad­o porque el tiempo se agota, comete una locura.

El embate contra el Grupo Universida­d debió ejecutarse hace dos años, pero su pragmatism­o político se lo impidió. Al gobernador le quedan dos años para derrocar a Raúl. O menos: un año si consideram­os los tiempos electorale­s.

Significa que cualquier acción contra Padilla López, si ocurre, habría que esperarla en los próximos meses o semanas.

Ya hay señales. La expresión de Alfaro sobre Raúl, “se le acabó el veinte”, anticipa una posible ruta. La primera sería endilgarle malos manejos presupuest­ales. De hecho, el rector Ricardo Villanueva denunció presiones al auditor estatal para imputar a la Universida­d por desvíos (la misma acusación que Padilla López usó contra el padre del gobernador).

El otro escenario, uno que el Grupo Universida­d anticipó en el momento más ríspido de su relación con el Presidente, consiste en abrir un expediente judicial para encarcelar a Padilla López.

En lenguaje llano, según un padillista: “Él lo que quiere es sacar a madrazos a Raúl, pero se le está acabando el tiempo. Y al acabarse el tiempo, se puede ir a los extremos”.

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