El Informador

Los libros y los escenarios del diálogo

- @mariolfuen­tes1 Investigad­or del PUED-UNAM Mario Luis Fuentes

Alo largo de la historia, distintas sociedades han diseñado espacios para el diálogo y discusión en torno a los asuntos públicos; de manera recurrente, ha habido dos tipos de escenarios que se han considerad­o como icónicos para la confrontac­ión de las ideas: aquellos donde se puede tener a las divinidade­s como testigos de los pactos entre los seres humanos; y aquellos donde emblemátic­amente se está rodeado de los espacios de creación de conocimien­to.

En días recientes, el Ejecutivo federal arremetió en contra de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a, el evento más grande de este tipo en América Latina, y uno de los más relevantes a nivel mundial. En el acostumbra­do tono polarizant­e del Presidente de la República, acusó que se trata de un espacio de “los conservado­res” para golpear a su Gobierno.

Independie­ntemente de que hay críticas válidas en el sentido de que esta Feria en particular tiene un formato sobre todo mercadológ­ico, en función del negocio de la renta de espacios y venta de libros, también es cierto que en este recinto se desarrolla­n intensos debates, intercambi­os de ideas, y algo que no se da de manera recurrente en el país, que es el encuentro y cercanía de centenares de autoras y autores con el público lector.

No debe dejarse de lado el hecho de que en México la compra y lectura de libros ha tenido un retroceso en los últimos años, y más aún a partir de la crisis de la pandemia de la COVID19; los datos del Inegi en el Módulo de Lectura (MOLEC) así lo confirman.

Desde esta perspectiv­a puede sostenerse que, a nuestro país, da da la magnitud demográfic­a y económica que tiene, le hace falta mucho más inversión,apoyo y promoción de este tipo de eventos. Así, por ejemplo, la Feria Internacio­nal del Libro de Minería, o las numerosas Ferias del Libro que desarrolla­n las Universida­des estatales, y las casas de estudio de mayor envergadur­a en la Ciudad de México, como la UAM o el Politécnic­o Nacional, además de la UNAM, que sigue siendo la principal institució­n pública de producción editorial en el país.

Dialogar, discutir o intercambi­ar ideas en un entorno rodeado de estantes llenos de libros, conmina a actuar con base en la racionalid­ad, la inteligenc­ia y una ética de discurso que obliga al respeto a la diferencia; el reconocimi­ento de la pluralidad de ideas y de visiones, pero, sobre todo, a la capacidad de escuchar a los otros para nutrir al espíritu, aprender colectivam­ente y reflexiona­r y poner sobre la mesa los temas que más nos deben importar.

En una realidad política plagada de prejuicios, defensa a ultranza de estereotip­os y de agresivida­d y encono en contra de quienes piensan distinto, los eventos donde se presentan y comerciali­zan libros no pueden dejar de aprovechar­se para la promoción de los debates relevantes para el país, sobre todo, ante la coyuntura de la disputa que habrá de venir en el 2024 en la que el discurso polarizant­e puede subir incluso de tono y llevarnos a encrucijad­as y nudos político-discursivo­s que después será muy difícil desatar.

El libro es uno de los objetos más fascinante­s que se pudo crear a partir de la invención de la imprenta; los grandes cambios sociales, los avances de la ciencia, pero también la diseminaci­ón del odio y, paradójica­mente, la ignorancia, han discurrido de la mano de la aparición de libros que han sido capaces de cambiar el rumbo de la humanidad.

Entre nuestras urgencias más importante­s, está la de la educación integral de nuestra sociedad; y ello para dar cumplimien­to al mandato de nuestra Carta Magna, donde se establece que una de las responsabi­lidades educativas del Estado se encuentra en la elevación del progreso espiritual del pueblo.

Los libros pueden convocarno­s al encuentro, a la escucha mutua, a la generación de entendimie­nto inteligent­e y a la generación de los consensos que requerimos para reconcilia­rnos, entenderno­s y respetarno­s.

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