El Informador

Semana Santa en Oaxaca

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El centro histórico de Oaxaca, reconocida como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, es el epicentro de los eventos destacados de la Semana Mayor en el Estado. Sus antiquísim­as iglesias y barrios tradiciona­les, como los de Xochimilco y Jalatlaco, son decorados con papel picado y motivos blancos y morados, colores caracterís­ticos de la temporada.

Cada año, el cuarto viernes de Cuaresma, la ciudad vive una tradición única en México: el Día de la Samaritana. No se trata de una representa­ción teatraliza­da del pasaje bíblico en el que una mujer originaria de Samaria ofrece agua a Jesús. Más bien, durante ese día, afuera de los templos, se montan puestos decorados con palmas, flores de Bugambilia y grandes ollas de barro que contienen aguas frescas de limón, horchata, jamaica, tuna y chilacayot­a para repartir gratuitame­nte a todo aquel que se acerque con sed.

Esta tradición comenzó a finales del siglo XIX, en un par de iglesias locales. Con el paso de los años, tiendas, escuelas y algunos restaurant­es también adoptaron esta práctica.

En Viernes de Dolores, en las céntricas calles de la llamada “Verde Antequera” (por la tonalidad verdosa de la cantera) es común encontrar casas y comercios en donde se montan los altares de Dolores, en honor a la Virgen María y, también tributos a la “Madre Tierra”, por el inicio de la primavera.

Los altares se decoran con hierbas de olor: álamo, romero, tomillo, poleo o laurel y con palmas que simbolizan el martirio de Jesús. Las coronas de cucharilla, elaboradas del corazón de la palma, representa­n la corona de espinas. Tampoco faltan las macetas de barro claro, en donde, dos semanas antes, fueron sembradas semillas de maíz, trigo o lentejas; o las toronjas doradas con banderitas de papel picado incrustada­s, y siete vasos de agua de sabor, que simbolizan los “dolores” de la Virgen. Otro ritual que hay que destacar es la procesión de entrada, de estandarte­s y relicarios que se realiza el Martes Santo, desde la basílica de Nuestra Señora de La Soledad hasta la Catedral Metropolit­ana de Oaxaca —dedicada a la Virgen de la Asunción—, donde estos mismos se exhiben por tres días.

En este recorrido se aprecian más de 70 estandarte­s, cada uno pertenece a una cofradía distinta. Son llevados con orgullo por los mayordomos de las mismas. Se confeccion­an en tela de terciopelo, teniendo al centro un relicario con la imagen de advocación de cada templo.

La tarde noche del Viernes Santo, se alista todo para la Procesión del Silencio, que parte del Templo de la Sangre de Cristo y culmina en el mismo punto, haciendo un recorrido que atraviesa las principale­s calles del centro histórico de la ciudad.

El silencio es impactante. Cuando no hay más luz solar, el camino es alumbrado por faroles y velas que guían el andar de las cofradías compuestas por penitentes encapuchad­os que cargan imágenes de Cristo. Algunos van descalzos y otros ataviados con sólo una especie de taparrabos, cargando pesadas cruces de madera. Las mujeres también son parte de este ritual; portan rebozos negros en señal de luto; otras más, las que acarrean la cruz, usan largas túnicas blancas y caminan descalzas.

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ESPECIAL
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DÍA DE LA SAMARITANA. Una tradición que comenzó a finales del siglo XIX.

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