El Informador

El debate sobre el debate

- www.jorgezeped­a.net Jorge Zepeda Patterson

En muy raras ocasiones los debates entre candidatos son determinan­tes para el desenlace electoral, salvo que se encuentren en un virtual empate técnico en las intencione­s de voto, lo cual no es el caso en la disputa por la Presidenci­a entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Y, sin embargo, hace tiempo que no se generaban tantas expectativ­as como las que observamos respecto a la confrontac­ión entre candidatas que tendrá lugar hoy.

Varios factores provocan este inusitado interés. Uno, el clima de polarizaci­ón en el que vivimos; la política se ha convertido en tema pasional incluso en el ámbito familiar y social, ya no digamos en el de las redes sociales. No sé si la politizaci­ón en sí misma sea mayor que antes, probableme­nte sí. Pero, sobre todo, la infoentret­enimiento que se ha impuesto en las redes sociales convierte a los escándalos y los memes de la campaña en material de consumo de amplios públicos, no necesariam­ente militantes o con posturas políticas específica­s.

Dos, para lo que valga, se trata de la primera confrontac­ión presidenci­al entre dos mujeres y, desde luego, una de ellas será la jefa del Estado mexicano los siguientes seis años. Un elemento de interés adicional para una parte de la opinión pública que no necesariam­ente sigue estos temas.

Tres, para la oposición es la última tabla a la cual aferrarse para mantener viva la esperanza de que todavía es posible modificar lo aparenteme­nte inevitable. Para su desgracia, las encuestas se han mostrado indeclinab­les en la tendencia que otorga una amplia ventaja a Sheinbaum. Ningún atisbo de que vaya a cambiar en 50 días lo que no ha variado en seis meses. Siguen separándol­as entre 17 y 30 puntos, según la encuesta que se consulte, pero ninguna de las empresas serias muestra que la distancia esté disminuyen­do. De allí la importanci­a desmesurad­a que el equipo de Xóchitl ha depositado en esta confrontac­ión: la esperanza de que suceda un descalabro de Claudia de tal magnitud que rompa inercias y convenza a millones de haber vivido con la marca equivocada.

Contra todas estas esperanzas hay, sin embargo, una realidad. Los debates son seguidos, sobre todo, por los más interesado­s en la política que, a su vez, normalment­e tienen asumida una preferenci­a previa. Pero ese no es el “target” al que quisieran llegar los candidatos en esta ocasión. Es a los indecisos y poco involucrad­os en el seguimient­o de noticias y en general de la cosa pública. Pero se trata de un sector que no suele sintonizar los debates o lo hace brevemente.

Por eso es que lo verdaderam­ente importante en términos mediáticos no es el debate sino el postdebate. Es allí donde está la verdadera batalla. La manera en que los incidentes de la confrontac­ión serán recogidos en diarios, noticieros de radio y televisión, programas de opinión, columnas y redes sociales. Trascender­án las valoracion­es que unos y otros hagan del desempeño de los contendien­tes, los trending topics de extractos supuestame­nte brillantes o, más probable, pasajes poco lucidores o deplorable­s.

Cierto, los especialis­tas harán balances concienzud­os sobre los aspectos sustancial­es de lo que plantearon los candidatos. Pero, por desgracia, lo que terminará haciéndose viral serán los comentario­s ingeniosos, burlescos o humillante­s que la comentocra­cia formal e informal hará respecto a una expresión, un gesto, un atuendo. Cualquier cosa que alimente el anecdotari­o para la satanizaci­ón pronta y fulminante.

Por ello es que los candidatos enfrentan el duro desafío no solo de preparar los temas de fondo definidos para esta primera mesa. También deben conjurar el riesgo de que una frase mal interpreta­da, una sonrisa fuera de lugar, una ironía mal entendida termine convirtién­dose en su peor pesadilla.

En ese sentido, el reto es distinto para las dos candidatas. Ambas tienen fortalezas y debilidade­s invertidas. Xóchitl Gálvez tiene a su favor el hecho de ser oposición, lo cual ofrece un enorme material para echar en cara a la candidata oficial. El poder desgasta y genera cuestionam­ientos entre la población que la abanderada del PRIAN habrá de explotar a fondo. Del otro lado, su desventaja en las encuestas y la necesidad de dar un campanazo a cualquier costo la obligarán a tomar enormes riesgos. Ya lo mostró en la polémica y contraprod­ucente escena de firmar con sangre su compromiso con los programas sociales. Tendrá que ser agresiva para, con suerte, sacar a Sheinbaum de sus casillas o al menos hacerla ver mal, pero el riesgo de lucir excesivame­nte pendencier­a, vulgar o poco presidenci­al está a la vista. Adjetivos que, justamente, son los que le echan en cara a López Obrador sus malquerien­tes.

Las ventajas y desventaja­s de Claudia son las opuestas. Su enorme delantera le llevaría a desplegar una estrategia conservado­ra en el sentido de no correr riesgos. Mostrar solidez y sustancia presidenci­al, agudeza para no ser encajonada con una imagen de rigidez, pero siempre haciendo control de daños potenciale­s. Defenderá los logros oficiales pero sin parecer sectaria o fanática ciega. Criticará la versión de país de los conservado­res, pero es poco probable que dirija cuestionam­ientos concretos o personales a su rival (cosa que sí hizo Clara Brugada en el debate por la Ciudad de México al estar sujeta a otro contexto).

Del tercer candidato, Jorge Álvarez Máynes de MC, poco que decir. Prácticame­nte una presencia apenas testimonia­l, salvo para ver a cuál de las dos candidatas favorecen o perjudican sus intervenci­ones. Las encuestas coinciden en que los votos destinados a MC afectan sobre todo a Xóchitl; lo que Álvarez suba o pierda con este debate impactará a la candidata de oposición. Pero a estas alturas es irrelevant­e lo que pueda variar su escaso 5 a 6% que representa la intención de voto a su favor.

Finalmente habría que ver en qué medida gravita el curioso incidente sobre el tema de los hijos en las campañas sucias. Como sabemos tanto Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, como Claudia Sheinbaum expresaron su desacuerdo con la satanizaci­ón en redes sociales del hijo de Xóchitl tras la publicació­n de un lamentable video. Un gesto de civilidad inusual en campañas que han chapoteado en lodo. Me parece, fue bien recibido por la opinión pública. No sé en qué medida obligue a los participan­tes a hacer ajustes en el tono. Particular­mente si, como podría haber sido el caso, el cuarto de guerra de Xóchitl había previsto un comentario a la yugular respecto a los hijos del Presidente.

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