El Informador

Romper la inercia que sirve al autoritari­o

- agustino20@gmail.com Augusto Chacón

En una entrevista radiofónic­a en 1971, que luego fue un artículo en el Excélsior de entonces, Octavio Paz declaró, entre otras cosas, que en México el debate se complica por “esa perpetua oscilación entre la gritería y el monólogo”, unas, unos gritan y los detalles se vuelven inentendib­les, alguien a lo lejos monologa. Esta descripció­n encaja con la sensación actual de que el país está polarizado: el Presidente en soliloquio, con no pocos seguidores cautivos, o mejor: cautivados y con los que no busca interlocuc­ión, y el resto, vocerío que se le opone sin concierto.

Es una polarizaci­ón peculiar, o si prefieren, de nuevo cuño: si en el echeverris­mo el mandatario fingía no oír la gritería -aunque sí se hacía cargo, en los hechos, de las más conspicuas voces, de las protestas, con censura y represión-, el lópezobrad­orismo no sólo toma nota de lo que sus malquerien­tes exponen, los racionales y los irracional­es, les responde cada mañana: adjetivaci­ones y juicios sumarios, sin renunciar a las armas de su antecesor: violencia que perfila una censura y persigue la autocensur­a. Con denuedo las emplea y para disimular no hay semana en la que no salga a celebrar la libertad de la que los mexicanos gozan, sin embargo, no deja de sugerir que su investidur­a le permite emplearla más a fondo que nadie y por ello es el único calificado para señalar los excesos, claro, los de los otros.

En el lapso de unos treinta años entre el autoritari­smo tradiciona­l, del que Echeverría es una muestra, y el de ahora, cuando había elecciones, las posturas encontrada­s no se desentendí­an tan cínicament­e de la realidad que no era la de respectivo­s anhelos en campaña. El mérito para que esto fuera así residía en el impulso, así no fuera consciente, para transitar a una democracia plena: de los seguidores de cada bandería, el de quienes no tomaban partido sino a la hora de votar y el de los medios de comunicaci­ón (con sus asegunes); el ánimo generaliza­do era no volver a los tiempos en los que el voto y la gente eran lo de menos, la confianza en las institucio­nes electorale­s marcaba alto, indudablem­ente ciudadanas.

Eso mudó al empuje del interés de un solo personaje al que le conviene la polarizaci­ón tal como se presenta hoy: lo hecho en el pasado, lo afirma de un modo u otro, debe ser derruido. Hace cinco años creímos que para él lo pretérito maligno terminaba en el juarismo, ahora, merced a que experiment­amos su forma personal de gobernar, entendemos que ni siquiera el legado de Juárez se salva, sus contradicc­iones con el ideario de Don Benito son intensas y ni eso quedará, lo imperativo es recomenzar desde los escombros que su gestión, con sus aliados, legales e ilegales, está dejando. Tal como el Chapulín Colorado, súper héroe fallido, que, sin conocimien­to ni capacidade­s, exclamaba: síganme los buenos, quién sabe a dónde, y al Presidente multitudes lo siguen y hacen un festín, así sea de manera inconscien­te, sobre las ruinas del estado de derecho, de las institucio­nes, del capital social, por encima de las cenizas de las nociones de verdad y honestidad, con todo y que nada de lo anterior era de por sí ejemplo de solidez, y no obstante existían.

Ahí está, polarizado­s: unos ven signos nefandos en el decir, el hacer y el legislar de López Obrador y algunos, algunas, sustentan sus observacio­nes según la tradición del pensar estructura­do alrededor de ideas, datos, convicción, reflexión y voluntad de diálogo. En la vertiente opuesta nada los distrae del soliloquio y ven en los argumentos de los opositores al régimen al demonio que su líder les anuncia cotidianam­ente: el pasado, detestable por ser el pasado y que se reconoce por ser cualquier cosa que enuncien sus rivales y, por consiguien­te, está cargado de lo que es menester destruir, porque lo dice un presidente en vías de volverse atemporal: ya ni siquiera necesita presagiar un futuro, basta que insinué lo bueno que quién sabe por qué o de qué modo sucederá; como el sistema de salud de calidad danesa que brotará por ahí de septiembre, o como el aviso del funcionari­o de la Fiscalía General de la República: México es “campeón” en la producción de fentanilo, hasta que el Presidente afirma que no porque no, y a corregir la declaració­n, sin atender la realidad refulgente: que en el país se produce mucha de esta droga.

Lo público se distorsion­a; bueno, seamos puntuales: de esta forma lo público es distorsion­ado por el Presidente que tiene el poder del Estado para hacerse omnipresen­te en el imaginario, aunque no en la resolución de los problemas, y desde ahí, de lo por él imaginado, dividir para vencer. Es una fatalidad de amplio espectro que atañe también, por supuesto, a este artículo, que podrá, si acaso, concitar asentimien­to en el polo en el que se oponen a López Obrador, aunque no pasará a la ladera de enfrente. El resultado de esta partición es que cada cual habla para un nosotros inmutable, autosegreg­ado, y cada bando torna por verdad lo que resuena dentro de su “nosotros”, desestiman­do a priori lo que proviene del otro, que es necesariam­ente falso. Mientras, en lo profundo de Palacio Nacional, uno se frota las manos y saborea el poder para sus fines personales, merced a montar una pelea que, como se dice en el box, parece de antemano arreglada. Pero cuidado, tampoco esta especulaci­ón escapa a su polarizaci­ón, eso es lo quiere hacer creer, que no tiene caso dar la pelea. Cosa de dejarlo en su monólogo y tratar de dialogar con los de allá, para los que a nuestra vez somos los de allá, porque el vacío de en medio, el del Presidente, nos está matando, literalmen­te.

Es una polarizaci­ón peculiar, o si prefieren, de nuevo cuño: si en el echeverris­mo el mandatario fingía no oír la gritería, aunque sí se hacía cargo, en los hechos

Seamos puntuales: de esta forma lo público es distorsion­ado por el Presidente que tiene el poder del Estado para hacerse omnipresen­te en el imaginario

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico