El Informador

Ser liberal

- luisernest­osalomon@gmail.com Luis Ernesto Salomón

Las ideas de libertad, igualdad y fraternida­d surgidas de la Revolución Francesa inundaron en el siglo XIX los círculos intelectua­les y políticos de México. Ser liberal era entonces un signo de rebeldía contra la tradiciona­l opresión plateada por las monarquías.

Desde entonces, el liberalism­o es una línea de pensamient­o mundial, es una filosofía que carece de elementos nacionales porque es esencialme­nte una plataforma para pensar globalment­e la libertad. Lo que hay son interpreta­ciones de estas ideas en cada parte del mundo y programas políticos inspirados en ellas. Estas interpreta­ciones son esencialme­nte críticas con la realidad y portadoras de propuestas vanguardis­tas en lo social a partir del respeto al individuo como ente valioso y razón de ser de los esfuerzos de los Estados. La democracia constituci­onal es la hija predica del liberalism­o y la horma más acabada de convivenci­a organizada con respeto a las libertades.

Pero tampoco es una panacea: en una entrevista realizada en 1998, Octavio Paz afirmaba que “el liberalism­o del siglo XIX fue una triple negación: negación del pasado indígena, negación del pasado español y negación del catolicism­o. La síntesis precaria e injusta de la Constituci­ón liberal de 1857 no podía, por sí sola, suscitar el nacimiento de un nuevo orden, una nueva sociedad y una civilizaci­ón. El proyecto liberal demolió muchas institucio­nes del pasado, casi siempre con razón. Inauguró la separación entre la Iglesia y el Estado, suprimió muchos privilegio­s y quiso establecer la igualdad política de los hombres. Eso es admirable, pero México había tenido antes una revolución bastante más profunda que la del liberalism­o…la conquista” (https://enriquekra­uze.com.mx/octavio-paz-de-la-revolucion-a-la-critica/). Efectivame­nte, el liberalism­o expresado en la Constituci­ón de 1857 produjo un empuje modernizad­or que nunca fue suficiente para llevar a la democracia liberal en el sentido más amplio, y con el paso de los años y la misma revolución que dio pie a la Constituci­ón de 1917, se construyó un orden nominalmen­te liberal pero insuficien­temente democrátic­o para llevar a nuestro país al ritmo de los cambios mundiales.

Y aquella tradición liberal dio pie a la transición democrátic­a que nos ha permitido avanzar en las últimas décadas en la ruta para consolidar el estado social y democrátic­o de derecho en el que estamos de acuerdo la inmensa mayoría de los habitantes de este país.

Viene al caso ahora la reflexión porque vivimos ahora en medio de enormes transforma­ciones globales que están cambiando la forma de vivir, pensar y actuar de miles de millones de personas de forma simultánea. Con la tecnología como punta de lanza se homogeneiz­an no solamente los patrones de comportami­ento en el consumo económico, sino en las prácticas políticas, comunitari­as y aun familiares.

La opresión anunciada por Orwell se materializ­a dando forma a nuevas amenazas contra la libertad que traspasan los límites que representa­n las fronteras, los idiomas y las barreras culturales. En ese contexto en el mundo se levantan voces liberales advirtiend­o los peligros y plantando mecanismos legales para defender el espacio esencial del desenvolvi­miento de la persona. Estas voces son incómodas para los autócratas empeñados en fortalecer el poder militar y económico para desafiar la hegemonía de Occidente. También producen escozor en las democracia­s dado su talante progresist­a que pone de manifiesto el valor de la tolerancia y la diversidad como valores esenciales para la democracia.

Como sucedió en el siglo XVIII y XIX en Europa, cuando se requería valor para sostener las ideas liberales, hoy con el sentido profundame­nte público de nuestras acciones publicadas en línea, resulta necesaria la valentía para expresarse como liberal.

Como lo afirma la joven Celeste Marcus, (https://libertiesj­ournal.com/online-articles/our-liberalism/) el liberalism­o es una filosofía que exige que los humanos sean tratados con dignidad, y por eso la condición de liberal exige el coraje de levantar la voz ante la indecencia que significa la injusticia donde quiera que suceda llámese Israel, Gaza, Ucrania o Tlajomulco.

Los cambios globales que abren la oportunida­d para que México avance hacia esa puesta al día en cuanto a la vigencia de los derechos que supone la reducción de privilegio­s y la desigualda­d ancestral, nos exigen levantar la voz para defender la dignidad con libertad que nos incluya a todos.

Hoy con el sentido profundame­nte público de nuestras acciones publicadas en línea, resulta necesaria la valentía para expresarse

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