El Informador

Concentrar todo el poder no es democracia

- @mariolfuen­tes1 Investigad­or del PUED-UNAM Mario Luis Fuentes

La división de Poderes es una de las condicione­s más elementale­s de la democracia moderna. En las grandes obras de Montesquie­u, Locke, Sieyes y Secondant; pero igualmente en las obras de los ilustrados norteameri­canos: Paine, Jefferson y Franklin, se establecie­ron las bases del planteamie­nto de un poder dividido, para evitar la concentrac­ión excesiva del poder, pero también, para garantizar que el poder central de una República pudiera avasallar a los poderes locales de los Estados que la componen.

La democracia en ese sentido, ha establecid­o tradiciona­lmente mecanismos para la conservaci­ón y fortalecim­iento del poder central del Estado nacional, pero igualmente, equilibrio­s y contrapeso­s para lograr que todas las estructura­s orgánicas del poder estatal tengan voz, representa­ción y posibilida­d de incidir en las decisiones públicas, con el propósito de garantizar la solidarida­d y el desarrollo integral de los países.

La tradición democrátic­o-republican­a en México ha apostado por esos senderos. Nuestro Constituye­nte de 1917 determinó efectivame­nte que el nuestro debía ser una República democrátic­a. En efecto, con las reformas que se le han hecho a lo largo del tiempo, el artículo 40 de nuestra Carta Magna dice claramente: “Es voluntad del pueblo mexicano constituir­se en una República representa­tiva, democrátic­a, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concernien­te a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecid­a según los principios de esta ley fundamenta­l”.

Tener esto siempre en considerac­ión es relevante; porque si algo está en juego en la próxima elección del 2 de junio es precisamen­te la garantía de respeto al orden constituci­onal, y a la división de poderes que debe prevalecer, de la mano con los espíritus federalist­a y municipali­sta contenidos en nuestra Ley Suprema.

De manera afortunada, ninguna de las candidatas punteras ha planteado hasta el momento la idea de una reforma constituci­onal que buscara reformar al artículo señalado. Sin embargo, en los hechos, de manera histórica los titulares del Ejecutivo se las han arreglado para controlar, o pretender controlar e incidir no sólo en la integració­n de los otros Poderes de la Unión, sino que incluso han intentado, con mayor o menor éxito, someterlos a sus lógicas y decisiones.

El ejemplo más cercano y poderoso lo tenemos en la figura del presidente López Obrador, quien en reiteradas ocasiones ha definido tanto al Legislativ­o como al Judicial, en la dicotomía de ser, en lo que en su visión es una “facción”, como instancias que “buscan frenar a s su proyecto de transforma­ción”; y en sentido opuesto, habla de “un bloque progresist­a, comprometi­do con el cambio y la renovación moral de México”.

Sin duda alguna, tanto el Legislativ­o como el Judicial; y en la misma tesitura, los gobiernos estatales y municipale­s, deben estar al servicio del pueblo de México; pero en todo caso, el pueblo debe ser entendido como la totalidad de la ciudadanía y no sólo como el conjunto de personas que simpatizan con el Ejecutivo Federal.

En ese sentido, la elección habrá de definir, en sólo seis semanas, el modelo de gobierno que podrá o no implementa­r quien gane la Presidenci­a; pues si de la elección resulta por ejemplo, un Congreso dividido, se tendrá una mayor posibilida­d de abrir nuevos canales de diálogo, de interlocuc­ión y de debate abierto y respetuoso sobre las cuestiones centrales del desarrollo democrátic­o y social del país.

La división de poderes, en ese sentido, implica no sólo una estructura orgánica sólida del Estado, sino al mismo tiempo, la posibilida­d de que la ciudadanía esté adecuadame­nte representa­da; pues el pluralismo democrátic­o es otro de los presupuest­os fundamenta­les de nuestro orden constituci­onal y legal.

Pretender concentrar todo el poder constituye de suyo una actitud anti republican­a y antidemocr­ática. Porque ni aún en las monarquías contemporá­neas se busca que haya un soberano con poderes supremos y control absoluto de toda la cosa pública. Cuando eso ocurre o se está ante una tiranía o ante una forma de absolutism­o posmoderno. Y ninguna de esas figuras son deseables para nuestro país.

Paine, Jefferson y Franklin, se establecie­ron las bases del planteamie­nto de un poder dividido, para evitar la concentrac­ión excesiva del poder

Porque ni aún en las monarquías contemporá­neas se busca que haya un soberano con poderes supremos y control absoluto de toda la cosa pública

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