El Mundo

MIREIA ABRAZA LA PERFECCIÓN

Obtiene en el 200 mariposa del Mundial el último oro que le faltaba en su palmarés / Es la primera persona nacida en España en conseguirl­o y sucede a López Zubero y Nina Zhivanevsk­aya / «Me levanté muy enferma», confesaría después

- ANDRÉS CORPAS

Mireia Belmonte logró cerrar ayer un círculo de oro al proclamars­e campeona del mundo en los 200 mariposa. «No me lo creo, es la única medalla que me faltaba», afirmó emocionada la nadadora catalana, que suma ya 22 oros en su carrera.

«Hay días en los que no tienes las mismas ganas que otros, pero como dispones de la misma rutina y cuentas con un objetivo muy claro, haces todo de la mejor manera. Ya que inviertes esas horas al día para entrenar, ya que te tiras al agua, que sea para conseguir tus sueños».

La sentencia, propiedad de Mireia Belmonte, la pronunció hace nueve amaneceres. Curiosamen­te, ayer sucedió algo muy parecido a lo que vaticinaba entonces, pero en Budapest. Cuando abrió los ojos, la ahora campeona y en ese instante aspirante al oro en el 200 mariposa del Mundial se encontraba bastante mal. «Me quería quedar en la cama, pero sabía que tenía la oportunida­d de estar en la final del Mundial, así que fui a la piscina», aseguró tras conseguir la joya que quedaba por lucir en su corona.

«Es la que me faltaba, pero me levanté muy enferma. Me dolía la garganta y la cabeza, no sabía cómo iba a competir por la tarde. Pero estaba menos nerviosa que en las semifinale­s, cambié el chip y la forma de nadar. Me encontré otra vez», reconoció. Ella mejor que nadie sabe que la constancia tiene premio. Por eso doblegó al dolor y abrazó a la excelencia.

No en vano, cada día nada 11,5 kilómetros, hace una hora de pesas, practica salidas e incluso spinning, boxeo o carreras. Ya puede llover, helar, granizar, arder el asfalto o caer ranas del cielo. En todas sus sesiones, siempre toma ella la iniciativa. Su entrenador, Fred Vergnoux, con quien compartió ayer un abrazo interminab­le y unas lágrimas de alegría en cuanto salió victoriosa, no tiene que llamarle nunca la atención. Ella tiene claro qué debe hacer porque es consciente de qué desea conseguir. Lidera su sesión y la de sus compañeros con una responsabi­lidad admirables. No es casualidad.

Como tampoco que nadara con éxito el 200 mariposa en 2:05.26, 20 años después de su primera medalla en un campeonato de Cataluña cuando era una niña de seis. Ahora ya puede decir que ha completado la última pantalla de su videojuego. El oro que confirma que es la perfección hecha ser humano. Para ello, tuvo que hacer la misma rutina habitual. Salió con sus dos gorros en la cabeza, sus uñas de gel perfectame­nte decoradas (esta vez con su color favorito, el rosa), su música en los auriculare­s, poniéndose la toalla en el hombro derecho mientras resguardab­a su mirada felina en sus gafas. Se lanzó a por su sueño. Tanteó el terreno en los primeros 100 metros tras un buen inicio, dejó irse a la dama de hierro, Katinka Hosszú, pero luego demostró que ella es la dama de acero de la piscina: en un final asombroso, fue dejando a sus rivales atrás y ni siquiera el último suspiro de Franziska Hentke a 25 metros para tocar la pared evitó el incontesta­ble triunfo de esta reina acuática. me lo creo. No sé, acabo de hacerlo y estoy asimilándo­lo», admitió todavía con las gotas de sudor, cloro y agua en el cuerpo. «Fue una carrera bonita. Era lo que me faltaba, ha venido y estoy superconte­nta. Me he guiado en las referencia­s he disfrutado y he luchado para intentar ganar», resumió la monarca incontesta­ble del 200 mariposa. Su niña bonita. Su prueba favorita.

Desde ayer, su tiara incluye alhajas doradas en los Juegos Olímpicos, el Mundial y el Europeo tanto en piscina corta como de 50 metros. También, si quiere irse al detalle, en la Copa del Mundo. Con el nuevo metal precioso ya son 22 los triunfos en grandes competicio­nes, y la sensación de que Belmonte es cada vez más grande que ese 1’70 de estatura que tiene. Y rejuvenece en cuanto salta a la pileta como si fuera una fuente de la vida eterna.

No son muchos los españoles que pueden decir que han logrado su gesta en un Mundial. Tan sólo tres: junto a Mireia, su admirada Nina Zhivanevsk­aya (en el 50 espalda en 2003) y Martín López Zubero (en 200 espalda en 1991 y en 100 espalda en 1994). De hecho, la suya es la primera victoria en un Mundial de una persona nacida en España. Y la quinta medalla que obtiene en esta cita, tras las tres en Barcelona y la que llevaba en Budapest. Y le quedan dos cartas más en la baraja.

Porque si algo la caracteriz­a es que no tiene límites. Ni los conoce. A lo sumo, ve un punto a lo lejos. A años luz. La clave es que no tiene presente aquello que está consiguien­do, como tampoco que puede mirar a los ojos y hasta tutear a leyendas actuales del deporte como Pau Gasol o Rafael Nadal.

«Compito y lo hago lo mejor que puedo. Ya está. Cada deportista debería creer lo que ha hecho al final de su carrera. Nina siempre decía que, cuando acabó, vio que todo lo que hizo era superimpor­tante. Es normal que los atletas no sepamos al nivel que estamos y busquemos mucho más», decía hace una semana. Hoy, Mireia Belmonte es la gloria hecha carne, huesos y agua. Su mito persiste porque sabe que hay que levantarse cada día para cuidarlo.

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FRANCOIS-XAVIER MARIT / AFP La nadadora española Mireia Belmonte, en un instante de los 200 mariposa en los que se proclamó campeona del mundo, ayer en Budapest.
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A. E. / EFE Mireia Belmonte, con el oro.

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