Los países del Este imponen su ley en la UE en el conflicto de los refugiados
El Consejo constata el fracaso del sistema de cuotas obligatorias para refugiados por la negativa de los ‘halcones’ de Visegrado Bruselas renuncia al mecanismo para intentar salvar el debate migratorio
No ocurre muy a menudo que una batalla europea la ganen países como Eslovaquia, Hungría o Polonia. Pasa mucho menos que quien pierda un enfrentamiento público, enconado y crítico para sus intereses sea Alemania. Ambas cosas han ocurrido simultáneamente en la cuestión migratoria. Se ha escenificado paso a paso desde 2015 y fue ratificado anoche, en Bruselas, en la última Cumbre del año, con la muerte oficiosa de la propuesta de cuotas obligatorias para acoger refugiados.
Se puede suavizar de muchas formas, buscar circunloquios y encontrar matices, pero el hecho es indiscutible. Los más duros se han impuesto. El debate migratorio ha quedado cooptado por el pulso de las cuotas, las posiciones se han enquistado y todo avance ha quedado relegado. La estrategia de enfangar el campo de juego para que la pelota no corriera salió a la perfección.
En mayo de 2015 la Comisión Europea hizo una propuesta arriesgada: un mecanismo obligatorio para repartir a 60.000 refugiados llegados a las costas de Grecia, Italia y Malta. La respuesta inicial de los Estados Miembros fue escéptica, en el mejor de los casos. Alemania y Suecia, las grandes potencias en la concesión de asilo, estaban a favor. E imploraban ayuda. En juego estaban las vidas de cientos de miles de personas y el sagrado principio de la solidaridad con los que huían de la guerra y con los socios de países fronterizos, abrumados e incapaces de asumir los rescates y alojamientos.
El Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) se posicionó rápidamente en contra. Reclamaron su derecho a decidir quién pisa su territorio, a escoger y a dar la espalda. Austria o Dinamarca compartían la oposición. España se sumó con críticas duras del entonces ministro Fernández Díaz y quejas por el sistema propuesto desde Bruselas (una fórmula que daba una cuota en función del PIB, la población y otros factores objetivos). Y varios más insistían en la necesidad de «proteger las fronteras exteriores» y cerrar las rutas, por encima de todo. Hubo una enconada discusión, y se llegó incluso a tener que votar ante la negativa férrea de los
halcones. La propuesta fue aprobada y aunque Bratislava y Budapest se negaron a aceptar gente y llevaron a la Justicia Europea el tema, los optimistas en Bruselas confiaron en que todo quedara en anécdota.
No podían estar más equivocados. Los pequeños, los del Este, los presionados no cedieron. Ni por las buenas ni por las malas. Las grandes potencias, con Francia y Alemania a la cabeza, se enfadaron y reprocharon a los gobiernos de Visegrado la negativa. Se les abroncó en público diciendo que era poco Europeo recibir miles de millones de fondos de cohesión y decir que No cuando les tocaba corresponder. Se habló incluso de sanciones, de congelar las ayudas a quienes bloqueaban. Hoy, dos años y medio después, la victoria de quienes se negaron a las cuotas, quienes mantuvieron un discurso más duro contra la inmigración, contra los musulmanes y pelearon sin descanso por su derecho a hacer lo que quisieran es indiscutible.
Que las cuotas habían fracasado lo habían dejado ya claro los números (menos de un cuarto de todos los que se había anunciado), los problemas para encontrar candidatos con los requisitos suficientes, la lentitud para reasentar y reubicar. Pero la Cumbre de ayer sirvió para certificarlo. El presidente del Consejo las enterró el martes en su carta de invitación a los jefes de Estado y de Gobierno, diciendo que habían sido «altamente divisivas», «ineficaces» y que habían recibido una «atención desproporcionada». La Comisión alzó la voz, pero nadie más.
Hasta Alemania ha acabado por reconocer que no es el camino. De aquí a junio de 2018 se debe abordar la reforma integral del sistema de asilo y de política migratoria, incluyendo cambios profundos en la Convención de Dublín, que entre otras cosas dispone que un demandante de asilo debe rellenar papeles y ser acogido allí donde entra en la UE. Es un debate largo y complejo que no está cerrado y que para algunas capitales ha quedado empañado por las cuotas, algo «secundario» a pesar de que en su momento fueron la mejor respuesta que la Comisión supo dar a una verdadera crisis humana con la llegada de cientos de miles de refugiados huidos de Siria, Afganistán o el Cuerno de África.
El Consejo y la mayoría de los países quieren enterrar así la idea y el sistema de cuotas y centrarse en la política migratoria. «No es el reparto, lo grave son las llegadas», insistía esa fuente. Ciertamente el tema ha sido divisivo y quedará aparcado.
Por eso Europa se moverá hacia dar dinero a los países africanos, a trabajar como hasta ahora con Libia o Sudán o como a diferente escala ha hecho España con numerosos gobiernos desde hace años. Y por eso Juncker, en su papel de mediador, es quien trata estas semanas de ganarse a los duros, reuniéndose con ellos y poniendo su mejor cara. «Es que Houston tenemos un problema. Creen que están siendo postergados, no incluidos, que no se reflejan sus posiciones, que no se les tiene demasiado en cuenta. Otros que no han sido socios fundadores tuvieron esa sensación en el pasado de que la Europa carolingia no les hacía tanto y hubo que luchar por ello», concede un diplomático del sur.
Lo que muchos se preguntan es qué efecto tendrá esta victoria de Visegrado en la geopolítica comunitaria y en el resto del debate. «Es la gran pregunta, sí», reconocen fuentes diplomáticas. «Si muchos no están de acuerdo tenemos que dar paso atrás y mirar cómo lo podemos hacer mejor. Todo lo que avancemos en control y trabajo de prevención ayudará a mejorar el
dossier de asilo, un dossier fundamental que no podemos olvidar», insiste la misma fuente. Ésa es la visión optimista.
La más ceniza es que la «Europa de los valores» ha perdido una batalla decisiva y cedido un terreno precioso que nunca podrá recuperar. «Se vendieron los derechos para contentar a Cameron y nada paró el
Brexit. Se renuncia ahora para contentar a los del Este. Y tampoco servirá. Si ni tú mismo crees en tu causa, ¿quién lo va a hacer?» lamentaba ayer un funcionario comunitario.
La propuesta inicial era repartir a 60.000 refugiados desde Grecia, Italia y Malta «Ya se vendieron derechos para contentar a Cameron y el ‘Brexit’ no se paró»