Cómoda victoria del Real Madrid ante el Barcelona en la Euroliga de baloncesto
Firma una noche inolvidable en la victoria ante el Barça que corta la mala racha en Europa del Madrid / Anotó un triple desde su canasta
Pasarán las décadas y se recordará que por aquí pasó un genio de esos que nacen cada tanto, un Mozart de la canasta que regaló, al Real Madrid y al baloncesto español, un par de temporadas inolvidables. Yo estuve allí el día que Luka Doncic la metió desde su casa, esa noche de diciembre que elevó aún más su leyenda. En el último segundo del tercer cuarto, cuando el Barcelona ya se tambaleaba como un púgil sonado, el niño maravilla asestó un misil desde el mismísimo saque de fondo contrario. Un lanzamiento que sólo él pudo imaginar, la canasta del año para saborearla en bucle, un estallido en el WiZink, que se frotaba los ojos en un éxtasis colectivo ante lo presenciado, que rebuscaba al cabo en sus smartphones para comprobar que no lo habían soñado.
Todo lo que sucedió durante el choque, antes y después, no fue más que un complemento a ese momento único. Doncic, además, firmó 16 puntos, seis rebotes y siete asistencias para ser el martillo pilón de un Barça hundido y rendido a su talento, que apenas sobrevivió un cuarto en el Palacio.
Después del partido del domingo, resuelto con una agónica prórroga ante el UCAM Murcia –que enlazaba con la que también disputaron en Atenas ante Olympiacos–, al niño (que nadie olvide, aún 18 años), tan parco en palabras como rebosante en baloncesto, le salió del alma un «ahora mismo estoy muerto» que evidenciaba la paliza física y mental que soporta en este inicio de temporada que unió sin respiro desde su oro continental con Eslovenia. El miércoles desveló Laso que aquello fue más que un quejido: ya le hacía efecto la fiebre que le ha tenido media semana en cama. Tan a punto sin embargo para la batalla contra el Barça que fue dueño y señor de todo lo que ocurrió sobre el parquet.
Su irrupción fue el primer desequilibrante de una contienda que avanzaba entre temores y desaciertos. Campazzo había aprovechado el poco amor que Heurtel pone en la defensa, pero el poderoso Seraphin había equilibrado. A la vez que el Madrid daba un respingo en defensa, el genio esloveno tomó las riendas del ataque. Primero conectando con Felipe Reyes, después enlazando dos triples seguidos que no fueron tres de milagro. Puso la máxima el local (37-26) con nueve puntos y cinco asistencias de Luka en un abrir y cerrar de ojos, aunque la falta de colmillo y una técnica del croata Radovic –que afán de protagonismo– a Rudy por una falta inexistente a Navarro dejó el marcador aún parejo al descanso (40-38).
El Madrid regresó como si no hubiera olvidado esas últimas acciones, con una cuenta pendiente en el bolsillo. No tardó en recuperar su ventaja, en ir estirándola poco a poco ante un Barça sin alma ni respuesta. Cuando coincidieron en pista Campazzo, Doncic y el inmortal Felipe, fue un pimpampum colosal (63-48), un ratito de baloncesto eléctrico, un gustazo para este Madrid tan azotado por el infortunio (sólo hay que mirar al rincón de su banquillo, donde se amontonan los lesionados).
Faltaba lo mejor, la canasta imposible de Doncic que suponía el 68-52. Todo se había quebrado ya, aunque a Navarro le quedara algo de amor propio para encararse con Campazzo y para que el Barça se arrimara sin demasiada amenaza (80-71). Lo zanjó Doncic, quién si no, con otra acción maravillosa, un quiebro que dejó a Claver roto para asistir maravillosamente a Reyes.
No hay nada como una vieja rivalidad para reaccionar. Va en el ADN de este Madrid la rebelión ante la fatalidad. Donde otros se quedan petrificados, ellos encuentran acicate. Pese al maleficio de las lesiones, pese a la mala racha europea, incluso pese al reciente precedente contra el Barça, el grupo de Laso dio un golpe en la mesa. Un triunfo rotundo guiado por Doncic en una noche para todos los tiempos, que es, además, una puñalada al azulgrana, hundido tan pronto en la tabla, en su peor inicio histórico de la Euroliga.