El Mundo

Amenazada de muerte una monologuis­ta que cuestiona los tabúes en Irán

La joven Zeinab Mousavi ha sido amenazada de muerte por ser la primera humorista del país / Cuelga sus vídeos en Instagram

- LLUÍS MIQUEL HURTADO

La comedia se abre paso en el rincón más insospecha­do: Irán; en su ciudad más religiosa: Qom; en la mente de una vecina de 28 años que ha desafiado –con un humor irreverent­e, avispado y sin apenas límites– tabúes tradiciona­les e incluso amenazas de muerte: Zeinab Mousavi. Con sus chistes, esta ex alumna de Ingeniería se ha ganado un puñado de ofendidos y una tropa de desternill­ados. Su alter ego, Emperator Kuzcooo –juego de palabras que significa Chorras–, es una celebridad. Según ella, la versión iraní de nuestro cuñao.

Instagram, donde cuelga sus vídeos, es el escaparate de la primera monologuis­ta de humor en un país poco acostumbra­do a que sea una mujer quien provoque las carcajadas. «Los iraníes ríen mucho, pero con dificultad. La risa tiene muchas limitacion­es», reconoce. Y prosigue: «Los hombres pueden acercarse a ciertas líneas rojas. Abordar ciertos temas, sin ser explícitos, se considera inteligent­e. Hay bromas que sólo pueden hacer los hombres, como por ejemplo las sexuales. La diferencia es que yo sí las hago».

Zeinab Mousavi saltó al humor desde la timidez. «Durante años fui una persona retraída. En lugar de intervenir, me fijaba en cómo se comportaba la gente». Todo cambió al llegar a la Universida­d, donde, explica, era costumbre que una vez al año la Dirección reuniera a los nuevos alumnos en un ágape y respondier­a a sus dudas «como quería, ignorando sus preguntas por completo. Un día, tras la fiesta, me subí al escenario frente a un grupo de amigos y empecé a imitar a uno de los directivos, improvisan­do respuestas».

Sin que ella lo supiera, alguien grabó aquella actuación. Pero el vídeo permaneció dos años en la sombra hasta que un día, tras dejar un empleo, Zeinab halló el archivo y publicó un fragmento en Twitter. «No es que tuviese muchos seguidores... Pero a la mañana siguiente, al ver con qué rapidez se había propagado, me dije: la que he armado».

Mousavi alcanzó una fama notoria. Al tiempo, la cadena estatal iraní, acostumbra­da a la censura pero dispuesta, a veces, a ensanchar los márgenes para atraer a los usuarios de antenas parabólica­s, ilegales, dio una oportunida­d a la comedia. «El programa Jandevane [Haz Reír] convocó un concurso de monólogos de humor. Lo consulté con mi agente y decidimos enviar un vídeo, y entramos en el concurso».

La comediante, que descubrió su identidad en antena, no ganó el certamen, pero ganó seguidores. Pese a ello, las amenazas de unos pocos no cesaron. «Me han acusado de impúdica», dice Mousavi. «Para algunos es difícil ver a una mujer en un espacio público. Pero las amenazas, algunas de echarme ácido, no han sido más que verbales. Pasé mucho miedo durante la etapa en que no era nadie», recuerda. «Nuestro padre siempre nos educó para ser nosotras mismas y no dejarnos influencia­r. Por ello, ahora no tengo miedo a nada».

Madridista hasta la médula, Mousavi está absolutame­nte convencida de que las victorias del Real Madrid llegan cuando Zidane se postra hacia la Meca en la media parte. Igual con Karim Benzema, «que es un patán, pero se lo perdonamos porque es musulmán».

¿Cuáles son los límites del humor? «Como humorista no hay límites, pero, como musulmana sí los hay», matiza Mousavi, quien se confiesa creyente. «Si hay algo que va a herir los sentimient­os de la gente, no me meto. Pero, de todos modos, sí es cierto que nos hemos metido con un montón de cosas y hemos ofendido a mucha gente…», puntualiza. En resumen, zanja, su límite «es lo sagrado».

«Hay bromas, como las sexuales, que sólo los hombres pueden hacer. Yo las hago»

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E.M. La humorista iraní Zeinab Mousavi.

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