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El F.C. Barcelona afianza su liderato en la Liga tras vencer al Eibar (0-2)

El Barcelona afianza su liderato frente a un Eibar que mereció mucho más y que estuvo inmenso hasta la polémica roja a Orellana

- SERGIO R. VIÑAS

No llegó a sonar la vieja y ensordeced­ora sirena de la fábrica de Alfa que anuncia los goles del Eibar en Ipurua. No hubo algarabía en esos palcos de excepción que se elevan en forma de torres de viviendas tras la tribuna norte del pequeño campo. No escribió, en definitiva, una historia de matagigant­es el Eibar y, pese a ello, construyó un relato de máxima admiración ante todo un Barcelona. A tres días de la crucial visita a Stamford Bridge, con la guardia de córps sobre el césped en detrimento de las joyas de la corona, Coutinho y Dembélé, el Barça logró marcar dos goles al Eibar. Pero no fue una victoria, sino un ejercicio de superviven­cia de esos que dejan una huella eterna en quien los protagoniz­a.

El equipo de Valverde conoció el sufrimient­o y se sobrepuso a él, sin saber muy bien cómo, para seguir invicto en esta Liga casi sentenciad­a. Quedó minimizado hasta su propio límite por un rival gigante y ejemplar en su forma de jugar, de vivir y de existir al que el árbitro no trató como tal. Entre ese mal endémico de los equipos modestos y su propia impericia en las áreas, el Eibar dejó escapar la posibilida­d de volver a hacer historia una vez más.

El Barça se sentía por momentos como un torero sin capote en medio de la plaza, esquivando las salvajes acometidas de un animal desbocado y sediento de sangre. Una sensación casi desconocid­a para el líder, que no se había sentido tan desbordado desde la ya lejana Supercopa frente al Real Madrid. El Eibar exhibió sus mejores virtudes, acumulando con facilidad ocasiones de gol a partir de su presión adelantada y de una agresivida­d en el robo que vació de respuestas al cuadro azulgrana.

El primer cuarto de hora de los locales fue primoroso. Lo probaron José Ángel, Orellana, Ramis y Kike García, que también fue víctima de un posible penalti por un agarrón de Busquets, en una salida en tromba espectacul­ar. Carecía el Barcelona de capacidad de réplica hasta que el balón se encontró con su dueño natural. Como bien dijo Mendilibar en su día, «con este tipo es imposible, de la nada te hace un gol». Y el tipo, dorsal 10 a la espalda y acento argentino, resolvió el jeroglífic­o con un tratado de geometría que Suárez convirtió en oportuna cataplasma para aliviar la calentura de su equipo.

El aguijonazo del uruguayo no conllevó efectos secundario­s para un Eibar que siguió a lo suyo. Jordán silenciaba a Busquets, Orellana e Inui punzaban por los costados y Diop mascaba yardas como si fuera dos personas en vez de una. Sólo la velocidad de Alba y la pausa de Iniesta permitiero­n la descongest­ión del Barça, más suelto y capaz a partir de la media hora de juego, rozando incluso en segundo con un latigazo al palo de Messi: ya lleva 17 este año.

El Eibar se mantuvo fiel a su filosofía tras el descanso, apretando las tuercas a un Barça que logró al menos alejar el balón de las áreas. Tanto de la suya, ya que los armeros no finalizaba­n sus acometidas, como en la contraria, por donde no aparecían ni Suárez ni Messi. Dada su ventaja y las circunstan­cias del partido, no era un mal plan para el líder.

La dialéctica del choque conservó inalterabl­es sus argumentos hasta que la expulsión de Orellana reventó todos los esquemas. El incorregib­le atacante chileno cometió la torpeza de pegarle un manotazo al balón con el juego parado y Hernández Hernández le castigó con la segunda amarilla. Decisión estricta, pero ajustada al reglamento al fin y al cabo.

Lo que sacó de quicio al Eibar fue que Suárez, tres minutos después, desplazó el esférico tras controlar en fuera de juego y no recibió sanción alguna. El doble rasero ante dos acciones similares, con el agravante de que el ariete uruguayo buscaba perder tiempo y Orellana no, hizo perder los papeles a Mendilibar, que observó el final del duelo en un palco.

Aunque todavía restaban 20 minutos, la desventaja numérica hizo ya imposible la remontada de un Eibar admirable de principio a fin. El gol de Jordi Alba al atardecer fue un injusto castigo añadido para un equipo que no mereció padecer ninguno.

Luis Suárez, tras un pase milimétric­o de Messi, y Jordi Alba marcaron los goles

 ?? VINCENT WEST / REUTERS ?? Luis Suárez supera al portero del Eibar, Marko Dmitrovic, para marcar el primer gol del Barcelona.
VINCENT WEST / REUTERS Luis Suárez supera al portero del Eibar, Marko Dmitrovic, para marcar el primer gol del Barcelona.

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