Las amistades peligrosas de Cs con Iglesias
Vuelve a mirar a Podemos, relación que rompió hace 2 años para no perder apoyos
Albert Rivera y Pablo Iglesias viajan juntos en el vagón de la montaña rusa de la vida política. La irrupción nacional de Ciudadanos y Podemos (2015) tejió una complicidad que luego dio paso al fango del insulto y los abruptos políticos y que estos días vuelve a alumbrar sonrisas y cordialidad. La batalla política de Ciudadanos con el PP ha obligado a Rivera a volver a mirar a Podemos, en una decisión estratégica no exenta de riesgo.
En la primera planta de Alcalá 253, sede de Ciudadanos y donde se reúne el núcleo duro, hubo debate sobre el hecho de invitar a Podemos a sumar una alianza para reformar la Ley Electoral. Dirigentes muy próximos a Rivera explican que se meditó el riesgo de hacerse la foto con un rival con el que pugnan por una parte del electorado, el joven, y que, sobre todo después de Cataluña, está desdibujado. Asumen que sentarse con ellos es concederles protagonismo, «darles oxígeno, munición, cuando más débiles están». Pero concluyen que el efecto de evidenciar de nuevo el eje regeneración contra inmovilismo, puede darles más que penalizarles.
El equipo de Rivera considera que aunque su estrategia, mientras la situación en Cataluña no se resuelva, pasa por abanderar el «patriotismo cívico» –«donde lideramos», subrayan–, resucitar la lucha nuevo-viejo, donde en las elecciones generales perdieron la batalla con Podemos, puede servirles para erosionar al PP, y también al PSOE.
La relación de Ciudadanos con Podemos ha oscilado entre el «estamos de acuerdo» de 2015 y la bajada al barro más explícita. «Como esto siga así nos presentamos juntos a las elecciones», llegó a decirle Iglesias a Rivera en 2015. Esa entente quedó destruida en la repetición electoral de 2016, donde Rivera rectificó su estrategia y se radicaliza contra Iglesias para evitar la fuga de votos al PP. En su equipo cundió la sensación de que les perjudicaba que la sociedad les situase en el mismo eje que Podemos, porque al final hubo una decisión por el extremismo, sobre todo, de los jóvenes. Desde que llegaron al Congreso, el debate parlamentario empeoró su relación, hasta dejar escenas agresivas en la bancada.
«La política no es para hacer amigos, es para trabajar por los ciudadanos y si para ello tengo que sentarme con Podemos, lo hago. No tenemos complejos para llegar a acuerdos. Mi enemigo no es Podemos, es el paro», ha dicho estos días Albert Rivera para justificar su acercamiento. Fue él quien levantó el teléfono para llamar a Iglesias y pedirle una reunión de sus equipos. Una reacción ante el silencio que recibía de PP y PSOE.
Quienes han participado en las campañas de Ciudadanos justifican el cambio respecto a Podemos en que un partido que aspira a gobernar «tiene que atraer todos los votos; tiene que agregar afinidades, no desagregarlas». Explican que el acercamiento no entrañaría riesgo electoral, pues no existe un trasvase de votos alto. El objetivo: «Reforzar el perfil de poder negociar con todos». Pero aún se recuerdan los días donde los vetos de Ciudadanos y Podemos impidieron un gobierno de Pedro Sánchez.
Este acercamiento ha dado munición al PP contra su rival en el centroderecha. «Al final los populismos de un lado y de otro acaban convergiendo, sobre todo si les viene bien a los dos», ha llegado a decir el coordinador general popular, Fernando Martínez-Maíllo.