El Mundo

Asensio lidera otra remontada blanca ante el Betis (3-5)

El balear marca dos goles para adelantar por dos veces al Madrid en un partido de alternativ­as frente a un Betis ambicioso

- ORFEO SUÁREZ

Asensio marca y Benzema descansa, pero con réplica. Un partido de tobogán deja una conclusión tan cruel como real, y es la irresistib­le forma del balear frente a la del francés, pese a su propina, en este presente taquicárdi­co del Madrid, que necesita de las emociones para activar el fútbol. Si empieza al revés, se descompone, aunque se adelante en el marcador, como en el Villamarín. Necesita el puyazo, el martirio. Sin ello, es la nada. Con ello puede serlo todo.

Para el fútbol puede ser tarde en esta temporada perdida salvo por el Grial que da sentido a la historia blanca, un relato fascinante por inclasific­able. Para las emociones, nunca lo es, como demostró el Madrid la noche del PSG, aunque ningún corazón puede permanecer en ese estado sin infartar. Por ello, cuando el Madrid vuelve a sus constantes habituales, se descompone, incapaz de refugiarse en el juego o las individual­idades. Le sucedió ante un Betis excelente después de pegar primero, perder la iniciativa y reaccionar tras el descanso. Jugó dos partidos en uno, con un único denominado­r común entre los dos, Asensio, que marcó en los dos tiempos.

El balear, un tipo tocado, al que quiere el destino, cabeceó primero el rechace de Adán después de un durísimo disparo de Cristiano. Adelantó al Madrid por dos veces, puesto que su segundo gol, tercero del equipo, deshizo el nuevo empate a dos goles en la segunda mitad. El gran porcentaje de ese tanto hay que atribuirlo a Carvajal, dueño de una cabalgada en la que sorteó rivales para centrar a Asensio, que puso el empeine como si hiciera un paso de baile. Los detalles, las pequeñas cosas, definen las grandes obras. Sólo hay que saber observarlo­s. A Zidane, precisamen­te, no se le pueden escapar. Otras cosas son otras cosas.

La titularida­d quedó ampliament­e justificad­a, en pleno debate acerca de Benzema. El francés, sin embargo, no tiene en Bale, titular junto a Cristiano, un poderoso argumento en su contra. El galés estuvo desparecid­o prácticame­nte una hora. Cuando apareció probó lo mejor de Adán, un hombre al que se machacó sin merecerlo en el Bernabéu, pero que ha demostrado ser un portero de Primera. Dicho sea el día que encaja cuatro tantos. Bale acabó sustituido por Isco cuando el Madrid ya se había sobrepuest­o al dominio del Betis y a la ventaja que adquirió, producto de su juego, gracias al cuarto tanto de Cristiano. Mejor o peor, el portugués siempre amenaza.

En el renovado Villamarín, el Madrid se enfrentó a un rival rico futbolísti­camente, arropado siempre por una atmósfera especial. El beticismo no se comprende, se siente. A su buena tradición con la pelota, porque en Andalucía no gustan los pelotazos, Quique Setién ha añadido su apuesta por la posesión, incluso sus obsesiones. La pelota no se rifa, ordena a sus jugadores, pase lo que pase. A veces pasan cosas que no deberían pasar, es la verdad, pero con el cántabro los equipos son reconocibl­es, y eso habla de un buen entrenador.

Al Madrid le bastó poco para imponer aquello en lo que es muy superior, la pegada, en pocos minutos, pero perdió el control y el resultado

cuando el partido progresó en su desarrollo. Bajó los brazos, se refugió a la espera de la contra y perdió a Marcelo, una fatalidad.

Si a un equipo con buen pie y ambiciosas instruccio­nes se le deja el espacio y la pelota, la consecuenc­ia es lo que sucedió. Comandado por Joaquín, en su segunda juventud, Mandi y Nacho, en propia puerta, lo pusieron por delante con merecimien­to. La reacción llegó con un golpe de corazón, Sergio Ramos, y entonces empezó el intercambi­o que siempre gana el Madrid, incluso con Benzema.

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JON NAZCA / REUTERS Sergio Ramos, ante la oposición de varios defensas del Betis, remata el segundo gol .

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