El Mundo

El marido de Jo Cox dimite de dos ONG por acosos sexuales

- CARLOS FRESNEDA

Brendan Cox, viudo de la diputada laborista Jo Cox, asesinada por el ultraderec­hista Thomas Mair en la antesala del referéndum de la UE, dimitió ayer como máximo responsabl­e de dos ONG creadas en memoria de su fallecida esposa entre acusacione­s de acoso sexual que remontan al 2015, cuando trabajaba para Save the Children.

«Acepto que he cometido errores y que he podido herir y ofender a algunas mujeres», admitió Brendan Cox, de 41 años y padre de dos hijos, en un comunicado remitido a The Mail on Sunday, el periódico que destapó el escándalo. «Asumo la responsabi­lidad por lo que he hecho. Pido perdón sin reservas por mi conducta en el pasado y me comprometo a respetar estándares mucho más altos en el futuro».

La noticia ha causado un profundo impacto entre los británicos, que alababan la labor desempeñad­a por Brendan Cox para mantener vivo el legado de su esposa, a través de la Fundación Jo Cox y de la organizaci­ón More in Common (Más en Común). Tras su renuncia, Brendan Cox ha anunciado que se retirará de la vida pública para volcarse en el cuidado de sus hijos.

Brendan y Jo Cox se conocieron precisamen­te cuando ella trabajaba en Oxfam, bajo las órdenes de Justin Forsyth, ex colaborado­r del premier laborista Gordon Brown. Forsyth fue tiempo después el jefe de Brendan Cox en Save the Children. Un episodio de acoso sexual a una empleada de la organizaci­ón (que le acusó de asaltarla a la salida de un bar poniéndole la mano en la garganta al tiempo que decía «quiero follarte») forzó la salida de la ONG de Brendan Cox y propició la marcha, cuatro meses después, de Forsyth.

Todo esto ocurría un año antes del asesinato de Jo Cox, que en el año 2015 vio cumplir su sueño de ser elegida diputada laborista. La pareja llevaba aparenteme­nte una idílica vida familiar, pero, en pleno ascenso político de su esposa, Brendan Cox fue acusado por otra mujer, a su paso por la Universida­d de Harvard.

La mujer llegó a denunciar el caso ante la policía, alegando que su supuesto agresor le arrinconó cuando estaban en un bar, le tiró del pelo y le metió el dedo pulgar en la boca. Le acusó también de mandarle mensajes obscenos, pero pidió a las autoridade­s que no fuera más allá con el caso «por temor a represalia­s».

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