El nuevo presidente de Andalucía promete una «beligerancia activa» contra el separatismo
Juan Manuel Moreno toma posesión en la Junta andaluza arropado por todo el Partido Popular
Alrededor de un millar de invitados, la mayoría cargos del Partido Popular –del presente y del pasado inmediato–, arroparon ayer a Juan Manuel Moreno en su toma de posesión como presidente de la Junta de Andalucía, dejando constancia del enorme significado político que supone para el PP tomar el mando del Gobierno andaluz y de la importancia que adquiere el propio Moreno, convertido ya en uno de los principales barones territoriales del partido.
Como un ejercicio de terapia colectiva, referentes de las dos familias que conviven hoy en la formación del centroderecha se reunían para celebrar el primer éxito político de la era Casado y el primero también después del trauma de la salida de Mariano Rajoy de La Moncloa. Moreno y su odisea de convertirse en el primer presidente de Andalucía no socialista han supuesto de alguna forma un bálsamo para la profunda herida abierta como consecuencia de la pérdida del Gobierno de la nación y el reñido proceso de renovación interna abierto tras la misma.
El líder andaluz ha sido siempre un hombre de confianza de Soraya Sáenz de Santamaría y por ella apostó en el último congreso del PP frente a la candidatura de Pablo Casado. Pero la campaña electoral andaluza, en la que Casado se implicó personalmente, y la complicada negociación a dos bandas que ha tenido que arbitrar el PP hasta llegar al pacto de investidura sellado por separado con Vox y con Ciudadanos, han terminado de derribar las barreras entre ambos dirigentes.
Moreno, que antes del inicio del acto saludó a Casado reconociéndole su intervención en el proceso que le ha llevado hasta la Presidencia de la Junta, le devolvió el favor con un discurso muy del gusto de la nueva dirección del PP, comprometiendo a Andalucía en la defensa de «la unidad de España», y anunciando que su Gobierno mantendrá una «beligerancia activa» con quienes quieren «trocear» el país y «dividir a los españoles».
Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Pastor, Alberto Núñez Feijóo y el propio Casado arroparon a Moreno en un acto con el que no sólo culmina una semana de revulsivo para el Partido Popular, sino también para el PSOE, que ha asistido a la pérdida de una de sus más importantes fuentes de poder institucional, económico y político, tras 40 años de gobiernos ininterrumpidos en la Junta.
Al relevo al frente de Andalucía no acudió ninguno de los ministros socialistas andaluces, ni siquiera la titular de Hacienda, María Jesús Montero, que fue consejera de Susana Díaz hasta que Pedro Sánchez la llamó el pasado junio para formar parte de su Gobierno. En su lugar fue la ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet, la encargada de representar al Ejecutivo.
Quien sí asistió al relevo de Susana Díaz fue el ex presidente Manuel Chaves, desaparecido de los actos institucionales desde su procesamiento en el caso de los ERE. Chaves cruzó un protocolario saludo con su histórico adversario Javier Arenas, y también con Teófila Martínez o Celia Villalobos. En el salón de usos múltiples del Parlamento, algunos militantes populares interpretaban la asistencia del ex presidente como un intento de autorehabilitarse políticamente, participando con normalidad en la vida institucional de Andalucía junto al partido (PP) que lo llevó al banquillo por los ERE; y lanzando así un mensaje al tribunal que dictará sentencia en unos meses.
Asistieron igualmente al acto los presidentes de la comunidad de Madrid, Murcia, La Rioja, Ceuta y Melilla, así como el ex presidente extremeño José Antonio Monago.