El Mundo

La oposición recupera la calle

La polémica jura de Nicolás Maduro y el liderazgo de Juan Guaidó despiertan a Venezuela

- DANIEL LOZANO

Una nueva esperanza recorre las calles de Venezuela. Cabildos populares llenos de gente, escraches contra dirigentes chavistas y el entusiasmo recuperado tras 17 meses de silencio se repiten de forma simultánea en distintos puntos del país. Un grito unifica a todas las corrientes de la oposición y del chavismo disidente: «¡Fuera, Maduro!».

«¿Desde cuándo no se veía tanta gente en las calles gritando libertad?», preguntó el escritor Leonardo Padrón tras comprobar cómo el pueblo opositor se reunía de nuevo en Caracas, Valencia o San Cristóbal. Los cabildos populares suman gentes por todo el país, aunque todavía están muy lejos las gigantesca­s cifras de abril de 2017 (un millón y medio) y de septiembre de 2016 (un millón).

«Estamos viendo un despertar, el silencio que había se ha transforma­do en energía y en fuerza. El 23E tiene que ser un estruendo, un grito de libertad en toda Venezuela», clamó Juan Guaidó, presidente del Parlamento, durante una de las reuniones ciudadanas en la capital.

La fuerte presión internacio­nal, el derrumbe económico que se siente cada día, la polémica toma de posesión del hijo de Chávez y el empuje de Guaidó se han confabulad­o para enturbiar el escenario impuesto por la revolución, que ha reaccionad­o con nervios ante un despertar que no esperaban.

En paralelo las protestas sociales, que ante la ausencia de las políticas sí estuvieron muy presentes en 2018, continúan este año tras la Navidad. Comerciant­es informales de Puerto Ayacucho sacaron a golpes a efectivos de la Guardia Nacional mientras centenares de usuarios del ferrocarri­l de cercanías de Caracas se acumulaban en andenes y en la calle tras nuevos fallos en el servicio, tan usuales. Al municipio capitalino de Chacao todavía no ha llegado el agua este año y las colas en busca de gasolina y gas se reproducen en el interior del país.

Hasta los líderes económicos, como Lorenzo Mendoza, presidente de Polar, el grupo empresaria­l más importante del país, no se mordió la lengua esta vez: «Va a venir una nueva Venezuela. La situación no es viable, el optimismo que existe es porque sabemos que algo va a pasar». «El juego se ha reactivado», confirma Félix Seijas, presidente de la consultora Delphos.

La preocupaci­ón también ha impactado de lleno en el discurso del líder revolucion­ario, que esta semana exigió máxima dedicación a los jueces revolucion­arios: «La guarimba (protesta) no puede volver al país, tenemos que garantizar la seguridad y el que intente guarimbear, que actúe rápidament­e la ley y para la cárcel».

El chavismo ha contraprog­ramado tres marchas contra la gran manifestac­ión opositora del 23 de enero, el día que se conmemora la caída de la dictadura del general Pérez Jiménez. Diosdado Cabello, número dos de la revolución, también extremó ayer su discurso, al «alertar» al pueblo que se mantenga «rodilla en tierra, fusil al hombro, bayoneta calada y el morral de Chávez en la espalda para defender la patria».

En la cúpula del poder revolucion­ario suenan las señales de alarma, sobre todo tras comprobar que sus dirigentes tampoco pueden pasear tranquilos. La policía ha detenido a seis personas del grupo de católicos que la emprendier­on a mandarinaz­o limpio contra la almirante Carmen Meléndez, gobernador­a de Lara, durante la procesión de la Virgen de la Pastora en Barquisime­to.

«La clave es el paso político dado por Guaidó. Factores objetivos los hay todos, pero faltaba el factor subjetivo, el político. Y surgió un actor inesperado que amenaza con llevarse por delante a los establecid­os. Se trata del atrevimien­to institucio­nal de Guaidó», resume Luis Salamanca, ex rector del Consejo Nacional Electoral (CNE).

«Las próximas horas y semanas muy probableme­nte nos lleven a una escalada conflictiv­a de muy alto nivel. Maduro tendrá que moverse como peso pluma si no quiere ser avasallado por este nuevo momento cumbre», vaticina el politólogo Piero Trepiccion­e.

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BRUNO KELLY / REUTERS El venezolano Denys Motaban posa con un cartel en portugués en el que pide trabajo y ayuda para su hijo, en Manaos (Brasil).

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