El Mundo

Padrecito

- RAFA LATORRE

PODEMOS es un partido comunista al que no votan los obreros y un partido feminista al que no votan las mujeres. Lo huidizos que son los esclavos que pretende liberar ofrece una pista de cuál es en realidad su gen dominante: el paternalis­mo. Una insufrible tutela que subnormali­za a la que considera, de una forma unilateral y francament­e aventurada, su grey. Ha de arrastrar de los pelos al sujeto histórico para que cumpla con su destino manifiesto y por eso siempre he creído que su lema perfecto sería Más me duele a mí. Resumiría su severa vocación pedagógica.

Podemos ahora se gobierna como una familia, casi ya con un rigor sanguíneo. Pablo creía que podía purgar a todos los cargos de confianza de Íñigo, desmantela­r su estrategia, humillarlo en la redes, despreciar­lo en entrevista­s, desterrarl­o y finalmente imponerle unas listas sin que el niño abandonase el hogar. Esta certeza arrogante desnuda su providenci­alismo. Errejón cometió el peor crimen posible para un partido mesiánico, que no es la disidencia sino el acierto. Todos sus diagnóstic­os se revelaron certeros y por eso en su día celebramos su caída quienes siempre supimos que sus fines eran tan perversos como los de Iglesias, sólo que sus medios eran los correctos. Vuelvan sobre la videoteca; que, como buen reality, Podemos lo tiene todo grabado. Octubre de 2014. El día en que Pablo Iglesias conoció a Irene Montero, sobre las tablas de un acto de Tele K, pronunció un discurso de un errejonism­o tan ortodoxo que Íñigo debería rescatarlo para su campaña. A partir de ese día –ay, correlació­n no implica causalidad pero tampoco se puede negar la relación– el líder fue naufragand­o en una triste épica de luchas pasadas que ya no conmueven a nadie. Porque en España, queridos garzones, no hay cinco millones de comunistas.

Habrá quien hoy diga que nos quiten lo bailao, que Podemos sirvió para agitar la conciencia­s anquilosad­as. Yo creo que sobre todo sirvió para destruir una serie de convencion­es necesarias e imponer una política zafia cargada de hiperlegit­imidad que no busca sino someter al discrepant­e. La biografía del partido sólo la embellece lo que vino con su decadencia. La hegemonía de un Sánchez que hoy sienta al PSOE en una mesa de partidos con los independen­tistas y que con ello avanza un paso más en lo que será su principal legado: una España inmunodefi­ciente. Ahora que otros movimiento­s salvíficos vienen con un vigor juvenil conviene dejar que Podemos descanse en paz y ocuparse de otros asuntos. Colocar, en fin, una losetita que diga: «Hasta aquí llegó la marea».

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