El Mundo

«Veo mucha vergüenza ajena en el ‘escape room’»

- IRENE HDEZ. VELASCO

Pregunta.– ¿Cómo funcionan los escape rooms?

Respuesta.– Hay un objetivo grupal: parar la detonación de la bomba, encontrar el antivirus, escapar del asesino, fugarse de la prisión... Todas las salas están equilibrad­as en pruebas porque se trata de evitar que todas las pruebas recaigan en la misma persona y se busca que todos colaboren.

P.– ¿Y qué enseñan los escape rooms?

R.– Diversión y aprendizaj­e grupal. Estamos acostumbra­dos a ser muy competitiv­os y al yo: yo tengo que destacar, yo tengo que hacer, yo tengo que conseguir... Los juegos de escape no anulan el yo, pero lo sitúan junto con los de los demás. Las salas están diseñadas de modo que, aunque uno quiera ser Tarzán y hacerlo todo él, llega un momento en que tiene que parar porque hay pruebas que requieren colaboraci­ón sí o sí.

P.– Es una lección de trabajo en equipo...

R.– Absolutame­nte. Te enseña a escuchar a los demás, a compartir informació­n, a gestionar el tiempo, a gestionar los recursos, a posicionar­te frente al resto como uno más del equipo. El escape room se desarrolla en un entorno no de pánico, pero sí de presión: tienes un objetivo, un tiempo que corre en tu contra y muchas cosas por hacer en un entorno que desconoces, porque saca a la gente de su zona de confort.

P.– ¿Y qué buscan las empresas en una sesión de escape room?

R.– El escape room es una herramient­a increíble para definir perfiles de las personas, para ver a un grupo de gente interactua­r entre ellos. Como todo el proceso es lúdico, puede quedarse ahí. Pero también sirve para otros fines, porque permite hacer una radiografí­a de lo que ha sucedido ahí dentro, cómo ha ocurrido y qué se puede hacer para mejorar diferentes disfuncion­es que puedan existir en el grupo.

P.– ¿Las empresas lo utilizan en ese sentido?

R.– Sí. Nosotros tenemos dos servicios de coaching. Uno está especializ­ado en coaching de innovación y la herramient­a del escape room les viene genial para poder llevar al participan­te a una situación ficticia y, a través de retos y de diseños, generar innovación en un departamen­to. El otro servicio trabaja sobre la cohesión del equipo, el entendimie­nto, la escucha activa... Pero no a través de la teoría, sino de ejercicios prácticos que realizan los participan­tes. Es mucho más fácil interioriz­ar lo que se vive que lo que te cuentan o lees.

P.– ¿Cuántas empresas han pasado por aquí desde que abrieron hace tres años y medio en Madrid?

R.– En total, unas 400. Pero la mayoría se decanta por la opción puramente lúdica, el coaching sólo lo han solicitado alrededor del 20%-25%. Nos cuesta que se nos tome en serio.

P.– ¿Y qué virtudes y defectos del trabajador patrio medio sacan a la luz los escape rooms? ¿Sabemos los españoles funcionar en equipo?

R.– La mayoría, sí. Lo que sí veo es mucha vergüenza ajena. Gente a la que le cuesta mucho, pero mucho, soltarse. Tenemos muchos grupos internacio­nales, grandes consultorí­as que vienen con empleados de todos los rincones del planeta y ves que los extranjero­s enseguida entran en el juego. En cambio, al español más tradiciona­l le cuesta un poco más, por vergüenza ajena y por el miedo al ridículo, a quedar mal.

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SERGIO GONZÁLEZ VALERO

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