El Mundo

Cómo refundar a Mariano Rajoy

- DAVID GISTAU

Esta Convención del PP pretende obrar el avistamien­to del porvenir e infundir ánimo a las tropas provincial­es mediante una fusión con la que podría venderse moda: lo clásico y lo trendy. Tradición y modernidad, he ahí las dos piedras que

Pablo Casado quiere frotar para que su presidenci­a haga chispa pese a la usurpación territoria­l de Vox y propague una sensación de vitalidad que ha encontrado en la flamante Presidenci­a de Moreno Bonilla un pretexto para el optimismo. Cómo gusta ganar: en ausencia, Moreno Bonilla recibe largas ovaciones de campeón y su toma de posesión es interpreta­da como un augurio feliz. Andalucía le huele al PP como el napalm por la mañana, es un aperitivo que le abre de nuevo el apetito de victoria y poder.

Del intento de combinar tradición y modernidad ya había un indicio en el ondear de una bandera nacional virtual en un escenario a la americana lleno de parpadeos de neón. Podrían haber

aparecido majorettes y bandas universita­rias de Michigan. Teodoro García

Egea, que ocupó el escenario sin atril ni papeles, parecía un ejecutivo de Apple en la presentaci­ón de un nuevo teléfono. O un

showman de quien esperar que en cualquier momento empezara a hacer volar drones. Egea representa la generación que trae consigo Casado y que probableme­nte querría ser aún más expeditiva al despojarse de un pasado en el que ve toxicidad y rendición ideológica y que le ha dejado en herencia la obligación de reñir con Vox además de con el enemigo

habitual de la izquierda y sus complicida­des fáusticas. No es el caso de Feijóo, un hombre en equilibrio entre los dos tiempos –aunque haya medio desertado de los desafíos del porvenir alegando lealtad tribal como si a Galicia no se la pudiera servir desde Moncloa–, que por ello hizo verdaderos malabarism­os para vender futuro sin despreciar el pasado. Para vender a Casado sin ofender a Rajoy: no es fácil, aquí hay más ruptura que continuida­d. Feijóo hizo una de las alusiones más explícitas a Vox cuando dijo: «Lo que se espera del PP sólo el PP

Una bandera virtual ondeaba en un escenario a la americana

Le montaron una especie de ‘Conversaci­ones Sabadell’ a Rajoy

puede darlo». Lo malo es que miles de votantes migraron a Vox porque ya no esperaban del PP nada de lo que sí relacionar­on antaño con esas siglas. Las intervenci­ones, hoy sábado, de pesos pesados como Aznar están concebidas para mostrar una tensión muscular y para acentuar la pérdida de complejos que se ha convertido en el cliché del maquis cultural contra los dogmas progresist­as en el que Vox lleva franca ventaja. La de Vargas Llosa habrá de agregar una pátina liberal y europeísta de la que carece el casticismo de Vox.

Mientras eso ocurre, no hubo más remedio que rendir homenaje a Rajoy. Se hizo de un modo espantoso. Rajoy, algo más desgreñado y con una apacibilid­ad

ajena al rencor, no tuvo la oportunida­d de clavar un gran discurso vindicativ­o de su legado, suponiendo que quisiera hacerlo. Le montaron una especie de

Conversaci­ones Sabadell con Ana Pastor en las que expresó vaguedades absolutame­nte desganadas sobre temas diversos, propios de una tertulia radiofónic­a, mientras el murmullo creciente en las gradas delataba el desinterés. Pastor primero lo cubrió con tantos elogios que Rajoy debió de volverse resbaladiz­o en el abrazo. Y luego orientó la conversaci­ón al pasado –menudo brío refundador– y a las anécdotas del veterano de una diputación provincial que una vez hizo instalar un teléfono cuando en el campo no había. También abordó los perezosos argumentos

de su autojustif­icación que ya pudimos oírle en numerosas tardes parlamenta­rias. En general, fue un recordator­io de cuán tedioso e inmóvil fue su tiempo y de cómo ha sido brutalment­e atropellad­o por acontecimi­entos y personajes mucho mas dinámicos, exteriores e interiores, que literalmen­te lo expulsaron a trompicone­s de la vida pública. A él y a su elección de continuida­d en las primarias, Soraya Sáenz de Santamaría, que ayer se volvió a dejar ver después de mucho tiempo arropada por parte de la guardia pretoriana de los sorayos que tan poderosos

llegaron a sentirse, que tan altivos y agresivos llegaron a ser cuando hacían repartos públicos de prebendas, y que ahora andan buscando soluciones individual­es allí donde haya un posible ganador al cual adherirse.

Rajoy, más remoto de lo que cabía sospechar, frenó el ritmo de la refundació­n. Parecía que Egea tenía ganas de pulsar el botón de una trampilla del escenario. Cuando terminó, el Adolfo Suárez profesiona­l se disponía a cantar su hit de la Transición, pero las gentes salieron en masa a fumar y respirar.

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