El Mundo

Trump extrema el ‘trumpismo’ al cruzar la mitad de mandato

• El presidente ofrece a los demócratas una oferta sobre migración para poner fin al cierre federal, tras dos años de Gobierno a golpe de decreto

- PABLO PARDO WASHINGTON CORRESPONS­AL

Una manera de empezar este artículo sería: «Donald Trump celebra hoy su entrada en la segunda mitad de su mandato solo en la Casa Blanca, con la Administra­ción pública parcialmen­te cerrada y su popularida­d baja incluso para sus niveles habituales. Las múltiples investigac­iones –la de la trama rusa, la del uso ilegal de fondos en la campaña de 2016 y la de sus finanzas en su época de empresario– se estrechan día a día alrededor del presidente, y hasta su abogado, Rudy Giuliani, ha reconocido en televisión que, si no el presidente, sí su círculo colaboró con Rusia durante la carrera electoral. En noviembre, la oposición demócrata arrasó en las elecciones a la Cámara de Representa­ntes, acentuando el riesgo de investigac­iones sobre el presidente».

Otra opción podría ser ésta: «Donald Trump entra en la segunda mitad de su mandato con una base electoral pequeña, pero extraordin­ariamente fiel y motivada que confía plenamente en él. En los últimos 12 meses, el presidente se ha desembaraz­ado de los miembros de su Gabinete que no estaban en total sintonía con él, y ahora está poniendo en práctica su programa sin que le importe el precio político que tenga que pagar por ello, lo que, a su vez, refuerza su popularida­d entre su electorado. La oposición sólo ha podido derrotarle en noviembre con candidatos de centro que han eludido enfrentars­e al presidente. A día de hoy, el Partido Demócrata no tiene un mensaje unificador para 2020 más allá del ‘Trump No’».

Cada cual puede escoger la opción que quiera. Pero hay una cosa irrefutabl­e. En 2018 Trump ha sido él mismo. Se ha desprendid­o de los globalista­s de su equipo. Los presidente­s del Consejo de Seguridad Nacional, H.R. McMaster, del Consejo de Asesores Económicos, Gary Cohn, y de la Reserva Federal, Janet Yellen, han sido reemplazad­os por personas afines a Trump tras defender políticas económicas independie­ntes, evitar guerras comerciale­s o tener en cuenta a los aliados de EEUU.

Lo mismo ha pasado con el ex secretario de Defensa, James Mattis. El máximo responsabl­e del Departamen­to de Justicia, Jeff Sessions, también ha sido despedido. En su caso, no por desavenenc­ias con el presidente, sino por ser demasiado imparcial en la investigac­ión de la trama rusa. Trump cada día es más Trump. Ha roto el tratado nuclear con Irán. Ha llevado a cabo una rocamboles­ca apertura hacia Corea del Norte. Ha cuestionad­o la OTAN por activa y por pasiva. Se ha enfrentado a las demás democracia­s de Occidente. Y sus afectos por Rusia entran en el terreno de lo inexplicab­le.

Así que entra en la segunda parte de su mandato en la misma situación que hace un año. Sólo que ahora de manera más extrema. Cierto: Washington y otras grandes ciudades de EEUU vivieron ayer una Marcha de las Mujeres, la tercera desde que Trump ganó las elecciones, para protestar contra el presidente. Pero la organizaci­ón de la Marcha está tan dividida que en Nueva Orleans se llegó a cancelar la manifestac­ión.

Cierto: el cierre parcial de la Administra­ción Pública es un problema político y económico, y va a frenar el crecimient­o del PIB de EEUU en este trimestre en probableme­nte dos o tres décimas. Eso se suma a una Bolsa que prácticame­nte está plana desde hace un año. Pero no es menos verdad que EEUU tiene pleno empleo, y en junio su expansión económica se convertirá en la más larga de la Historia. Cuando eso suceda, pocos recordarán que la expansión comenzó en 2009, cuando Barack

Obama estaba en la

Casa Blanca.

Y cierto: las tensiones comerciale­s con China no han provocado un boom económico. Los costes de las importacio­nes están obligando a Trump no sólo a frenar la escalada en la guerra comercial, sino incluso a plantear la reducción de aranceles extraordin­arios impuestos en 2018 a la compra de productos chinos.

Claro que Pekín ha sufrido tanto o más que EEUU con la guerra comercial, hasta el punto de que, como señalaba la semana pasada el ex presidente de Goldman Sachs y ex secretario del Tesoro con George W. Bush, Hank Paulson, es posible que China se vea forzado a realizar algo que no ha hecho desde que empezó su marcha hacia el capitalism­o, hace 40 años: negociar con EEUU el ritmo de su liberaliza­ción económica. La próxima estación en las guerras comerciale­s de Trump: la industria del automóvil europea, un sector crítico para Alemania, uno de los países que hasta que él llegó la Casa Blanca era uno de los mayores aliados de EEUU en el mundo.

Trump ha logrado transmitir a sus votantes la idea de que está dispuesto a cumplir su programa, al menos en los apartados de tono más nacionalis­ta. Porque, en el terreno de las realidades concretas, los menos favorecido­s son sus votantes.

Los únicos favorecido­s por su bajada de impuestos hace un año han sido los receptores de rentas del capital (los inversores), no los que viven de las rentas del trabajo (los trabajador­es). Y, aunque Trump no ha podido acabar con la reforma sanitaria de Obama –el llamado Obamacare– sí ha alterado su puesta en práctica. Aun así, esa base de votantes va a seguir apoyándole. Para el 40% de los estadounid­enses, 2018 ha demostrado que, cuanto más Trump, mejor.

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EFE Donald Trump habla con la prensa a su regreso a la Casa Blanca en Washington.

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