El Mundo

La otra Reconquist­a

- DAVID GISTAU

Hubo momentos de la convención en que el PP pareció una casa en la que los chavales dan una fiesta aprovechan­do que el viejo no está. Sintonías inspiradas en los Blues Brothers. Acompañami­ento musical de una banda que estaba presente como en los late-nights de Conan O’Brien. Moreno Bonilla, tan magnético de repente, recibido con el We Are The Champions de Queen como si viniera de lograr un ascenso a Primera y lo fueran a mantear.

Es fácil vincular esta concepción de show con Teodoro García Egea, un político tan imbuido del modelo americano que, cuando es citado en los discursos, saluda con la sonrisa pornográfi­camente abierta y señalando con el índice tenso, como hacen los winners. Es posible que el rearme ideológico del PP lo vayan a auxiliar en parte personas que sólo saben de política lo que han visto en las series de HBO.

Cuando no está Aznar para apabullarl­o todo con contenido y liderazgo natural, esta cosa como de caucus y globitos puede resultar insuficien­te para seducir a una derecha que se ha dejado arrastrar por las promesas de polvo, sudor y hierro de los jinetes fronterizo­s, de los hombres de vivac. Rostros de morrión que han de ser contrarres­tados por caras de vender coches de segunda mano en Massachuse­tts.

En realidad, la emboscada en el desfilader­o de Vox está lejos de ser el único problema del PP. Son tantas las cosas que debe contrarres­tar que no sabe ni por dónde empezar a abarcar todos los espacios, alejados los unos de los otros, que anhela recuperar para su jurisdicci­ón. En ese sentido, el discurso de Pablo Casado fue problemáti­co por la cantidad de argumentos dispares que necesitó mantener en equilibrio como esos artistas circenses a los que todos los platillos se les pueden caer de repente.

Está bien meter un párrafo sobre la España eterna, las tradicione­s que han de ser defendidas y la desinhibid­a guerra cultural contra el complejo de superiorid­ad moral de la izquierda. Uno lo entiende fácil: está tratando de recuperar votantes de los huidos a Vox, el supuesto partido imitador, el PP de karaoke, como lo llamó. Pero es que en el párrafo siguiente hay que contrarres­tar a Ciudadanos y

Esta cosa como de ‘caucus’ y globitos puede resultar insuficien­te

por eso el imperativo argumental pasa a ser el liberalism­o, la autonomía individual frente al Estado, la consistenc­ia del PP, su moderación, su fiabilidad, su capacidad de vertebrar una sociedad entera gracias al hecho de no ser ni caprichoso ni radical.

No quiero ni pensar qué puede ocurrir el día que Casado se líe y le lea el párrafo anti-Vox a un votante fugado a Ciudadanos y el párrafo anti-Ciudadanos a un votante fugado a Vox. Resulta mucho más fácil enardecer a las huestes arengando contra Sánchez, el PSOE y el genérico de La Izquierda.

Primero, porque ése es el adversario tradiciona­l del PP en un mundo bipolar más fácil de comprender y en el que los cachorros propios no tenían que marcharse para crear estructura­s con las que defender los principios cedidos.

Con mayor o menor arrojo dependiend­o de la naturaleza del liderazgo, el PP siempre existió contra la socialdemo­cracia en términos de antagonism­o histórico –salvo en lo fiscal: ahí siempre fueron idénticos–. Además, las complicida­des de Sánchez con las tribus de extramuros del 78 permiten clavar frases redondas como ésa de que «cada voto menos para el PP es un voto más para los enemigos de España».

Casado manejó un argumento parecido al de Feijóo cuando dijo que al PP no hay que buscarlo fuera del PP. El problema, y de esto dependerá la resolución de esta guerra interna de la derecha, es que, probableme­nte, muchos de los votantes perdidos ya no están buscando al PP, ni siquiera al pletórico de neoaznaris­mo, sino una cosa nueva con la que experiment­ar y que ya ha cogido su propia inercia. Esto es lo que está por dilucidar en el futuro.

Mientras, cabe suplicar a Casado que no vuelva a citar a Churchill. Lo hemos hecho tantos tantas veces, fuera legítimo o no, que estropea cualquier discurso. No, a Chesterton tampoco. Ni a Azaña. Voy a hacer una lista.

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