El Mundo

Valls y lo que oculta

- F. JIMÉNEZ LOSANTOS

EMPIEZA A merecer una novela picaresca la aventura del Dr. Valls metido a curandero del cáncer político español, porque eso, y no un paseo por los jardines de su infancia, es la política actual en Barcelona: meter el bisturí en los adentros de la crisis nacional y tropezarse con el tumor cancerígen­o en Cataluña y sus metástasis en Baleares, Comunidad Valenciana, Navarra, País Vasco y, si las meigas no lo remedian, Galicia.

Valls, que venía a lo suyo, se ha tropezado con la nación española, y no lo ha entendido o no lo ha querido entender, que para el caso es lo mismo.

En su libro de Memorias, Valls no habla nunca de la nación francesa –sólo en algún réquiem posterrori­sta– sino de La République, como si un sistema político fuera otra cosa que una de las formas del Estado nacional. Pero lo que España padece en Cataluña es eso: una crisis nacional, así que tenía que acabar mal con Cs, que nació para defender a la nación española y no, como sueñan algunos fundadores, una especie de République barcelones­a.

Ya satiricé en su día, cuando todo eran plácemes, ese provincian­ismo típicament­e catalán de Rivera –y no sólo de él– al acoger al ex ministro y ex jefe del Gobierno francés en términos que ruboriza recordar. Sin embargo, la ruptura de Valls y Rivera tiene en ambos un aspecto personal que va más allá de lo político o lo táctico. Y me parece defendible apoyar a Colau como mal menor si no se echa lejía cuando pasa

Vox, enemigo pequeño con el que Valls se ensaña para tapar el pacto Macron-Sánchez y que la ultraderec­ha de verdad, el FN, ha ganado sólo en un país europeo: Francia. Algo menos defendible es que la alternativ­a de Cs a lo de Valls sea apoyar al PSC, tan nacionalis­ta como Colau.

Pero lo trágico en esta novela picaresca, a lo Balzac, de Valls –que acabará donde siempre estuvo: en el socialismo republican­o, federal o lo que sea, menos nacional– es que oculta algo tristísimo y que, al repasar mi libro Barcelona, la ciudad que fue, veo claro: entre la investidur­a nonata de Inés y el hallazgo de Valls se produce la tercera ola de la hégira española de Cataluña, que empezó con el Manifiesto de los 2.300. Valls fue para los dirigentes de Cs un relator internacio­nal que les permitía salir con dignidad de Barcelona y venirse a vivir libres a Madrid. No lo reprocho; lo constato.

Me parece defendible apoyar a Colau como mal menor si no se echa lejía cuando pasa Vox, enemigo con el que Valls se ensaña

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