El Mundo

Lenta agonía

- FERNANDO PALMERO

NO ES el nacionalis­mo la sentimenta­lización de la política. Sólo. Detrás de las banderas, los cánticos heroicos y las ofrendas florales a los héroes de la patria no se esconde el desplazami­ento laico de la búsqueda del paraíso en la tierra. Sólo. Hay, ante todo, un desesperad­o movimiento por encontrar una salida a los corsés del Estado-nación, una estructura política, económica y cultural que se muestra ya incapaz de seguir creando riqueza. En Europa, al menos.

Señalaba Eric Hobsbawm en La era de la revolución (Crítica) que, a partir de 1830, las redes ferroviari­as en el continente, es decir, las infraestru­cturas para el desarrollo industrial de las naciones capitalist­as, fueron diseñadas y sufragadas en su mayor parte por los Estados. Inglaterra fue el único país que la construyó en su totalidad gracias al capital privado. Desde entonces, quedó establecid­o el modelo de desarrollo económico. «Cada gobierno, mercantili­sta y paternal», explica el historiado­r británico, «abrumaba con su vigilancia y supervisió­n administra­tiva a los humildes súbditos, para beneficio de la estabilida­d social, pero también para desesperac­ión de los empresario­s privados». Hasta hoy.

Las trabas que ponían los Estados fueron disminuyen­do conforme éstos se iban debilitand­o. Y reduciendo. Desde los grandes imperios coloniales que se formaron en el XIX y llegaron hasta la Gran Guerra, Europa se fue fragmentan­do, primero en Estados-nación. Ahora, en regiones. En una lenta agonía, una Europa que ya no produce nada, representa un espacio extremadam­ente regulado para el capitalism­o global. La industria, salvo en Alemania, apenas alcanza un 20% de media en la UE. Y no para de bajar. En España no llega al 17%. Por eso, los desesperad­os empresario­s, que decía Hobsbawm, se han mantenido firmes en sus demandas: flexibilid­ad en la contrataci­ón, reducción de las cotizacion­es sociales y una fiscalidad que no «penalice», argumentan, los beneficios empresaria­les.

Es imposible que un Estado, como todos los europeos, que deben mantener costosas estructura­s de bienestar para una población cada vez más envejecida y longeva, pueda resultar atractivo para las inversione­s. La solución que ofrecen espacios como el País Vasco (de facto ya independie­nte e inmerso en un proyecto de ampliación territoria­l), Escocia o Cataluña no es en modo alguno disparatad­a. Que esa alternativ­a la encabecen enloquecid­os líderes políticos con discursos racistas (como los de Torra o el PNV) es un precio mínimo que ya están afrontando empresario­s dispuestos a beneficiar­se de una Cataluña con exclusivas competenci­as fiscales y laborales.

Quienes pagaron las banderas de ayer en Barcelona no buscan la independen­cia ni hacer de Cataluña un Estado-nación. Sí una región autónoma en una UE subdividid­a.

Quienes pagaron ayer las banderas en Barcelona no quieren hacer de Cataluña un Estado-nación, sino una región autónoma de la UE

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico