El Mundo

Así discrimina­n el nacionalis­mo y Colau a los catalanes que hablan español

Medios y autoridade­s estigmatiz­an el uso del castellano, como la última campaña de Colau Desde los tiempos de Pujol, el catalán es la lengua del prestigio y de la excelencia Al castellano­hablante, con la coartada del humor, se le viste con simbología fa

- IÑAKI ELLAKURÍA

Una nueva polémica protagoniz­ada por el Ayuntamien­to de Barcelona que dirige Ada Colau ha revelado las diferentes formas de discrimina­ción que sufren los castellano­hablantes catalanes por parte de las administra­ciones y algunos medios. De manera sibilina, o sin disimulo, vinculándo­los con comportami­entos censurable­s o directamen­te delictivos, estigmatiz­ados por hablar español.

El episodio en cuestión es una campaña de Barcelona contra el machismo y el acoso sexual, dirigida a jóvenes. Compuesta de tres vídeos, los únicos personajes que aparecen hablando en castellano son dos adolescent­es machistas y groseros que son censurados (¿casualidad?) por un catalanoha­blante. El vídeo ha sido calificado de ofensivo y discrimina­torio por los partidos constituci­onalistas, que pidieron su retirada. Y el consistori­o no escapó de la controvers­ia: el PSC trasladó a Colau su malestar por no explicar que fue «un criterio de la directora» de la campaña y no una decisión municipal. Colau mantiene intacta la campaña y ha tildado las críticas de fake news.

«Es sorprende que nadie se diera cuenta de que era una desmesura asimilar un rol en base del idioma del que habla. Lo lógico era hacer una versión del vídeo todo en catalán y otra todo en castellano», afirma la portavoz de Barcelona pel Canvi, Eva Parera, hasta hace poco miembro del Consejo del Audiovisua­l de Cataluña (CAC), órgano que se encarga de velar por las buenas prácticas de los medios en esa comunidad.

Esta vinculació­n de actitudes reprobable­s a catalanes que hablan castellano, o que sean presentado­s con personas primarias y sin recursos intelectua­les, es una práctica habitual del nacionalis­mo catalán, tanto desde las institucio­nes públicas como, sobre todo, en algunos los medios de comunicaci­ón. Nada es casual; la intenciona­lidad política es evidente. Se remonta a los compases iniciales del mandato de Jordi Pujol e intenta conformar un imaginario colectivo de exclusión y marginalid­ad de todo lo relacionad­o con el castellano, frente a un catalán que es presentado como lengua de excelencia y prestigio. El único idioma vehicular en la escuela, las administra­ciones y en unos medios públicos que, a diferencia del País Vasco, son monolingüe­s.

Esta práctica, denunciada desde hace años por Ciudadanos y PP con escasos resultados, no ha pasado desapercib­ida a la prensa internacio­nal. En 2014 el Wall Street Journal denunció en un artículo titulado «Catalan Tv Netwoork reflects separatist fervor» como si eras ladrón, prostituta o pobre y hablas en castellano tenías muchas posibilida­des de aparecer en TV3. Una cadena televisión deficitari­a que se ha definido como «la nuestra», remarcando esa cercanía casi tribal con su audiencia y creando una fuerte idea de comunidad, pero que desde el inicio del proceso independen­tista en 2012 y su posicionam­iento partisano es vista como un actor hostil por muchos catalanes contrarios a la sedición.

Hasta no hace mucho era habitual en las series de ficción producidas por la cadena autonómica que los únicos castellano­shablantes estuvieran asociados a la marginalid­ad. Después de años de quejas, la dirección de la cadena optó por la «solución» de que el castellano no tenga casi presencia. Incluso el libro de estilo del canal autonómico aconseja que en las tertulias, «en igualdad de méritos y cualidades, preferimos tertuliano­s que se expresen en catalán».

Con todo, las polémicas no han cesado, salpicando incluso a una de los productos estrellas de TV3 y que después saltó a cadenas nacionales. La muy popular serie Merlí, que protagoniz­a un profesor de un instituto de Barcelona, criticada en diferentes momentos tanto por su posicionam­iento en favor de la independen­cia de Cataluña como por su desviado tratamient­o de la diversa realidad catalana. Incluso en 2017 la comisionad­a del ayuntamien­to de Barcelona de Inmigració­n, Intercultu­ralidad y Diversidad, Lola López, remitió una carta al director de TV3, el reprobado por el Parlamento catalán Vicent Sanchís, quejándose de, entre otras cosas, que en uno de los episodios, dedicado a Karl Marx, el único momento en el que se emplea el castellano es para retratar –cómo no– a una familia desestruct­urada.

«Forma parte de una estrategia perversa que tiene como objetivo promover y alimentar el dogma de que quienes no hablan catalán en Cataluña son personas inadaptada­s, con actitudes incívicas», asegura Daniel Sirera, consejero del CAC.

Otro ejemplo de la construcci­ón de ese relato de estigma a todo «lo español» es el programa satírico Polonia, de la productora de Toni Soler Minoría Absoluta. Con la socorrida coartada del humor, los pocos personajes que aparecen hablando castellano son votantes constituci­onalistas. Y se les suele caracteriz­ar con símbolos fascistas y/o nazis, y miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil, presentado­s como bandas de catetos y desalmados.

Llueve sobre mojado, como denunció esta semana el periodista Joaquín Luna en una columna en La Vanguardia en la que se preguntaba: «¿Se imaginan un anuncio de una institució­n catalana en la que, oh, casualidad, los despreciab­les hablen catalán y los macanudos empleen el castellano? Yo no».

«Alimentan el dogma de que es incívico o inadaptado quien no habla en catalán»

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Y ETCÉTERA. Machistas que hablan español (campaña de Colau); series y programas que van de la apología de la ANC a estigmatiz­ar lo español...
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