«Los padres no somos animadores de ludoteca»
Pregunta.– ¿Qué es lo que hacemos mal los padres en la actualidad?
Respuesta.– Habernos dejado enredar por la industria del consejo empaquetado. Muchos padres han abdicado de sus responsabilidades en manos de gurús educativos –en muchos casos patrocinados por industrias ajenas al ámbito educativo – que les dictan lo que han de hacer para ser «padres aceptables».
P.– ¿Cuál es el consejo que no soporta?
R.– «Tranquila, mujer». Normalmente, lo dicen hombres que carecen de sensibilidad educativa cuando se dirigen a las madres atentas, retratándolas como unas histéricas. Por desgracia, hay muchos de esos hombres en puestos directivos y sé que muchas madres sufren de ese paternalismo barato.
P.– ¿Cuál es el principal mito educativo que hay que deshechar?
R.– El del nativo digital. Que los jóvenes hayan nacido en la era digital no les hace más inteligentes o capaces de multitarea tecnológica. Está probado que la llamada generación Google depende demasiado de los motores de búsqueda y carece de las competencias críticas para poder entender el valor de la información en la web.
P.– Los niños cada vez juegan menos.
R.– Eso pasa por comprar juguetes con botones y pilas.
P.– ¿Les estamos domesticando en exceso?
R.– El adulto se obsesiona con la productividad. En cambio, la obra maestra del niño es interna. ¿Por qué el niño es capaz de subir y bajar 20 veces las escaleras? Está ocupado en hacerse a sí mismo.
P.– Otra obsesión es que no se aburran.
R.– Es tiempo de dejar de pensar en la paternidad como proveedores de experiencias sensacionales para una infancia mágica. Los padres no somos animadores de ludoteca. La niñez es, de por sí, maravillosa.
P.– ¿Qué le están haciendo los teléfonos móviles al cerebro de nuestros hijos?
R.– Cuando pedimos al cerebro que haga cosas que no está preparado para hacer, como la multitarea continua, pasa factura. El cerebro es plástico, pero no un chicle.
P.– No hay ningún estudio que apoye la introducción de las tecnologías en la infancia.
R.– Eso dicen las principales asociaciones pediátricas, pero pocos padres lo saben porque la industria tecnológica tiene medios infinitos para difundir eslóganes que fomentan su uso.
P.– ¿Estamos poniendo en peligro su salud?
R.– Yo creo que la factura va a ser muy cara: inatención, hiperactividad, adicciones a la velocidad y a la pornografía, déficit de realidad y la lista sigue. Pero la sociedad prefiere castigar y poner tiritas a prevenir.
P.– Curiosamente, los gurús digitales crían a sus hijos sin pantallas.
R.– Sí, ellos tienen los medios para pagarse el lujo de las relaciones interpersonales. Mientras tanto, sus empresas digitalizan las aulas de los colegios americanos públicos.
P.– ¿Por qué introducen las tabletas y los ordenadores en las aulas cuando los niños ya se pasan el día delante de las pantallas?
R.– Es símbolo de progreso, pero la innovación es un concepto comercial, no educativo.
P.– Debido a su discurso, ¿ha recibido presiones por parte de los gigantes tecnológicos?
R.– He recibido ofertas de colaboración en las que me pusieron como condición que mi planteamiento debía ser positivo respecto al uso de la tecnología en la infancia. Les dije que no necesitan a expertos, sino a gente complaciente con su modelo de negocio.