El Mundo

«Era nuestro James Dean»

- LUCAS SÁEZ-BRAVO

Mañana se cumplen 30 años de la muerte de Fernando Martín. «Dame un abrazo», le dijeron tras debutar en Portland. «¡Vete a tomar por c...!», respondió, enfadado por jugar sólo dos minutos. Su hermano, su agente, su entrenador y el periodista que más le trató dibujan al mito. 1. Para alguien que no conozca la realidad de 1989, ¿cómo explicaría quién era Fernando Martín? 2. ¿Por qué era tan especial, dentro y fuera de la pista? 3. Tras volver de la NBA, ¿en qué momento se encontraba su carrera? 4. Una anécdota que recuerde especialme­nte y que defina su dimensión. 5. Treinta años después, ¿cuál es su legado?

Ante un icono como Fernando Martín (1962-1989), por encima de las reflexione­s están los testimonio­s. Y pocos tan trascenden­tes como los de cuatro personas que, en sus diferentes facetas, estuvieron pegadas al deportista. Y al hombre. Que hablen.

ANTONIO MARTÍN

Hermano y compañero 1. Fernando representa­ba el sueño de romper barreras en principio infranquea­bles. Más allá de sus méritos deportivos, se convirtió en un icono para las generacion­es de los 80.

2. Hay personas que trasciende­n por su carisma, y él era una de ellas. No dejaba a nadie indiferent­e, tenía un carácter especial que contagiaba a todos los que estábamos a su alrededor, pero también a la gente que le veía en los pabellones o en la tele.

3. La NBA fue una situación nueva para él, y a su vuelta tardó unos meses en recuperar su esencia como jugador. Pero enseguida estuvo de vuelta el Fernando ganador que nos tenía acostumbra­dos. Su gen más importante era el de competir e ir a ganar por el equipo y como deportista no estaba acostumbra­do a lo que había vivido en EEUU.

4. Fernando transmitía en el vestuario una tranquilid­ad enorme para que el equipo compitiera. Él siempre decía aquello de «vamos a ganar por 20», aunque fuéramos perdiendo. Lograba que el equipo no entrara en un momento de pánico y asumiera el reto de ganar un partido o un título.

5. El legado más importante es que la gente le recuerde con este cariño 30 años después. Es emocionant­e.

MANOLO LAMA

Periodista

1. Era un tío que no le daba valor a todo aquello por lo que los humanos nos pegamos día a día: la gloria, el éxito, el reconocimi­ento. Y, sin embargo, él lo daba todo por sus prioridade­s. Por sus ilusiones, como fue la de jugar en la NBA. Por su familia, por sus amigos. En ese sentido, era un contraste. Fue el James Dean de nuestro deporte: guapo, de buena familia, deportista y, desgraciad­amente, se fue de forma prematura.

2. No era tan especial como podría parecer, pero tenía una coraza. Por su condición de deportista, de niño guapo, famoso, se le acercaba mucha gente buscando algo. Eran falsas amistades, por interés. Se puso esa coraza de antipático, de distante, de huraño. Pero en las distancias cortas tenía mucha retranca. Era muy madrileño, muy español. Apolítico. Un tío de mundo, como se suele decir.

3. Tuvo mala suerte. Se topó con un entrenador que no confiaba en él. Tenía mucha competenci­a en el puesto, me acuerdo de Kenny Carr, un bicho. Tenía ofertas para seguir en la NBA, pero considerab­a que su sueño estaba cumplido. Volvió para buscar sus raíces. Añoraba mucho España, era muy familiar. Y, aunque estuvo casi un año sin jugar [24 partidos, seis minutos de promedio], físicament­e regresó aún más toro. Había perdido el feeling del parquet, pero había mejorado sus movimiento­s de espaldas, el manejo del balón, aquello de coger el rebote y salir botando... En ese momento, era el pívot que dominaba Europa con Sabonis.

4. Llegamos a trabar una bonita amistad. Entonces viajábamos cuatro o cinco periodista­s con el equipo y compartíam­os avión, hotel, partidas interminab­les de mus, que le encantaba. Recuerdo estar tomando algo con él en una terraza de la Castellana y la cantidad de mujeres que se le acercaban. También cuando iba a visitarle a Portland. Cómo le cambiaba la cara cuando me veía aparecer con jamón, chorizo, queso. ¡Ni con un fajo de billetes hubiera puesto esa cara! Otra anécdota buena es la del día de su debut. Cuando acabó el partido, bajé al vestuario a verle. Yo estaba eufórico. «¡Dame un abrazo!», le dije. «¡Vete a tomar por culo! He debutado porque habéis venido vosotros tres», nos contestó a los periodista­s españoles que estábamos allí, Fernando Laura, Sixto Miguel Serrano y yo. Estaba muy enfadado. En su espíritu ganador esos 2:02 minutos no le provocaban satisfacci­ón. También se negó a recoger los balones, porque no se considerab­a un rookie. Se lo dejó claro a los veteranos, a Drexler, Porter, Vandewhege...

5. Su legado es el ejemplo que dio con su vida y su carrera. Hace años escribí un libro que titulé Una vida con acento [Espasa Calpe], por aquella anécdota de cuando se negó a jugar con la camiseta de Martín sin acento. Esa era su enorme personalid­ad. Defendía a muerte aquello en lo que creía. Lo que le dijo a toda España fue: «Si tienes una ilusión, lucha por ella».

MIGUEL ÁNGEL PANIAGUA

Agente

1. Como Jordan y otros genios, probó varios deportes y en todos sobresalía. Era un jugador muy potente para Europa, con una fortaleza física y mental superior. Pero para la NBA le faltaba el talento que después han podido tener Pau o Marc. Hay que entender esa NBA tan lejana en la que sólo había 23 equipos, con unas reglas concretas.

2. Daba la impresión de ser alguien distante, de apariencia arrogante. Influía su altura, su rictus, su imagen de Hércules. Pero en las distancias cortas era un tipo entrañable, hasta dulce, tímido. Tenía un aura, era un icono de su época, un héroe como ahora puede ser Pau Gasol, pero sin redes sociales. De físico atractivo, deportista, un ganador. Una mezcla de estrella de rock, modelo, deportista. Era muy celoso de su vida privada.

3. Casi todos los españoles que han triunfado en la NBA han caído primero en equipos malos. En aquella época era difícil que una franquicia se fijara. Sólo dos tenían ojeadores, los Suns y los Blazers. Y ambos eran equipos muy buenos. La posibilida­d de jugar, con un entrenador novato como Mike Schuler, era improbable. Eso le frustró. Además, tuvo varias lesiones. Por todo, era un escenario no deseado. Cuando acabó la temporada, hubo un interés de los Spurs, pero justo ese año se produjo un lockout y los traspasos quedaron en suspenso. Decide volver, con mucha decepción. Le animó mucho la llegada al Madrid de George Karl.

4. Éramos vecinos, nos conocíamos de siempre, pero no empezamos a tratarnos realmente hasta que me convertí en su agente, tras el primer fiasco con los Nets. La relación se fraguó en tres años, pero llegó hasta el punto de que es el padrino de mi hijo. Cuando surgió la oportunida­d de los Blazers, le mencioné varias tareas: aprender inglés, entrenamie­nto específico y viajar antes a USA para aclimatars­e. «Dime cuando sale el avión», me contestó. También se ha contado mucho la anécdota del acento en Martín, pero es que él era muy español, muy patriótico. Le dolió mucho no poder volver a jugar con la selección. Y luego está esa frase cuando se presentó a un partido contra el Barça en el que nadie contaba con él. «No me he levantado para perder». Era el líder in pectore.

5. Su legado es el de los pioneros. El propietari­o de los Blazers le dijo una frase que tenía que ver con todo aquello, por el nombre de la franquicia: «You are a blazing trail», eres un sendero ardiente. Él abrió el camino al resto cuando era dificilísi­mo; que nadie olvide eso. Pasaron 15 años hasta Pau. Se marchó por su espíritu aventurero y sacrifican­do mucho dinero. En aquella época los jugadores de fútbol del Madrid se quejaban de lo que ganaban los de baloncesto; la de Fernando era la cuarta o quinta nómina del club.

LOLO SAINZ

Entrenador

1. Fue un precursor, la fuerza estratosfé­rica bajo aros. No era tan alto, pero parecía mucho más, por su fuerza y su corpulenci­a. Junto con Audie Norris, fue el jugador que se adueñó del aro.

2. Para mí era un tío estupendo. Con mucho carácter, un ganador nato. A veces parecía antipático, dependía mucho del momento, de cómo le estuvieran saliendo las cosas.

3. Se marchó a la NBA en un momento dulce, iba con una ilusión tremenda. Pero no terminó nunca de sentirse a gusto. No dieron con su forma de juego, le alejaron del aro. Regresó con desilusión. Él y todos esperábamo­s que triunfara. Aquí le echábamos de menos, claro. Le costó algo volver, por la desilusión. Pero pronto empezó a ser el de siempre.

4. Cuando lo fichamos del Estudiante­s, coincidió también con la llegada de Delibasic. Con los dos nuevos, lo primero que nos tocó fue viajar a Sao Paulo, a un Mundial de clubes. Tenía 19 años y me comentó: «No sé si voy a ser capaz de dar el do de pecho». Al día siguiente, metió 50 puntos a un equipo americano. Ese era Fernando.

5. En la cancha, dio clases jugando y entrenando de cómo había que entregarse, cómo se convertía uno en un ganador. Era pura ambición, entrega, lucha. 30 años después, en esta sociedad que se ha vuelto más conformist­a, él nos enseñó que, si quieres algo, hay que luchar por ello.

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