El Mundo

La nación demediada

- ARCADI ESPADA

DOS jóvenes comentan regocijado­s el vídeo sexual que acaban de recibir y que muestra la actividad de unos conocidos. Uno de los jóvenes es negro. Están hablando en castellano. Junto a ellos hay un tercero, muy blanquito, que de pronto interrumpe el regocijo y les reprocha su conducta: ¡Masclistes!. El vídeo forma parte de una campaña del Ayuntamien­to de Barcelona contra la violencia sexual. Y ha provocado protestas. Se le reprocha que los malos usen el castellano y el bueno el catalán. Estigmatiz­a, dicen. No he visto que los negros se hayan sumado a las protestas. Yo creo, en efecto, que es más común ser machista (lo que dicen que es ser machista) en castellano que en catalán. Yo mismo, en catalán, lo soy en contadísim­as excepcione­s. También creo que en Cataluña, y en el resto de España, los inmigrante­s incurren relativame­nte más en el crimen de pareja. Se les responsabi­liza, aproximada­mente, de un 40 por ciento de los asesinatos. Cada vez que se publican las cifras globales La Paisa corre a decir que los españoles de origen matan más. «¡Son más del 60 por ciento, los criminales!», aúllan. Sin atreverse a escribir la cifra obviamente correlativ­a, y es que los españoles de origen son el 90% de los españoles.

La verdad estigmatiz­a mucho. Por su parte, la política va combinando, según sus necesidade­s: a veces prefiere la verdad y a veces el estigma. La escena polémica del vídeo municipal es por completo verosímil respecto de la lengua empleada por los negritos. Su problema es, precisamen­te, el blanquito. Es inverosími­l que se dirija a ellos, ¡y riñéndoles!, en catalán. Su discurso, que ya resulta pomposo y ortopédico en el plano del significad­o, añade un significan­te improbable que aún lo aleja más de lo real. A cambio, la lengua catalana ejerce en tal contexto un desagradab­le rol instructor, de dedo índice levantado. Cualquier sociolingü­ista reconocerí­a aquí el drama del catalán realmente existente: ha acabado convertida en la lengua cursi, retórica y antipática del poder.

Yo comprendo la reacción exaltada de los españolazo­s y sus denuncias. La hipocresía de la genteta es difícilmen­te soportable. Pero la anécdota refleja el decisivo problema de los nacionalis­tas. Creo que fue Gabriel Ferrater el primero que señaló la imposibili­dad de hacer novela de policías y ladrones en catalán, ante la imposibili­dad de que un atracador entrara en un banco y exigiera la pasta al grito de Mans enlaire!. Y quien dice la imposibili­dad de la novela dice la imposibili­dad de la nación. No hay nación viable sin feos, desgraciad­os y malvados. Y no: los encomiable­s y sacrificad­os esfuerzos de El Valido no bastan.

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