Greto Sánchez
LAS semejanzas entre Greta Sánchez y Pedro Thunberg son tan evidentes que no merecen mucho comentario. Ambos son líderes de innegable proyección internacional y gusto viajero. Se saben depositarios de un dogma conservacionista al que debe supeditarse cualquier otra consideración, si bien una trata de conservar la vida en el planeta y el otro la vida en un palacio. Cabalgan a diario contradicciones entre sus dichos y sus hechos, porque ni siquiera se puede respirar sin verter CO2 a la atmósfera y porque tampoco se puede gobernar la España constitucional con los enemigos de la Constitución española. A los dos les gusta colocar propaganda los viernes, aunque a una se la hacen activistas de secundaria y al otro Isabel Celaá, que adolecerá de muchas cosas pero no se puede afirmar ya que sea una adolescente. Ambos se presentan como víctimas progresistas de la maldad reaccionaria encarnada por todos los demás: las gretas lloran de rabia porque un mundo sin alma les secuestra la niñez y amenaza con carbonizar su futuro; las pedrettes gimotean porque el Parlamento les negó cuatro veces la investidura –«Nos han robado las elecciones», lastraba Lastra– y amenaza con arrebatarles también la quinta. Ambos gozan de reverente foco en medios y cosechan mofa desatada en redes. Comparten esa mirada de extraviada determinación que suple sus dificultades comunicativas, mecanismo de compensación que traduce la manía persecutoria en redoblada huida hacia delante. Por último, el madrileño también parece sueco cuando se le pregunta por sus propias promesas.
Podría decirse por tanto que a Pedro y a Greta los separaron al nacer. En casos de duplicación psicológica tan descarnada, lo interesante es explorar las sutiles diferencias. Algunos analistas han señalado las más obvias, las que median entre un Falcon y un catamarán. Pero hay algunas más. Decía Dalí que la única diferencia entre un loco y él es que él no estaba loco. Greta no está loca: solo es una niña manipulada por sus padres y afectada de Asperger que un día ajustará cuentas con todos aquellos que pensaron que convertirla en el Joselito de la ecología era una buena idea, tanto da si al servicio de una causa noble o de una industria lucrativa. Locura es repetir los mismos actos y esperar resultados distintos, y no creemos que Greta intentara reeditar una mayoría de gobierno con ERC después de que ERC le hubiera tumbado unos presupuestos y un presidente del Senado.
El problema no es que venga Greta. El problema es que en una semana ella se va pero Sánchez, de momento, se queda.