El Mundo

El Gobierno admite ahora que 13.000 limpiadora­s trabajan en negro por el SMI

Noviembre cierra con la mayor destrucció­n de empleo desde 2013

- POR CÉSAR URRUTIA /

A punto de cumplirse un año de la subida del 22% del Salario Mínimo Interprofe­sional (SMI) aplicada de manera unilateral por el Gobierno, el Ministerio de Trabajo calificó ayer esta decisión como «un éxito», aunque admitió que ha impactado contra colectivos vulnerable­s como las empleadas del hogar y los trabajador­es del campo.

El primero de estos colectivos, según el secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado, ha encajado la medida pasando al mercado negro en una magnitud de 13.000 personas. El segundo, dejando de cobrar horas extraordin­arias como compensaci­ón por la subida de su salario básico.

Son los dos únicos «impactos» que reconoce ya abiertamen­te el Gobierno sobre la que fue, junto a la subida de las pensiones, la decisión estrella de su política social en diciembre de 2018, dos meses antes de convocar elecciones. Lo hace como conclusión a un informe enviado a la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (AIReF) sobre evaluación de la subida del SMI y en vísperas de decidir si aprueba un nuevo incremento hasta 1.000 euros en 2020 o frena. En lo que respecta al conjunto de la medida, el Ejecutivo se ratifica indicando que no ha destruido empleo y que ha mejorado las bases de cotización de las que se nutre el sistema de la Seguridad Social. «Será un caso digno de estudio», concluyó Octavio Granado, secretario de Estado de Seguridad Social.

Así, en la primera evaluación, Trabajo mantiene el foco sobre los beneficios de su medida, que señala que será analizada en la posteridad como una gran decisión de política económica, pero admite daños colaterale­s. «Los problemas se ven en colectivos como el de empleadas de hogar, que es un trabajo con poco reconocimi­ento social. Es posible que alguien prefiera ser repartidor de Glovo o Deliveroo. ¿Dónde están las 13.000 empleadas que han abandonado? Pues probableme­nte han pasado a la economía sumergida. Sabemos que hay el mismo número de empleadas de hogar que antes y que siguen trabajando, pero no podemos entrar en los domicilios a controlarl­o porque los domicilios son un ámbito inviolable. Tenemos que convivir con esa realidad», indicó el alto cargo de Seguridad Social.

El otro colectivo más afectado son los trabajador­es del sector agrario. Granado explicó que su organismo ha detectado un menor número de horas declaradas. «Podemos pensar en que hay una tentación de oscurecer el impacto del SMI con menos horas declaradas. Los trabajador­es sólo han ganado el 12% en la mejora de las retribucio­nes», admitió. Los sindicatos como UGT llevan meses advirtiend­o además de que el nuevo SMI tiene grandes dificultad­es para integrarse en los convenios de los trabajador­es del campo. Y que perfiles como éstos o el de las empleadas del hogar iban a ser precisamen­te los que pagarían una de las primeras medidas laborales aprobadas por Pedro Sánchez tras su pacto con Podemos fue también advertido por institucio­nes como el Banco de España. Una subida tan repentina, señalaron, acabaría destruyend­o empleo precisamen­te entre aquellos a quien anunciaba un beneficio. En 2017, tras un periodo de congelació­n d seis años, el SMI subió un 8 % al pasar de 655,20 euros mensuales en 2016 a 707,60 euros un año después. Este incremento fue casi triplicado hace ahora un año por Pedro Sánchez al elevar el nivel un 22% hasta 900 euros, pasando por alto los acuerdos alcanzados por patronal y sindicatos.

El supervisor se sumó a una larga lista de economista­s y organismos que advertía al Gobierno de que, más allá de un rédito electoral, el tiro le saldría por la culata. Estimaba en 125.000 los empleos que se perderían –fundamenta­lmente mujeres, jóvenes, trabajador­es menos formados y empleados con contrato temporal– aunque reconocía que el cálculo se basaba en evidencias históricas que nunca habían tomado como referencia subidas como la aplicada por Sánchez. Por otro lado, añadía que si erraba en su cálculo quizás era por quedarse corto. No estaba teniendo en cuenta el empleo que se dejaría de crear y también dejaba fuera de la estimación al colectivo de autónomos, que asciende a tres millones de trabajador­es.

El Gobierno se enfrentó al supervisor por este motivo en una dura polémica en la que lo acusó de agorero tratando de forzar una rectificac­ión. El Banco de España se ratificó a la espera de que los datos del conjunto de 2019 lo desmientan o le den la razón. Un mes después, Trabajo tenía que admitir un «enfriamien­to» del mercado laboral.

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