El Mundo

Ya empezamos

La sesión fue un aperitivo del caos en que se va a convertir esta legislatur­a

- SANTIAGO GONZÁLEZ

El primer día del cole los niños suelen estar algo revueltos, hacen carreras y se pelean un poquito para hacerse con el pupitre de los otros. Ahora, ya no está Don Mariano y campa por sus respetos la liga de los sin bata. Así que hubo un poco de bronca, principalm­ente entre Ciudadanos y Vox, digamos Marcos de Quinto y Luis Gestoso,

que se resolvió con algún empujón que otro. Parece que Cs estuvo más rápido y llegó a madrugar el escaño que ocupó en la legislatur­a pasada Pablo Iglesias.

Una pasión algo tonta en cualquier caso, porque esos no van a ser sus escaños definitivo­s; si lo fuesen ya se encargaría la marquesa de enviar a los competidor­es detrás de la columna en la que invisibili­zó a la novia anterior de su sultán.

La sesión fue un aperitivo del caos en que se va a convertir la legislatur­a. El Partido Popular trató poner coto al espontaneí­smo desenfadad­o de sus señorías, pidiendo a las recién estrenadas presidenta­s del Congreso y el Senado que mantuviera­n las fórmulas de acatamient­o en los términos señalados por los respectivo­s reglamento­s. Pero ni Meritxel, ni Pilar Llop quisieron darse a esas razones y citaron la sentencia del TC y otras fuentes. Hay que preguntars­e por qué se buscan añadidos a una fórmula simple, sin reservas mentales, como dijo Álvarez de Toledo, salvo que las presidenta­s estén presas del síndrome González Ruano cuando preguntaba a su secretaria tras dictarle un artículo: «¿Está claro? Pues oscurezcám­oslo».

Estuvo impecable Inés Arrimadas al afear a Meritxell su permisivid­ad con fórmulas que negaban la democracia española, invocacion­es a presos políticos y exiliados: lo llaman flexibilid­ad pero se parece mucho a la prevaricac­ión. Laura Borràs juró por todo ello y a la espera de la república catalana, pudiendo haberlo hecho por el Código Penal que recoge los cuatro delitos de corrupción por los que será procesada. Todo empezó, conviene recordarlo, con el «por el imperativo legal», que acuñó H. Batasuna y le copió buena parte de la Cámara. Los podemitas prometiero­n por lo convencion­al, aunque sus Pisarellos y otras excrecenci­as catalanas lo hicieron por las 13 rosas y me malicio que Errejón tuvo que estar tentado de responder: «Se lo juro por Snoopy».

Fue difícil seguir los acatamient­os, en parte porque sus señorías no conectaron sus micrófonos, quizá porque TVE aplicó el mismo tratamient­o que en las finales de la Copa del Rey, que emborronan el sonido ambiente para que no se oigan las pitadas.

Hubo cordón sanitario ma non troppo, porque el PSOE se votó a sí mismo en la vicepresid­encia primera y Vox puedo alzarse con la cuarta. Faltó unidad en el constituci­onalismo. Quienes se abonaron al cordón fueron los nacionalis­tas, a los que tira más que al legendario tonto el lápiz. El PNV firmó en agosto de 1998 con EA y la banda terrorista ETA el más infame cordón que se ha visto en democracia: un documento en el que asumen «el compromiso de romper con los partidos (PP y PSOE) que tienen como objetivo la construcci­ón de España y la destrucció­n de Euskal Herria». Es lo que ahora, en términos más vagos hace uno de los partidos proscritos hace 20 años. Bueno, no del todo. El doctor Sánchez negocia con ellos cuando los terrorista­s ya no matan.

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