El Mundo

El invierno del descontent­o

- IÑAKI GIL

POCAS veces una frase teatral ha tenido tanta fortuna. Hablo del comienzo de Ricardo III, al que William Shakespear­e pinta como un ser cruel y depravado: «Ahora el invierno de nuestro descontent­o se vuelve verano con este sol de York...»

En nuestros días, la expresión resucitó en boca del primer ministro británico James Callaghan en el frío invierno de 197879. El premier laborista se refería a las grandes huelgas que paralizaba­n el Reino Unido en demanda de aumentos salariales que el Gobierno, en su intento de controlar la inflación, no estaba dispuesto a aceptar. The Sun y el resto de los tabloides cogieron la frase al vuelo y ya no la soltaron. Aquel fue «el invierno del descontent­o».

En la cuadrilla, miramos lo que pasa en el mundo y creemos que estamos ante un nuevo invierno del descontent­o. A escala global. De Hong Kong a Chile, los jóvenes están en la calle. Rebeldes con causas gigantes. En la antigua colonia británica, una de sus cinco exigencias es nada menos que la elección por sufragio universal del jefe del Ejecutivo, algo que China no va a tolerar de ningún modo. Grandes revueltas que estallan a veces por una demanda concreta, casi mínima. En Chile, el precio del billete del metro; en Líbano, un impuesto a las llamadas telefónica­s hechas a través de WhatsApp. Como hace un año cuando Francia se inflamó por la revuelta de los chalecos amarillos, que empezó como protesta por el alza de la tasa al gasoil.

El común denominado­r a todas estas revueltas es la horizontal­idad y el uso de las nuevas tecnología­s. Carecen de líderes, lo que hace casi imposible la negociació­n para concluir la protesta en algún acuerdo. En Francia, los chalecos vivían en Facebook, en Hong Kong se comunican por Telegram que escapa a los censores de Pekín. Por eso, el poder no puede acabar con la determinac­ión de los jóvenes ni por las buenas ni a palos.

El cardenal Jospeh Zen, veterano luchador por las libertades de Hong Kong, expresó su «apoyo y admiración» por los jóvenes que se manifiesta­n allí. Pero también hizo un análisis certero: «Están en lo emocional. Sin jefe ni estrategia, esto no puede funcionar». Está por ver si lo que algunos llaman Revolución 4.0 se concreta en cambios en la estructura de poder o en mejoras concretas para el ciudadano. O si el nuevo invierno del descontent­o del que vimos un reflejo en Cataluña pasa a la Historia como un movimiento efímero, sentimenta­l y baldío. Porque al invierno del descontent­o del 7879 le siguió la victoria de Margaret Thacher y una larga hegemonía conservado­ra.

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