El Mundo

Florinda perdió la flor

- RAÚL DEL POZO

El pacto de reconstruc­ción es la serpiente de un verano salvaje; en el que para evitar la calorina tendremos que colocar los termómetro­s al revés, como aconseja la greguería. Los políticos no llegan a acuerdos, Lo datos de la destrucció­n avanzan en batallones. El paro se dispara, pero los vagos tendrán poco lugar y dinero para practicar il dolce far niente. Cada uno se lo monte como puede. El que tenga medios para escaparse al mar, que se escape y el que no, que trasnoche hasta la una, se riegue los pies, después de haberse acostado por la tarde en gayumbos, en la cama, o vestido, en el sofá.

En esta época de prohibicio­nes todavía no han declarado ilegal la pequeña muerte, o el yoga ibérico, ese vicios mediterrán­eos que practicaro­n las gorgonas, los reyes salidos, los maridos adúlteros y los escuderos. Sancho sobaba cuatro horas abrazado a la bota.

En la época barroca, según los narradores, España estaba repleta de bribones de la sopa y miles de zampalimos­nas pedían en las iglesias o en la puerta de los palacios; ahora no hay ingenio para los clamistas de la siesta y hasta las iglesias y las timbas están clausurada­s.

La siesta antes de ser española fue romana. La palabra deriva de la hora sexta. Los bárbaros aprovechar­on esas horas para saquear Roma, que Horacio había cantado en la ribera del río, oyendo el canto de las cigarras en los pinos, que dos mil años después el poeta bético llama la copla de marfil de la verde cigarra. Ese sueño corto no fue solo la perdición de Roma, sino la de España. Don Rodrigo en la corte de Toledo, forzó a Florinda la Cava, hija del conde de Don Julián, «Florinda perdió su flor, el rey padeció castigo» Ella escribió una carta a su padre y entre don Julián y el obispo Oppas organizaro­n la invasión de los musulmanes por el estrecho de Gibraltar y llegó la batalla del Guadalete.

A los españoles les gusta burlar el solitrón planchando las orejas, entregados a un placer que sólo es vicio para los ahorradore­s del norte. Nos critican esa holgazaner­ía que no es solo italiana o española, sino también británica. Falstaff (personaje festivo, cobardón, vanidoso y pendencier­o creado por Shakespera­re) se despierta y a su lado está el príncipe de Gales, al que le pregunta. «¿Qué hora es hijo mío?». El príncipe Hall le contesta injuriándo­le: «A fuerza de beber jerez añejo, de dormir la siesta en los bancos, te has embrutecid­o. ¿Qué diablos te importa qué hora sea? Al menos que tú creas que la hora es un jerez, los minutos unos capones, los relojes unas lenguas de maquerel».

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