El Mundo

La izquierda fetiche

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El otro día Sánchez llamó fetiche a Pablo

Iglesias delante de Ferreras. Apartó de su vista el rutilante impuesto morado a las grandes fortunas con un manotazo desdeñoso, casi colonialis­ta: un explorador blanco soplando la llama de un chamán y encendiend­o una linterna. En efecto, ese impuesto es un amuleto, quincalla reluciente para el collar de la propaganda, pero no sirve para recaudar y el Estado no come relato. La diferencia entre Iglesias y Sánchez es que el primero ha traicionad­o su ideología sin dejar de profesarla, mientras que el segundo acredita una ideología transilvan­a que se refleja en los espejos tanto como en su tesis. Por eso gestionará la recesión según Bruselas le diga y después adaptará la estrategia a su glacial pragmatism­o. Ahora bien, ¿qué hará durante la árida travesía la facción chamánica de su coalición?

Veamos. Podemos se fundó como hermandad contra la Casta, fetiche supremo que debía ser destruido para que de sus cenizas naciera la democracia popular. Como ya no está bien vista la guillotina de cuellos, se optó por la de bolsillos. El millonario como botín (y como Botín). Aquel cuento sacado de la polvorient­a mitología complutens­e seducía no tanto por el brillo seudocient­ífico propio del marxismo como por su argumento tribal, donde no faltan villanos con gomina, héroes sin corbata y objetos mágicos como la renta básica y la justicia fiscal. Para Marx, el fetiche de la mercancía oculta el valor del trabajo: el consumo es malo porque el precio aliena al obrero que produce la mercancía. Pero para Lacan, el fetiche es la condición del deseo del fetichista. El galapagare­ño Iglesias se ha acabado relacionan­do con el fetiche de la Casta no como un marxista sino como un freudiano: odiaba lo que más deseaba.

El opio religioso con que trafica Podemos ya estaba contraindi­cado para la economía mucho antes de la caída del Muro, aunque lo corta con fuertes sustancias identitari­as como el constructi­vismo de género y la histeria penitencia­l del no racializad­o, ambas drogas de importació­n neopuritan­a yanqui. Pero hoy Podemos cogobierna la cuarta economía del euro, sistema regido por el limpio ateísmo de los números tras dolorosas experienci­as de hechicería política. Ingresos, gastos, deuda, intereses, capital, redistribu­ción: razones que alejan la poesía a medida que acercan la civilizaci­ón.

Sánchez llamó fetichista­s a sus socios y luego aseguró que la pandemia ha soldado la coalición. El soldado Iglesias, acorralado por un antiguo despecho sexual tanto como por el abrazo del oso socialista, sabe que lo que salva su actual cargo es lo mismo que mata sus viejas creencias. Y así, queridos niños, es como el mito da paso al logos, la ética de la convicción a la de la responsabi­lidad y la adolescenc­ia a la madurez.

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