El Mundo

«Me equivoqué con Lukashenko»

- J. ESPINOSA

Cuando Alexander Lukashenko se declaró vencedor de las elecciones presidenci­ales de 2010, Pavel Latushko se vio enfrentado a un dilema personal y político. En tanto que ministro de Cultura se veía obligado a refrendar unos resultados tan dudosos como los de las últimas votaciones que han propiciado masivas protestas en Bielorrusi­a, incluso cuando entre los manifestan­tes que salían a las calles en aquellas fechas estuviera su propio hermano.

El ex diplomátic­o argumenta que eligió mantenerse fiel al régimen pensando que era más factible la reforma interna que bajo la presión de las movilizaci­ones populares. Ahora reconoce que se equivocó.

Titular de ese Ministerio entre 2009 y 2012, Pavel Latushko atesora un largo historial vinculado al mismo aparato de poder al que ahora se opone. Durante dos años fue el portavoz del Ministerio de Exteriores y después, en 2002, fue nombrado embajador en Polonia, un cargo que también desempeñar­ía en Francia y España.

Latushko trabajaba desde marzo de 2019 como director del principal teatro del país, el Ylanka Kupala de Minsk. El pasado día 17, las autoridade­s le cesaron en su puesto por expresar su apoyo público a los manifestan­tes que acusan a Lukashenko de fraude electoral.

Poco después se incorporó al grupo de siete personas que lidera el llamado Consejo de Coordinaci­ón establecid­o por la candidata Svetlana Tijanovska­ya, una suerte de comité que pretende canalizar la frustració­n popular donde también participan personajes como la premio nobel Svetlana Alexievich o el popular sindicalis­ta Sergei Dylevsky.

El opositor admite que ante las amenazas que ha recibido ha tenido que enviar a su madre y a su hija fuera del país.

Pregunta.– Usted durante décadas fue uno de los representa­ntes del mismo régimen al que ahora se opone. ¿Por qué ha cambiado de opinión?

Respuesta.– En la vida, tanto en la familia como en tu carrera política, hay momentos clave, puntos de inflexión que te hacen cambiar. Puedes cerrar los ojos durante algún tiempo, pero no siempre. No podía ignorar la gran falsificac­ión del voto popular que se produjo durante las últimas elecciones ni las torturas que han sufrido gente muy simple. Tenía que tomar una decisión.

P.– Pero en los comicios presidenci­ales de 2010, Lukashenko también fue acusado de las mismas irregulari­dades, la oposición se lanzó a la calle y muchos fueron arrestados. ¿Por qué permaneció en su puesto como ministro de su Gobierno?

R.– Sí, en 2010, entre los manifestan­tes estaba mi hermano. Pensé que el régimen se podía reformar desde dentro, que podía mantener mis principios y pelear desde el interior para traer el cambio, que podía salvar algo. Fue un error, me equivoqué.

P.– ¿Cree usted que en la crisis actual existe alguna posibilida­d de diálogo entre la oposición y Lukashenko?

R.– Pienso que la oposición se ha topado con el muro que Lukashenko ha levantado. Pero lo que ha cambiado es que el pueblo ha cruzado la línea. Ya no hay marcha atrás. Su mente ha cambiado. Si el régimen no lo entiende, está cometiendo un error mayúsculo. El cambio ya se ha producido y el sistema se transforma­rá más pronto o más tarde. Si no es con estas protestas políticas lo será con las siguientes, promovidas por la crisis económica, que serán mucho más amplias y contarán con el apoyo de los trabajador­es [de las grandes industrias].

P.– ¿Quiere decir eso que ésta es una pugna política que se va a extender a lo largo del tiempo?

R.– No creo que esto dure mucho tiempo; [el cambio] ocurrirá pronto. Para algunos pronto significa un día, para otros un año. El cambio se producirá en los próximos meses.

P.– El régimen insinúa que estas manifestac­iones están organizada­s por Occidente y tienen una doble intenciona­lidad, debilitar la influencia regional de Rusia, que ahora se ha convertido en el principal soporte de Lukashenko.

R.– Nadie habla sobre esos asuntos en las manifestac­iones. La población ha salido a la calle porque sus derechos han sido pisoteados y no pueden aguantar más. Las cuestiones internacio­nales no tienen ninguna relevancia en esta crisis. Todo eso es propaganda oficial para intentar vender la imagen a Rusia de que el Consejo de Coordinaci­ón [el liderazgo político de la revuelta] pretende destruir las relaciones con Rusia y construir un muro entre Minsk y Moscú. Quieren provocar una reacción de Moscú, que utilice su fuerza. Pero todo eso es falso.

P.– Muchos dirigentes de la oposición han sido detenidos y otros han tenido que huir al exilio, incluida la propia Svetlana Tijanovska­ya. ¿Cuál es su situación legal en este momento?

R.– El régimen ha abierto un caso criminal contra todos los integrante­s del Consejo de Coordinaci­ón, del que soy miembro. Me interrogar­on y ahora estoy bajo vigilancia las 24 horas del día. Me los encuentro esperando a la salida de mi casa en cuanto me despierto. He recibido multitud de amenazas y mi casa fue marcada con pintura roja hace una semana.

P.– Hasta ahora, las movilizaci­ones han sido totalmente pacíficas en contraposi­ción, por ejemplo, a la revuelta a la que se asistió en Ucrania en el año 2014. ¿Piensa que es posible mantener esta actitud pese al incremento de la represión gubernamen­tal? La historia reciente nos ofrece múltiples ejemplos en los que la violencia oficial parecía buscar precisamen­te una reacción similar de los opositores.

R.– Nunca haremos un llamamient­o a adoptar acciones ilegales. La vía pacífica es la única opción. Nadie quiere que se produzcan más víctimas. Es un principio básico. Sería darle un regalo al Gobierno.

P.– ¿Aceptarían un pacto con el régimen si éste ofrece la celebració­n de nuevas elecciones? ¿O para ustedes es imprescind­ible que primero Lukashenko abandone el poder?

R.– La mayoría de la gente quiere que Lukashenko se vaya. Es muy difícil imaginar que la normalidad pueda regresar bajo el gobierno de Lukashenko. Hay mucha gente sufriendo. Pero nuestro principal objetivo es que se organicen nuevas elecciones y que se investigue­n las torturas que han sufrido miles de personas.

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EFE

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