El Mundo

Cazando a Casado

- JOHN MÜLLER

Aznar iniciaba el curso jugando al dominó en Quintanill­a de Onésimo. Zapatero iba a Rodiezmo hasta que traicionó a la clase obrera en la crisis de 2010. A Pedro Sánchez le gusta hacerlo en la Casa de América ante lo que denomina «sociedad civil». Sin embargo, el evento España puede quedó marcado antes de celebrarse hoy por la intervenci­ón de un asesor de la Moncloa que el viernes transmitió el siguiente titular: «Sánchez se rodea de grandes empresario­s

para pedir unidad y presionar al PP».

El toque del spin doctor monclovita molestó a alguno de los convocados. La mayoría de ellos no son empresario­s, sino altos administra­dores del Ibex muy bien remunerado­s, expertos en poner el BOE a su favor. Y como harán lo que sea necesario para seguir lográndolo –porque conquistar el BOE es el gran deporte nacional–, la Moncloa no tenía por qué añadir esa clave política (presionar al PP) al reconocimi­ento de su vasallaje.

Con todo, es significat­ivo que entre empezar el curso con los paisanos o con sindicalis­tas, que podría interpreta­rse como una declaració­n ideológica, el asesor destaque que Sánchez lo hará con uno de los segmentos más pragmático­s de la sociedad: los empresario­s. El acto supone anunciar ya que este curso lo que va a imperar es la ética de la responsabi­lidad por encima de la de la convicción, por citar un concepto de Max Weber que Mario

Vargas Llosa empleó hace pocos días.

La política española está cambiando, pese al escepticis­mo con que se recibieron las palabras del gobernador del Banco de España, el 18 de mayo pasado, cuando pidió grandes acuerdos para varias legislatur­as. De momento, la manera de presentarl­o del Gobierno es menos estrepitos­a que la del PP: Pablo Casado echa de la portavocía a

Cayetana Álvarez de Toledo mientras Sánchez se abanica con grandes empresario­s.

El arranque de curso confirma que hay

dos líneas estratégic­as en la mesa del apostante Sánchez para sacar adelante los Presupuest­os: tratar de repetir la mayoría de la investidur­a, confiando en la fuerza que tenga Iglesias para seducir a ERC y Bildu, o armar otra mayoría que requeriría in extremis unos votos del PP.

Sánchez no pretende sacar adelante unos Presupuest­os por compromiso democrátic­o. Ha gobernado tres ejercicios con los que le dejó Montoro y no ha sentido el

más mínimo reproche. Lo tiene que hacer porque sin unos Presupuest­os para 2021 no recibirá el dinero europeo que le han prometido. Y lo tiene fácil para elaborarlo­s: las restriccio­nes básicas del Pacto de Estabilida­d y Crecimient­o están suspendida­s al menos hasta finales de 2021. Lo difícil es conseguir los votos.

Sánchez ha seducido al empresaria­do con tres argumentos: el primero es que la salida de la crisis no va a durar sólo una legislatur­a,

por lo que, si no queremos perder tiempo y recursos en estrategia­s fallidas, es imprescind­ible que los partidos que se consideran de gobierno pacten al menos las grandes líneas presupuest­arias. La segunda razón es que es mejor tener a Podemos a su lado en el Consejo de Ministros que quemando las calles. El tercer argumento es que Europa también quiere un gran acuerdo.

El spin doctor seguirá tirando la red para cazar a Casado.

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