El Mundo

«¿Racismo? Lo sigo sufriendo todavía»

- SILVIA MORENO

Pregunta.– ¿Por qué hay que ir a verle a la Bienal de Flamenco?

Respuesta.– Después de tanto tiempo sin estar en los escenarios, vamos a poner el corazón. Con el espectácul­o Desde mi ventana intento mostrar, no tanto cómo bailo ni mi aprendizaj­e, sino lo que veo cuando bailo y por qué lo hago así.

P.– Para que fluya la raza y la fuerza del flamenco ¿es necesaria la improvisac­ión?

R.– El flamenco nace de una reunión, no nace en un conservato­rio, ni es una pose para un espectácul­o. Nace de la expresión de un pueblo

gitano andaluz.

P.– Lleva el flamenco en sus venas. Debutó en Broadway con 5 años con su abuelo Farruco.

R.– Mi abuelo me preguntó si quería bailar en el fin de fiesta del espectácul­o, pero le respondí que no, que quería bailar el taranto. «¿Pero tú te lo sabes?», me dijo. De verlo bailar, me había quedado con los pasos. Entonces, cogió la faja que él llevaba, cortó un pedazo y me lo puso. No es que fuese a debutar, es que me pilló allí con mi familia.

P.– Con esos precedente­s, no podía ser otra cosa más que bailaor.

R.– Pues de chico quería ser cantaor y siempre he cantado, pero como un grillo.

P.– ¿Qué es para usted el flamenco?

R.– Mi forma de expresarme. Siempre he sido muy tímido y he aprendido a ser un hombre y a relacionar­me con los demás gracias al flamenco. Aunque, a veces, me atormenta y miro las botas y veo el diablo...

P.– Porque es duro.

R.– Sí. Tengo la suerte de que la gente reconoce

mi trabajo y quiero dar lo mejor de mí mismo. Pero a veces no estás bien.

P.– Con la responsabi­lidad añadida de ser el patriarca de su familia.

R.– El patriarca nunca ha sido una persona joven. Pero mi abuelo y mi padre confiaban mucho en mí porque era responsabl­e, cuidadoso y echaba muchas horas para hacer las cosas bien. Pero también te puede pillar fatal y bailas para que te den dos guantazos con una zapatilla vieja. He querido explicarle esto a la gente: salgo a dar el corazón, pero...

P.– Esa sinceridad se valora.

R.– Si crees que ya lo sabes todo, te pones una traba y te cortas las alas para crecer. En el arte no se para nunca de aprender; bueno, sí, ¡cuando dices: qué bien lo hago!

P.– El coronaviru­s ha asestado un duro golpe a su sector.

R.– Los artistas estamos muy desprotegi­dos. No hemos recibido nada ni de la SGAE, ni de la Junta, ni del Gobierno, ni de los ayuntamien­tos. Llevo desde enero sin trabajar y, menos mal que soy un flamenco medio organizado, porque, de lo contrario, ¿de qué comen mis hijos? Si no bailo, ¿a qué me dedico? Si no sé ni poner una bombilla.

P.– The New York Times le consideró en 2001 el mejor artista de la gran manzana ese año. Ese año triunfó en EEUU.

R.– Eso es porque los americanos son todavía más exagerados que los españoles. Pero tengo que agradecerl­e mucho a EEUU. Yo empecé a firmar autógrafos en España cuando los americanos dijeron: ‘tu sí que vales’.

P.– ¿Ha sufrido el racismo?

R.– Es que lo sigo sufriendo todavía. Antes de ser Farruquito, tenía una persona en unos grandes almacenes vigilándom­e solo a mí. Tendría 15 o 16 años y llevaba el pelo como un indio. Y en las aduanas, a los que tenemos las pintas de gitano, nos paran y nos registran de arriba a abajo seis veces. Al lado pasa uno rubito con corbata, y nada. ¡Y el que trae la bomba es el rubito!

Yo, encantado, de trabajar con ella y con todo aquel que esté enamorado de la música, como yo, y lo haga con honestidad y corazón. Mi primo hermano ‘El Polito’ ha estado de gira con Rosalía y baila con ella en un videoclip. ¡Me ha dicho que esa niña es gloria bendita!

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