El Mundo

Torra hace una purga en su Govern y aleja las elecciones

Expulsa al PDeCAT del Govern y posterga las elecciones como deseaba el prófugo

- VÍCTOR MONDELO

Quim Torra ejecutó ayer una remodelaci­ón del Govern con el fin de purgar al único miembro del PDeCAT y colocar al frente de los Mossos a un consejero de Interior alineado con su plan para desobedece­r al Tribunal Supremo tras su inhabilita­ción. El presidente de la Generalita­t se rodea de afines a Carles Puigdemont con el propósito de alargar la ya agónica legislatur­a y alejar las elecciones, como desea el fugado para tener más opciones de vencer a ERC.

Bordando el rol de vicario para el que fue designado, Quim Torra ejecutó ayer una crisis de Gobierno para eliminar cualquier obstáculo interno a los planes del president telemático, Carles Puigdemont, que desea alargar la legislatur­a tanto como sea posible para contar con opciones de conservar la Generalita­t tras la celebració­n de las próximas elecciones autonómica­s.

La consigna del prófugo era clara: eliminar cualquier reminiscen­cia del PDeCAT en el Ejecutivo, después de haber roto con los herederos de Convergènc­ia y haberlos señalado como rivales electorale­s, y expulsar a cualquier consejero que no estuviera estrictame­nte alineado con su estrategia.

La primera sacrificad­a fue Àngels Chacón, único miembro del Govern que continuaba militando en el PDeCAT tras la ruptura con Puigdemont. La titular de Empresa se postula como potencial candidata de los sucesores de Convergènc­ia en las elecciones catalanas y, por tanto, como rival directa del prófugo. Le sustituirá el ex eurodiputa­do Ramon Tremosa. Muy afín a Puigdemont –aunque fuera Artur Mas su padre político– se quedó a las puertas de entrar en el Congreso en las elecciones generales de abril de 2019 y, desde entonces, esperaba acomodo.

El segundo consejero saliente fruto de la remodelaci­ón fue Miquel Buch. El responsabl­e de Interior ya estuvo a punto de ser expulsado del Govern por la actuación de los Mossos d’Esquadra durante las violentas protestas independen­tistas contra la sentencia del 1-O. Torra consideró excesivame­nte contundent­e la respuesta policial y promovió una purga en el cuerpo, desautoriz­ando públicamen­te al consejero. A pesar de su radicalida­d y de haber roto el carné del PDeCAT para alistarse en la JxCat de Puigdemont, Buch no ha recuperado la confianza ni de Torra ni del fugado de la Justicia española, que quiere a unos Mossos más cómplices con la causa separatist­a y dispuestos a tolerar acciones desobedien­tes del president una vez sea inhabilita­do en firme, como su eventual encastilla­miento en el Palau de la Generalita­t.

Con esa misión toma las riendas de Interior Miquel Sàmper, líder de

Los herederos de Convergènc­ia denuncian una «purga política»

JxCat en Terrassa, que rompió el carné del PDeCAT en agosto, antes incluso de que lo hiciera Puigdemont. De perfil netamente separatist­a, fue acusado por la Guardia Civil durante el juicio del procés de «animar» a la protesta «nada pacífica» contra los funcionari­os que llevaban a cabo el registro de la sede de la empresa de paquetería Unipost en septiembre de 2017.

La última consejera saliente es Mariàngela Vilallonga. La titular de Cultura comulgaba con las tesis supremacis­tas del presidente de la Generalita­t y las promulgaba, especialme­nte en el ámbito lingüístic­o, donde apostó por la erradicaci­ón del castellano de la esfera pública –pidió menos español en TV3 y en el Parlament, y reclamó dirigirse en catalán a todo el que pareciera autóctono por sus rasgos físicos–, pero aun así será sustituida. Su relevo responde a una cuestión menos ideológica y más técnica. Se aprovecha la salida de Chacón y Buch –los verdaderos objetivos– para otorgar su puesto a Àngels Ponsa, que ya era directora general del propio Departamen­to de Cultura y que también está alineada con Puigdemont. La adoración al líder no se negocia en este Govern.

La segunda conclusión de la crisis de Gobierno es que las elecciones deberán esperar. La remodelaci­ón ratifica que la intención de Torra es no disolver el Parlament antes de su vista en el Tribunal Supremo, que tendrá lugar el próximo 17 de septiembre y servirá para abordar su inhabilita­ción definitiva. El president ya manifestó el lunes que su pretensión es desobedece­r al Alto Tribunal y pidió no ser sustituido por ningún otro candidato.

Ese escenario retrasaría los comicios catalanes a 2021, pues tras la inhabilita­ción de Torra asumiría el cargo interiname­nte el vicepresid­ente, Pere Aragonès, de ERC, y se convocaría­n elecciones automática­mente dos meses después, al no haber sido ungido un nuevo presidente de la Generalita­t. Los comicios se celebraría­n entre 40 y 60 días después de esa convocator­ia electoral automática, es decir en febrero del próximo año.

Esa posibilida­d –cada vez más plausible– no cuenta con el beneplácit­o de ERC, que lleva meses reclamando infructuos­amente la convocator­ia de elecciones o, como mínimo, pactar la respuesta a la inhabilita­ción de Torra. El desprecio del presidente de la Generalita­t es tan obsceno que no le comunicó que pretendía remodelar el Govern hasta que tenía los cambios decididos. Sólo entonces, ofreció a los republican­os aprovechar la crisis para sustituir a alguno de sus consejeros, algo que el vicepresid­ente Aragonès rechazó. La cuestión ni siquiera fue abordada ayer en la reunión semanal del Gobierno catalán, celebrada el martes.

ERC mantuvo la compostura, pero no el PDeCAT, que denunció una «purga política» para «hacer desaparece­r» a su partido. Internamen­te, sin embargo, los neoconverg­entes ven en la salida de Chacón una oportunida­d. «Han quedado como unos sectarios y la han hecho famosa. Son mediocres hasta para hacer daño», apuntan fuentes del partido.

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EFE El presidente de la Generalita­t, Quim Torra, a su llegada a la reunión semanal del Govern, el pasado martes.

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