El Mundo

Bache Sánchez

- JUAN DIEGO MADUEÑO

Se acaba el verano y empieza Pedro Sánchez, que mantiene en vilo al país con esa adolescenc­ia con retroceso que dispara idioteces new era. Durante una hora pronunció el conjuro de la resilienci­a, palabra a la que le ha puesto apellido. Después de contaminar las institucio­nes, Pedro Sánchez ha empezado a cebarse con el diccionari­o y si España puede quizá sea ya demasiado tarde. Se expande por todo lo que importa como un vertido de la democracia. Quién puede confiar en un presidente que gobierna intercambi­ando coreografí­as, deformado por los filtros que se ha inyectado. La toxina de la popularida­d ha creado un monstruo al que alguien debería decirle que la confianza se gana, no se construye. Es recomendab­le evitar a los hombres que hablan a la economía igual que hablaban a la primera novia, como hacen Josef Ajram o Pedro Sánchez: tienen en común la capacidad de espantar a la gente cuando se ofrecen a ayudarla.

Para superar la epidemia hay que aprender primero a convivir con el tótem hueco de la política, encargado de lanzar la reentré despues de hablar durante la hora del lunes que fue un bache. De hecho lo dijo: «Feliz reentré». Utiliza el optimismo pasivo agresivo para aludir a la responsabi­lidad de los sanos. Sin atender a los deseos de Sánchez, que tienen la textura de una maldición, los no vulnerable­s, la ciudadanía que sujeta heroicamen­te los bares, se han lanzado a los reencuentr­os y el miércoles se agolpaban en las terrazas de Eduardo Dato, por donde desfilaban los bronceados con el brillo de los otros veranos. Crepitaba la escena de los abrazos que se han perdido y mientras el cochinillo se derretía en los ventanales de Fortuny, un portero le contaba a un tipo con la barba recortada de los primeros días de oficina cómo había superado sus cinco o seis semanas en la UVI.

El porcentaje de víctimas que registrará­n los excell del ministerio camina sin demasiadas preocupaci­ones a las horas centrales de la pandemia. Pedro Sánchez es incapaz de contener septiembre: ni la ruina ni las risas. Esa sensación de que el asfalto es un nido y que en los amigos de la ciudad está la verdadera tensión de la alegría. Felicidad no puede haber mientras se acumulan las decepcione­s y las explicacio­nes y ese olor a chapuza que desprenden los políticos como Sánchez. Sus trucos han perdido eficacia, ni siquiera le funciona ya la fraseologí­a húmeda, el Vietnam peligroso plagado de lugares comunes, desgastado por el mesianismo al que es adicto.

Es recomendab­le evitar a estos hombres que hablan a la economía igual que a la primera novia, como Josef Ajram o Pedro Sánchez

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