El Mundo

El Real Madrid conquista su 7ª Supercopa

El equipo de Laso inicia el curso con un nuevo título tras vencer al Barça 72-67 en un partido muy ajustado

- POR LUCAS SÁEZ-BRAVO

El gen ganador no se olvida nunca, pasen los años, duelan las articulaci­ones, se acumulen las batallas. Rudy Fernández, tras una carrera impresiona­nte, camino de los 36 años sigue aumentando su leyenda. Y haciendo millonario­s a los equipos que defiende, con ese coraje que con su currículum, cualquier olvidaría. Si hace exactament­e un año volvía a levantar toda una Copa del Mundo, ayer en el Santiago Martín de La Laguna dio la enésima lección para hacer al Real Madrid campeón de la Supercopa por tercer año consecutiv­o. Una pillería en el abismo, una defensa de las que se deberían enseñar en las escuelas de baloncesto, para culminar la obra de Campazzo y volver a arruinar al Barça de Mirotic.

Acostumbra­dos a los clásicos de carrerilla, a la acumulació­n de Madrid-Barça cada temporada, aquí y allá, Supercopa, Euroliga, ACB o Copa, una rivalidad inmensa, infinita y extenuante, había esta vez nueve meses de ganas, de verse en la distancia desde diciembre por los tropiezos de ambos y por las circunstan­cias de la pandemia. Y nada menos que con un título en juego, el primero del curso, por muy verde que estén aún ambos proyectos, el 10.0 de Laso, el inicial de Jasikevici­us. La vida, de momento, sigue igual, sonriente para los blancos.

Porque en el igualadísi­mo envite, con más fallos que aciertos por ambos bandos, tuvo de nuevo más temple el Real Madrid. Y más personalid­ad, más costumbre de gloria, llámese Facundo Campazzo (13 puntos en el último acto), lo que dure de blanco antes de largarse a la NBA será un tesoro. Mirotic, sin embargo, volvió a fracasar en la resolución, pese a sus 22 puntos, apagado en el momento de la verdad por la agresivida­d de Deck. Sigue sin levantar un título desde su llegada a Barcelona desde la NBA.

El amanecer resultó una interesant­ísima batalla táctica, movimiento­s de piezas, cual tablero de ajedrez, yo te desafío y yo te anulo; Deck pudiendo con Mirotic de arranque, Calathes versus Campazzo, que no puede haber dos estilos de bases más en las Antípodas... El Madrid mandó primero (18-12), más intensidad, menos acierto en los azulgrana, que pronto retomaron el vuelo, a base de defensa, de intensidad en el rebote ofensivo, de las broncas de Jasikevici­us a las que habrá que acostumbra­rse, puro histrionis­mo en el banquillo, y de la vuelta a pista de Mirotic, más cómodo con Garuba que con Deck de pareja de baile.

«Nos dormimos un poquito», reconocía Campazzo. «Falta un poco de sangre para matar el partido», exageraba Saras. Pero el partido estaba en el filo (31-32 al descanso), demasiados errores, muñecas sin engrasar, entrenador­es insatisfec­hos, ningún héroe a esas alturas.

Los fuegos artificial­es estaban a la vuelta de vestuarios. Cuando el Barça afiló el colmillo, como si demarrara a pie de puerto, con Mirotic anotando con facilidad mientras el Madrid se estrellaba contra su defensa. Abrines era entonces el mejor aliado del hispano-montenegri­no, pero aguantaban los blancos los vaivenes, pese a su poco acierto, tirando de coraje y experienci­a. Y de un refuerzo que parece que lleva años vistiendo esa camiseta, la filosofía aprendida en apenas unas clases: Abalde era el que tiraba del carro de Laso.

Las sensacione­s habían sido azulgranas, pero el Madrid se fue mandando al final del tercer acto con un canastón de Thompkins. Le iba a tocar volver a remar, pues, otra vez, como si necesitara­n las arengas de Jasikevici­us, el Barça salió con el acelerador a fondo, con un amenazante 0-7 liderado por Mirotic. Que pronto tuvo respuesta, otro 7-0 de vuelta, con Deck de nuevo sobre la estrella rival, y el partido elevando sus pulsacione­s.

Y ahí emergió el dominio de Campazzo, sólo empañado por los fallos en los tiros libres. Una canasta imposible del argentino pareció definitiva. Pablo Laso apostó por una defensa final de bajitos, sin Tavares, con Abalde sobre Brandon Davies. Se la jugó Hanga en la penetració­n para llevar la batalla a la prórroga y Rudy, manos rápidas cual pistolero en un duelo del Oeste, soltó un zarpazo que fue una obra maestra. La de la séptima Supercopa blanca, la que hace olvidar la Fase Final de junio, la que pone el sello al título número

Con más fallos que aciertos en ambos bandos, tuvo más temple el Real Madrid

20 de la era Laso, la que vuelve a frustrar al Barça, ahora ya con Jasikevici­us al mando.

En las gradas del recinto tinerfeño Santiago Martín, cerrado al público por la pandemia de covid, el presidente de la ACB, Antonio Martín, y el vicepresid­ente del Cabildo Insular de Tenerife, Enrique Arriaga, fueron los encargados de entregar los trofeos a los dos equipos.

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EFE Campazzo penetra ante la defensa del Barça, ayer, en la final de la Supercopa.

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