Un punto de inflexión para Oriente Próximo
La gran sorpresa no es que dirigentes de Israel se reúnan con los de Bahrein y Emiratos Árabes Unidos (EUA), sino que lo hagan por primera vez ante los ojos del mundo en torno a un acuerdo que coinciden en definir como «histórico». Los grupos palestinos en Gaza, Hamas y Yihad Islámica, tradujeron su rechazo con dos proyectiles (uno interceptado) contra las ciudades israelíes de Ashdod y Ashkelón, causando dos heridos leves, en el momento de los discursos en la Casa Blanca. Éstas son las claves de una firma que supone un punto de inflexión en Oriente Próximo.
¿Por qué ahora?
La urgencia de Donald Trump para lograr éxitos en su política exterior antes de las elecciones, intereses bilaterales y el frente común ante Irán han llevado a Israel y los dos países árabes a sacar a la luz su relación en la sombra. El asesor de Trump y arquitecto de esta Pax Americana, Jared Kushner, ha sabido convertir el probable fracaso de su plan de paz palestino-israelí presentado en invierno en un gran logro en verano. Evitar la anexión unilateral israelí del 30% de Cisjordania incluido en el plan de Trump ha sido el
caramelo que esperaba el príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohamed bin Zayed (MBZ), para dar un paso que le ayuda a convertirse en un importante actor regional y obtener la
luz verde de EEUU para venderle los cazas furtivos F-35 sin que el primer ministro israelí se oponga de forma activa. La monarquía de Bahrein considera a Israel un aliado estratégico vital ante Irán.
¿Cómo serán las relaciones?
Mucho más cálidas que las que mantienen israelíes y egipcios que desde su acuerdo en 1979 permanece básicamente como pacto de seguridad y no entre los pueblos. Sólo hay que ver las reacciones de habitantes de EAU que desde el anuncio del 13 de agosto llenan sus cuentas en las redes sociales con felicitaciones en hebreo y mensajes como «por fin podemos ser amigos de los israelíes sin pedir permiso de los palestinos». La relación será más fluida también porque no arrastran un pasado de enfrentamientos bélicos ni mantienen contenciosos territoriales. En Bahrein, donde la mayoría es chií, la oposición al acuerdo con Israel es mucho mayor que en EAU.
¿Quién será el próximo?
El siguiente podría ser Omán, que Netanyahu visitó hace dos años, o Sudán. Tras el derrocamiento de Omar Bashir, este país africano sabe que si llega a un acuerdo con Israel tendría muchas más opciones de que EEUU le saque de la lista de países patrocinadores del terrorismo. ¿Arabia Saudí? EAU y, por supuesto, Bahrein no hubieran hecho este dramático paso sin la autorización directa o silenciosa de Riad. Con todo, el rico reino suní no tiene previsto normalizar sus relaciones con el Estado judío.
¿El legado de Benjamin Netanyahu?
El 13 de septiembre de 1993, los jardines de la Casa Blanca albergaron la firma del Acuerdo de Oslo en el que la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) e Israel se reconocían mutuamente. El entonces jefe de la oposición Netanyahu denunció «el pacto de rendición que permite la llegada del terrorista Arafat». En esa misma explanada certifica ahora su principal legado tras 14 años en el poder (11 de ellos seguidos). Se trata de la victoria de una doctrina que en la última década Netanyahu promueve en la sombra en el Golfo Pérsico.
¿Por qué los palestinos lo rechazan?
A nivel teórico, el liderazgo palestino debería estar satisfecho con un acuerdo cuyo resultado más tangible es que no hay anexión israelí de Cisjordania y, como presume EAU, mantiene viva la fórmula de dos Estados. En la práctica, la ira de los grupos palestinos es proporcional a su sorpresa. El rais Abu Mazen se siente traicionado por sus «hermanos» árabes. En 29 días, Bahrein y EAU han roto un viejo escudo palestino: los países árabes no normalizan las relaciones con Israel sin que haya antes un acuerdo que establezca un Estado palestino con capital en Jerusalén Este y evacuación de asentamientos.