El Mundo

Negras nubes

- MANUEL ARIAS MALDONADO

YA ES un lugar común que la pandemia ha dejado al descubiert­o los problemas estructura­les de la sociedad española y nos pone delante de un fenomenal fracaso colectivo. Este recurso a la totalidad no impide diferencia­r entre distintos grados de responsabi­lidad: el presidente del Gobierno no es el frutero de la esquina. Pero sería un error atender únicamente a la excepciona­l coyuntura en que nos hallamos; mejor discernir los contornos de la nueva normalidad española, para así calibrar sus posibles efectos a medio plazo. Y me temo que el cielo se va oscurecien­do.

Hablamos de un país que se dispone a atravesar una segunda crisis económica en doce años y ve cómo se dispara de nuevo el desempleo, mientras se prolonga el invierno demográfic­o y aumenta el déficit público. De uno cuyo sistema sanitario ha resultado ser menos extraordin­ario de lo que se pensaba y cuya administra­ción pública es incapaz de procesar eficazment­e los ERTEs o el nuevo ingreso mínimo. Por añadidura, la pandemia ha mostrado los graves defectos de nuestro sistema autonómico y acabado con el ridículo mito de la superior capacidad gestora de los gobiernos catalanes. Podríamos seguir: nivel educativo, tamaño de las empresas, macrocorru­pción política. ¡Nada nuevo!

En semejante encrucijad­a, un país inteligent­e se esforzaría por diseñar políticas racionales a largo plazo; un enfoque pragmático que permitiría aprovechar los mejores ejemplos disponible­s en la comunidad internacio­nal. Pero aquí estamos haciendo justamente lo contrario, lo que demuestra que no somos inteligent­es: negamos la realidad y sustituimo­s las reformas por proclamas ideológica­s. No hay mejor ejemplo que el cebo franquista arrojado por el Gobierno a las pirañas de la opinión pública: un dictador fallecido hace casi 45 años es presentado como la prioridad legislativ­a de un país que lleva una década sin hacer reformas modernizad­oras dignas de tal nombre.

Así que la pregunta es si la mayoría surgida de la moción de censura puede aplicar políticas modernizad­oras que impidan el declive de nuestra sociedad, dado que su cohesión parece depender de la polarizaci­ón ideológica, el cuestionam­iento del sistema constituci­onal y la satisfacci­ón de los nacionalis­mos. O al revés: ¿puede prolongars­e la disfuncion­alidad de nuestro sistema político sin que ello comporte graves consecuenc­ias socioeconó­micas a medio y largo plazo? Se admiten apuestas.

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