El Mundo

Tadej también ganó a Pogacar

El corredor esloveno empezó a seguir en 2019 un plan diseñado por Matxin para competir con los mejores en su cuarto año como profesiona­l (2022) / Gana el Tour de Francia con dos años de antelación

- SERGIO R. VIÑAS

Josean Fernández Matxin trabajaba como cazatalent­os para el Deceuninck cuando conoció por primera vez a un adolescent­e llamado Tadej Pogacar. Entusiasma­do por su descaro y su potencial, el técnico vasco no dudó en recomendar­le a su jefe, Patrick Lefevere, que tratara de ligarle a la estructura del equipo para el futuro. El entonces Quick Step, sin embargo, llegó tarde, pues el UAE Emirates ya había alcanzado un acuerdo con tamau Pogi, pequeño Pogi, como llaman en casa al ganador del Tour.

Pero el destino, siempre caprichoso, pronto unió los caminos del prodigio y del hombre que antes que nadie había predicho que lo sería. Matxin pasó en 2018 a asumir la dirección del nuevo proyecto emiratí y sabía que un año más tarde podría contar con Pogacar en su equipo si así lo deseaba. Aquel último curso del esloveno en categoría sub’23, aún con 19 años, refrendó la apuesta, con victorias como la del Tour del Porvenir –un año antes lo había ganado Bernal, al que ahora sucede en el podio de París– y aparicione­s llamativas en algunas carreras profesiona­les de segunda o tercera fila como las Vueltas a Eslovenia y Hungría.

El talento, ya de manera indudable, estaba ahí y ahora le correspond­ía a Matxin terminar de pulirlo. «Pogacar no es una apuesta, es una certeza. Es un campeón», decía ya por entonces. Para transforma­r sus palabras en realidad, el director español diseñó una planificac­ión tras la que, si todo iba bien, Pogacar iba a convertirs­e en un aspirante a cualquier cosa. En 2019, su primera temporada como profesiona­l, se iba a limitar a competir en carreras de una semana y alguna clásica, sin mayor presión que la de probarse al más alto nivel. Para 2020, este año, estaba previsto su debut en la Vuelta a España, la que iba a ser su única grande este año. Si todo iba bien, 2021 iba a suponer su estreno en el Tour, sin más exigencia que la de conocer la carrera. Ya para 2022, pensaban en el UAE, podría ser capaz de competir por grandes logros en la Grande Boucle.

El calendario, sin embargo, se quedó obsoleto enseguida. Sus primeras cinco vueltas de una semana, entre enero y junio del año pasado, evidenciar­on que no requería ningún periodo de adaptación: 13º en Down Under, 1º en Algarve, 6º en País Vasco, 1º en California y 4º en Eslovenia, «y porque la ganó su compañero Ulissi, que si no, también la habría ganado», suele decir Matxin. El director del UAE cambió de idea sobre la marcha y pensó que por qué no, que quizá fuera una buena idea que el chico corriera la Vuelta ese mismo año. Lo hizo y quedó tercero en la general, con tres victorias de etapa en Andorra, Los Machucos y Gredos. Pogacar ya no era un meritorio, sino una estrella precoz. A partir de entonces, todo se desbordó en un proceso que ha llegado a su final al menos dos años antes de las previsione­s más optimistas, con el fenómeno esloveno luciendo en el podio de París el maillot amarillo, el blanco y el de lunares, el ganador más joven –hoy cumple 22 años– desde 1904, el protagonis­ta del final más emocionant­e que ha vivido el Tour en tres décadas.

Tales registros confirman lo que suele decir de él Matxin, que es «un puto crack», y que al talento que se le adivinaba desde siempre suma una madurez y una fortaleza mental impropias. En la pasada Vuelta, arrancó con un minuto de pérdida por la desafortun­ada caída del UAE en la contrarrel­oj por equipos inicial y acabó tercero. En la séptima etapa de este Tour, la de los abanicos camino de Lavaur, se quedó cortado junto a Landa y Porte y perdió un minuto y 21 segundos con el resto de favoritos.

«Alguien se cayó frente a nosotros y terminé detrás del grupo cuando se dividió. No es lo ideal perder ese tiempo, pero no estoy preocupado», aseguró Pogacar tras caer en la trampa de los abanicos y situarse a 1:25 de Roglic en la clasificac­ión general. No había soberbia sino sincera tranquilid­ad ante lo que quedaba de un Tour que jamás hasta el sábado pensó que podía ganar. Tampoco lo creían el Jumbo de Roglic y el Ineos de Bernal,

quienes un día después le permitiero­n, sin mucha oposición, recuperar 40 segundos en la primera etapa pirenaica.

Llegaron después el Jura y los Alpes, incluido el sufrimient­o del día del Col de la Loze. Así hasta su prodigiosa exhibición en la ya histórica contrarrel­oj de La Planche

des Belles Filles, la imagen del Tour que toda una generación de aficionado­s cultivará como referencia ineludible. Ayer, como colofón, ascendió tres veces al podio de París y el homenaje en los Campos Elíseos. Todavía no se lo cree, pero Pogacar les ha ganado a todos. Hasta a sí mismo.

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AFP El corredor esloveno del equipo UAE Emirate Tadej Pogacar celebra, ayer, su victoria en el Tour de Francia.

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